De acuerdo a diferentes investigaciones genéticas y de evolución molecular, el antecesor común más reciente de todos los seres humanos, descansa en una pareja de hombre y mujer; mismos que han sido bautizados por los científicos como: “Eva Mitocondrial” y “Adán cromosomal-Y”. Al leer estos nombres, resulta obvio asociarlos con aquellos personajes descritos en el Génesis, dentro de la Biblia, pensamiento nada errado, pues efectivamente sus nombres fueron tomados de ese texto.
Sin embargo, el verdadero objetivo del nombre de ambos, radica en que estos proto-humanos, que aparentemente cohabitaron juntos, aproximadamente hace más de 120,000 años atrás, los hace responsables de tener una línea de descendencia en el que los seres humanos podríamos ligarnos, hacia el origen de nuestro matriarcado y patriarcado respectivamente. Es decir, los estudios señalan que podríamos encontrar nuestra ascendencia hasta el punto donde lleguemos a simplificar todo en una Eva y un Adán, desde la perspectiva de los primeros homínidos.
Desde un enfoque más simple, lo anterior se refiere a que el denominado Adán cromosomal-Y, es el “padre” de todos nosotros, al igual que por otro lado, la Eva mitocondrial sería la contraparte en el papel de nuestra “madre”. Todo esto no resulta extraño, pues si pudiéramos trasladarnos al inicio de la cadena evolutiva, de la especie del Homo Sapiens, nos encontraríamos seguramente con los primeros grupos de homínidos, quienes con sus interacciones e iteraciones fueron contribuyendo al desarrollo de nuestra carga genética.
Lo anterior se reafirma después de encontrarme un texto muy interesante, dentro del libro que actualmente exploro, elaborado por Mark Schultz e ilustrado por Zander Cannon y Kevin Cannon, con el título: “The Stuff of Life. A graphic guide to genetics and DNA”, donde se dice que: “rastreando la historia humana, a través del cromosoma Y, resulta más sencillo, por el hecho de que todos los hombres en la actualidad cargan un cromosoma Y, heredado por un solo ancestro”; es decir el Adán mencionado en líneas superiores.
Cabe mencionar, de acuerdo a Schultz, en hacer hincapié en que los cromosomas Y heredados no son copias idénticas, sino mutaciones de padre a hijo, buscando siempre fortalecer a la nueva descendencia. Pero, gracias a la aparición de ciertas mutaciones, se puede determinar entonces el linaje al que pertenece cierto hombre, así como el tiempo en que se formó ese linaje; información muy útil a la hora de buscar trazar el mapa de dispersión de los seres humanos en su camino en la Tierra.
Un ejemplo de esto, ofrecido también por Schultz, es en relación a la mutación M168 (perteneciente al haplogrupo CT ADN-Y), pues está presente en el linaje masculino de todos los individuos fuera de la zona del África subsahariana. También tenemos el caso de aquellos hombres con la mutación M173, de quienes se piensa fueron los primeros en migrar a Europa. Así como aquellos con la mutación M242, pues existen registros de haber sido los primeros en cruzar el estrecho de Bering y llegar a América.
Por otro lado, si tomamos el caso de la parte femenina, con la información de Schultz, contamos que todo el ADN mitocondrial, proviene de esa Eva mencionada en los párrafors superiores, y de igual forma se cuenta con mutaciones importantes como la M y la N, quienes salieron de África y fueron responsables de poblar el resto del planeta.
Pero la mejor parte, es cuando de nueva cuenta Schultz, nos dice: “Basado en el número de variaciones alélicas visto tanto en cromosomas Y y ADN mitocondrial contemporáneos y la velocidad conocida de la acumulación de mutaciones, el tamaño de la población humana moderna ancestral se estima en alrededor de sólo 5,000 individuos”. Incluso, el propio Schultz, explica que la división debe ser de 2,500 hombres y 2,500 mujeres, compartiendo un solo linaje de cromosoma Y (masculino), así como de ADN mitocondrial (femenino), sobreviviendo hasta la actualidad.
Esto me hace pensar que, similar al Big Bang, al retroceder en nuestro camino evolutivo, sin lugar a dudas nos toparemos con un punto de inicio, y en este caso veremos a las primeras comunidades de homínidos que son responsables, a través de las diferentes mutaciones, de la carga genética que nos ha dado ventajas aparentes en nuestra búsqueda de erigirnos como especie aparentemente dominante en el planeta, resaltando nuestra capacidad intelectual, que de acuerdo con Schultz, nos ayudó a desarrollar estructuras sociales complejas, reforzando las relaciones familiares, así como la búsqueda del beneficio grupal o colectivo de cierta sociedad, al igual que un sistema cooperativo social, con mucha cohesión, con el fin de diseminar los avances culturales y enfrentar mejor los conflictos de supervivencia.
Al final, lo más interesante es que seguimos evolucionando y esta historia del Homo Sapiens todavía no termina…y sigue agregándole hojas a su libro.