Número 18 – Fecha: 28 de Octubre al 10 de Noviembre 2005. Página 28 y 29.
Ciclos y patrones usa la naturaleza para manifestarse en sus procesos para mantener cierto equilibrio entre sus habitantes. Un ejemplo puede ser la evolución por selección natural de Darwin, que muestra una lucha encarnizada para que los organismos más aptos puedan sobresalir y “dominar” al resto de su competencia, y así erigirse en triunfadores. Éste puede ser el caso de nosotros mismos: los seres humanos.
¿Pero, quién triunfó al final? ¿Quién perdió? ¿Cuál es el organismo superior? En el principio, nuestra cadena de antecesores fue la más hábil para crear, a partir de conocimiento y tecnología, armas de piedra, con el objetivo de cazar a sus presas y tal vez con el objetivo de eliminar a otros homínidos que representaban una competencia directa.
En este sentido, para que cada uno de nosotros exista en este momento, se requirió que ninguna de nuestras líneas de antepasados se rompiera, dando lugar a nuestra creación y evolución, reforzando la idea de criaturas superiores.
¿Creación perfecta o mecanismo disruptivo?
Es común considerarnos la creación más grande de la naturaleza, pero dentro de toda esfera de posibilidades, como lo comenta el profesor Bill Bryson, puede ser que en verdad seamos una creación perfecta, aunque también podemos ser un mecanismo disruptivo que triunfó sobre otros, sin que en verdad hubiéramos sido la mejor opción para el huésped que nos mantiene.
Para entender lo anterior, es posible recurrir a la siguiente definición: “un virus es una serie de agentes microscópicos que actúan en forma de parásitos y que requieren de una célula huésped para poder replicarse e infectar, causando una enfermedad al mismo organismo que los alojo”.
Este comportamiento es muy parecido a lo que hemos hecho los seres humanos a lo largo de nuestro devenir histórico en este planeta, y que inteligentemente ha sido manifestado por la película “Matrix”, cuando, entre la batalla de hombres y máquinas, el agente Smith atrapa a Morpheus y, al interrogarlo, le dice: “Me gustaría compartir una revelación con usted. En el tiempo que he estado aquí, me vino a la mente cuando intentaba clasificar a su especie. Me he dado cuenta que ustedes no son mamíferos. Cada mamífero en el planeta instintivamente desarrolla un sentido de equilibrio con el medio ambiente que le rodea, pero ustedes los humanos no lo hacen. Ustedes se mueven a un área, y se multiplican y multiplican, hasta que cada recurso natural es consumido. La única forma de sobrevivir es entonces moverse hacia otro lugar. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón. Un virus. Los seres humanos son un cáncer, un cáncer de este planeta; ustedes son una plaga y nosotros, las máquinas, la cura”.
Incluso si pensamos de manera futurista y con cierta ficción, al proseguir en la persecución de armar un cerebro “pensante” en una computadora, como lo que se ha intentado lograr con la nueva computadora “Eva”, no es nada descabellado pensar que las máquinas, en su despertar de circuitos neuronales, nos lleguen a considerar inferiores, si es que nos enmarcamos en su proceso lógico – matemático.
¿El virus que infectó la Tierra?
Siguiendo en este contexto ¿será que la Tierra es el organismo huésped y nosotros somos el virus que la infectó? Es decir, al igual que los leucocitos o glóbulos blancos son la defensa y atacan al organismo infractor que impide el equilibrio en nuestro cuerpo, la Madre Tierra ha manifestado su descontento con nosotros por haber desequilibrado el efecto invernadero, aumentar el calor, contaminar las aguas, los bosques, el aire y saquear los recursos naturales sin temor a agotarlos.
Es una posición muy dura el catalogarnos como una especie que tiene comportamiento de un virus; pero para poder responder con algo de certeza, hay que analizar nuestra constitución dentro de los “genes” y los “memes”. Los primeros son la unidad de ADN hereditaria básica y los segundos, de acuerdo a Richard Dawkins, son una unidad de transmisión cultural o unidad de imitación, una especie de replicadores.
Gracias a los genes cada uno de los seres humanos puede transmitir sus características físicas a otro individuo cuando se procrea; sin embargo, la pregunta recae sobre la forma en que se pueden transmitir las características culturales, ideas, frases, modos de comportamiento, valores, modas. Precisamente es ahí donde el profesor Richard Dawkins señala que al igual que existe una “fuente de genes” por la cual se mezclan hombre y mujer para crear un tercer ser que comparta rasgos y características físicas y biológicas de sus progenitores; existe una “fuente de memes”, en donde reside una mezcla de componentes que ha sido definida como una “sopa de cultura humana”.
La explicación de Dawkins, aunque resulte aventurada, se sustenta en que cada vez que se planta una idea o concepto de un cerebro a otro, gracias a la imitación, se está parasitando éste y se convierte en otro vehículo más para la propagación de ese “meme” en particular. Todos los días estamos influenciados con ciertos arquetipos de conducta y comportamiento que van moldeando nuestra forma de actuar en la vida diaria.
Influenciables desde el nacimiento
Desde que nacemos se nos inculca, en la mayoría de los casos, el equipo de fútbol al que le vamos a ir o también el tipo de religión que vamos a profesar, incluso en algunas ocasiones hasta la profesión que vamos a ejercer, todo dentro del marco de propagación y copia de cerebro en cerebro.
El problema se presenta cuando, en la diseminación de un meme, imperan factores negativos de la naturaleza del hombre, lo que da a lugar a nuevas mutaciones que se propagan a mayor velocidad y que infectan rápidamente a diversos huéspedes.
Ahora, también este tipo de transmisión mental ha logrado grandes desarrollos y éxitos como es el caso del lenguaje, la ciencia, la pintura, la música, la escultura, la poesía, la literatura, etc.
La combinación adecuada, siguiendo el patrón descrito por Dawkins, está en permitir la réplica de valores axiológicos correctos estableciendo el bien común y personal, sin afectar a otros, como principal premisa de comportamiento biológico evolutivo. Es decir, debemos transmitir, aparte de los genes, los memes que nos componen, con el fin último de preservar nuestra especie y no dañar a los demás seres vivos que habitan y comparten el medio ambiente.
Además, es vital que cuidemos a nuestro huésped (Tierra), si es que somos un virus, pues antes de iniciar con ávida esperanza la conquista de otros planetas, con robots teledirigidos en cápsulas espaciales, debemos procurar el ecosistema y no saquear a la Tierra de sus recursos básicos. Al crear un desequilibrio biológico, solamente estamos acelerando nuestra propia tasa de extinción y nos exponemos a quedarnos como reminiscencia de unos seres que, trabajando como virus, frenaron su evolución, y no como una máquina física, química, biológica, eléctrica y magnética que puede bien liderar el camino hacia nuestra siguiente etapa como seres humanos, con cabida para diversos organismos. En resumidas cuentas, somos simbióticos, unos necesitamos de otros.