Rodrigo Soto Moreno
Una comejenera, según David Attenborough, resulta ser un nido del comején muy bien elaborado, y lo que por fuera podría asemejarse a un castillo medieval; por dentro cuenta con grandes avances tecnológicos en su diseño ingenieril, donde aproximadamente 2 millones de termitas trabajan en forma cooperativa, pero sobre todo eusocial.
Pero para contar con un concepto más claro del logro arquitectónico de estos insectos, y darnos una idea de la escala de sus construcciones; nosotros los seres humanos tendríamos que erigir un edificio de más de un kilómetro de altura, superando los 829.8 metros del Burj Khalifa en Dubái, que es el más alto en la actualidad. Como lo dice Judith Korb: resulta increíble que estas termitas con un tamaño menor a 1cm, puedan construir “edificios” de 500 veces su tamaño.
Aunado a esto, dentro de la residencia de las termitas, existe una especie de “aire acondicionado”, pues el propio Attenborough nos comenta que la torre a la vista, la cual puede superar en altura a un ser humano, cuenta con ventilación para evitar el calor sofocante y utiliza los vientos tradicionales para orear y permitir la entrada de aire fresco, logrando un clima adecuado para todos esos insectos. No conformes con esto, los obreros cultivan madera y plantas que recolectan, con el objetivo de proliferar un hongo, para que descomponga los cultivos y los haga más fáciles de digerir.
Buscando comprender el esquema central de construcción de las termitas, y de acuerdo al escrito “Bot the builder, automated construction” en The Economist, se ha encontrado que unas pocas simples reglas codificadas en su sistema nervioso, por medio de la evolución y reguladas por señalización química con las feromonas, logran producir esa ilustre arquitectura. Aquí debemos recordar que este tipo de comportamiento, donde acciones simples se combinan para producir resultados complejos, es lo que denominamos como emergencia o surgimiento.
Estos principios de la emergencia y la construcción del hogar de las termitas, están siendo explorados por un grupo de investigadores de Harvard, liderados por Justin Werfel, quienes han creado unos robots, inspirados en esos termes, con el objetivo de que puedan también construir estructuras al combinar ciertos bloques magnéticos, en una red tridimensional, con reglas simples como: “avanza hacia delante”, “avanza hacia atrás”, “coloca un bloque”, “sube un bloque”, “desciende de un bloque”; aclarando aquí que los robots no pueden quitar bloques y cuando no pueden colocar uno, porque otro ya se encuentra en ese lugar, deben entonces seguir su rutina hasta alcanzar el objetivo deseado en su programación.
De acuerdo a Judith Korb y su artículo en Science, estos robots están actuando como termitas, de forma local, logrando construir estructuras complejas, de forma global, solamente al guiarse por reglas simples y el intercambio de información de su medio ambiente, incluidos aquí los otros robots. Vale la pena recordar que el gran esquema de construcción de la termitas es proveído por la selección natural y evolución, mientras que el de los robots por el diseño computacional de los ingenieros. Por lo pronto, estas termitas artificiales, solamente pueden crear pirámides, similares a las de los primeros humanos, pero seguramente el replicar y aprender sobre la ingeniería emergente de los termes, resultará en que se puedan erigir estructuras más complejas.