Revista número 101, 29 de marzo de 2010, páginas 32 a 35.
¿Quién hubiera pensado que él fuese a terminar de esa forma; él, que había sido un diplomático, un consejero, un pensador, un analista preciso, un estudioso del comportamiento humano, un sociólogo, un filósofo, entre otras cosas que se necesitan para ser un político? ¿Quién hubiera pensado que ahora tendría que dejar de usar su mente para usar sus manos para obtener el alimento? Triste era el exilio, rutinaria era su vida.
Miró hacia el cielo y descubrió que había llegado la mejor parte del día: la tarde, que era la que más ansiaba después de un duro y tedioso día laboral, sin sustancia de valor, desarrollado sólo con el fin de conseguir dinero para sobrevivir.
Fue así como Nicolás entró en su casa y se fue directamente a su estudio, donde se quitó las ropas sudadas, sucias y embarradas de lodo, debido a su pesado trabajo, para cambiarse y ponerse el traje que él llamaba: “digno de la corte y el palacio”, con el objetivo de transportarse idealmente a mejores tiempos.
ERAN OTROS TIEMPOS
Esos tiempos eran aquéllos que le recordaban una vida plena y para lo que había nacido: para la discusión, el análisis, la creación, la estrategia y la escritura política. Era esa vida la que lo hacía sentirse realizado plenamente, y era esa misma vida la que lo inspiraba para seguir en la brega cotidiana.
En una misiva dirigida a Francesco Vettori, según Wikipedia, le decía: “cuando llega la tarde, regreso a casa (del trabajo y de la taberna local) y camino hacia mi estudio. En el umbral me desnudo, para quitarme la ropa diaria de trabajo sudorosa, sucia de lodo, y me pongo el traje de la corte y el palacio, y en ese vestido más serio, entro en la corte de los antiguos, siendo bienvenido por ellos, y ahí disfruto de la comida que sólo es mía, y para lo que yo nací. Ahí me atrevo a hablar con ellos y preguntarles el motivo de sus acciones, y ellos, en su humanidad, me responden. Por ese espacio de cuatro horas, me olvido del mundo, no recuerdo ninguna vejación, la pobreza no me da miedo, no tiemblo más ante la muerte; paso realmente a su mundo”.
EL PRÍNCIPE
El breve texto anterior se refiere al exilio que sufrió Nicolás Maquiavelo, filósofo y escritor político italiano, considerado uno de los principales fundadores de la ciencia política moderna, según Wikipedia. Para muchos, su mayor aportación es El Príncipe, libro que ha sido de cabecera y consejero fiel de diversos actores políticos de la antigüedad y de los tiempos actuales.
Existe un debate en relación con el objeto de El Príncipe, pues los métodos propuestos resultan cuestionables para el beneficio común de un pueblo. También se debate en relación con el personaje utilizado: si fue o no basado en César Borgia, o si realmente se tomó como modelo al Papa Alejandro VI; es decir, a Rodrigo Borgia, padre de César.
Las opiniones en torno a las estrategias de Maquiavelo están divididas. Unos sostienen que se requiere un príncipe para subir al trono, y para lograrlo y hacerse del poder, le es permitido recurrir a todos los medios a su alcance –de donde se infiere que “el fin justifica los medios”.
Otros estudiosos piensan que en la época en que vivió Maquiavelo, época de intrigas, conspiraciones y traiciones, la única forma de mantener el orden era por medio de un príncipe dotado de poder dictatorial; pero, una vez restaurado el orden, debía ceder ante la república y rendir cuentas.
TODOS SOMOS POLÍTICOS
Pero, entremos en el tema: hablar de política no resulta nada sencillo, pues es común que se le vea como una actividad carente de sentido social y de sentido común, fría y calculadora, entre otros atributos negativos. Empero, si hacemos un análisis detenido, nos daremos cuenta de que todos somos políticos en cierta forma.
Recordemos lo que dijo Aristóteles, en el sentido de que, por naturaleza, el hombre es un animal político. Hemos, pues, pasado de ser homínidos políticos, con nuestros antepasados, a hombres políticos.
Pensamos así que, en nuestras primeras organizaciones, cuando compartíamos el alimento alrededor del fuego y discutíamos la supervivencia y el beneficio de nuestra especie para el futuro, las tareas de organizar al pueblo, crear y regir de cierta forma los primeros vestigios de un Estado, eran conferidas a los más sabios, o, en ocasiones, a los más fuertes, tal vez en busca de mantener un orden social, económico, político y religioso, en beneficio de lo que ya podía llamarse sociedad.
EL DICTUM DE ACTON
Sin embargo, recordemos la frase célebre de lord Acton, conocida como el Dictum de Acton: “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. De aquí que muchos dirigentes, a lo largo de la historia de la humanidad, hayan hecho de la política una herramienta de engaño al pueblo, mientras saquean sus arcas y lo dejan en la ruina.
También son conocidas las frases cínicas, aunque también jocosas, como la dicha en la película Arráncame la Vida, por el general Andrés Ascencio, cuando su esposa le pregunta por qué a todo mundo le dice que sí va a ayudarlos, y él le responde: “prometer no empobrece”, frase con la que el pueblo quiere etiquetar a todos los políticos.
Pero no debemos generalizar. Es cierto que podemos encontrar algunas manzanas podridas, pero no por ello vamos a tener toda la cosecha desperdiciada.
CIENCIA POLÍTICA
Lo que pasa es que la política debe recurrir más a la ciencia; y, cuando hablemos de ella, debemos no solamente referirnos a la política, sino a la ciencia política, con el fin de que el ciudadano la acepte y la considere como una actividad benéfica para la sociedad.
El desarrollo de la política en el devenir histórico de la raza humana debe ir ligado estrechamente a la ciencia. Solamente así podremos satisfacer las aspiraciones de una sociedad que demanda libertad, igualdad y fraternidad, como en su momento lo proclamaron los hacedores de la Revolución Francesa.
GENÉTICA POLÍTICA
Volviendo con Aristóteles y la naturaleza política que viene determinada en cada uno de nosotros, vemos que la ciencia, al estudiar la política, devela, de acuerdo con Scientific American, en su estudio de la genética de la política, que podríamos tener insertado en nuestra biología el deseo político.
James Fowler, científico político, ha estudiado a individuos que son gemelos fraternales e idénticos. Su estudio sugiere que, genéticamente, podemos tener la predisposición a votar o simplemente a abstenernos de hacerlo. Incluso, es muy interesante lo que ha encontrado Fowler, en el sentido de que las personas que son propensas a votar, parecen estar programadas para hacerlo, y nos dice lo siguiente: “es como si las personas que votan estuvieran programadas para mantenerse votando, incluso cuando su sentido común les diga que es probablemente inútil; por otro lado, existen personas que no votan, no importa lo que pase…”.
Para Fowler las personas votan aunque sepan de antemano que su voto no vaya a cambiar el resultado de una elección, y las que no votan no sienten el deseo de hacerlo, o no se sienten motivados a ello.
Analizando a los gemelos idénticos (monocigóticos, un óvulo y un espermatozoide) y fraternales (dicigóticos, mellizos, dos óvulos y dos espermatozoides) y sus historias de votación, se encontró que de 326 gemelos idénticos y 196 fraternales, la genética es responsable en un 60 por ciento de diferencias en el voto entre los tipos de gemelos; el restante 40 por ciento de diferencia proviene de factores ambientales o sociales.
Otros estudios, éstos del genetista Robert Plomin, han arrojado que la genética es responsable de un 40 por ciento en la diferencia de votación entre los tipos de gemelos, lo que abre la puerta a que un 60 por ciento de la propensión al voto esté determinada por la influencia social y ambiental.
Se requieren posteriores estudios que refuercen las investigaciones aquí descritas; pero, por lo pronto, resulta llamativo inferir que Aristóteles tenía razón: nuestra genética juega un papel importante en el hombre político que llevamos, o no, dentro.
GENES E INCLINACIÓN POLÍTICA
Pasando ahora a otros estudios relacionados con la política científica, tomamos el escrito de Jordan Lite en Scientific American, en el cual se menciona un estudio publicado en el Journal of Political Psychology, donde también se pretende identificar si los genes son responsables de determinar si cierta persona es liberal o conservador, o, para el caso de Estados Unidos, si es demócrata o republicano.
El estudio, llevado por Sam Gosling, Dana Carney y John José, se fundamenta en analizar los dormitorios estudiantiles de universitarios y las oficinas de los profesionistas. Los resultados señalan que los dormitorios y las oficinas de los liberales tienden a ser llenos de colorido, con libros de viajes, etnicidad y feminismo, así como discos de música folk, rock moderno, al igual que recuerdos de viajes y tickets de cine.
Por otro lado, los dormitorios y las oficinas de los conservadores tienden a estar rodeados por calendarios, estampas postales, recipientes para la ropa sucia, aditamentos para coser, aspirar, decorados con carteles o artículos de deportes y banderas -en este caso, la bandera de los Estados Unidos.
La inferencia, para Carney, es que los liberales pasan el tiempo pensando; gravitan, en su mayoría, en relación con el arte y cosas que no son tan concretas; pero, para el caso de los conservadores, el orden tiene que mantenerse; no les gusta la ambigüedad, y son amantes de tener todo organizado, para sentirse en un ambiente seguro.
Se han realizado nuevos estudios para comprender cómo eran las discusiones políticas de nuestros ancestros homínidos, para deducir el origen de éstas y analizar los comportamientos. Lo anterior se ha logrado gracias al apoyo de la resonancia magnética funcional, para ver las regiones del cerebro y también pruebas genéticas para el estudio de nuestro ADN.
Un punto interesante que se destaca en la política científica, explorado por Lite, es que los seres humanos contamos con las llamadas “neuronas espejo”, que disparan cuando vemos a alguien que se comporta como nosotros y de cierta forma sentimos empatía con esa persona.
LA NEUROPOLÍTICA
Ahora se habla de una nueva disciplina ligada a la política y a nuestras decisiones, llamada neuropolítica, que pretende analizar los neurotransmisores, como lo señala Lite. Ejemplifica con la serotonina, que regula las interacciones sociales, así como la confianza y el miedo.
Para el profesor de ciencia política, no existe un solo gen para indicar al demócrata o al republicano, al liberal o al conservador. Sin embargo, los genes pueden ayudarnos a esclarecer cómo nos sentimos social o políticamente respecto del mundo y también cómo concebimos nuestro ambiente.
Lo que podemos constatar, gracias a lo anterior, es que ahora la política está siendo analizada desde el punto de vista científico, con el uso de herramientas que, bajo un estricto método científico, nos darán conclusiones más concretas y específicas de la conducta política de los individuos, y tal vez podamos trazar tendencias de votación, los ganadores de una elección; determinar efectivamente a qué partido se afiliarán los individuos, entre muchas otras.
Sin embargo, cuando logremos esos avances -si es que se logran-, deberemos tener cuidado de que el progreso científico en materia política no sea usado para crear condicionamientos al estilo Pavlov, para inducir a los individuos a votar por x o y partido, sino que se respete la libertad de opinión. Nadie quiere un estado al estilo controlador y dictatorial de Leviatán, ni tampoco un “Big Brother” que nos suprima la libertad y la intimidad.
Para ir cerrando el tema, pensemos que el binomio de política y estado se encuentra fuertemente relacionado. Es difícil hablar de política sin incluir al estado, y viceversa; todavía más hoy día, en que el estado ha tenido que intervenir ante la caída capitalista de los mercados, de los países y de las empresas.
Incluso The Economist, en su artículo “Smart Status”, comenta que, debido a esto, los estados han crecido en demasía, al tener, por ejemplo, el control de empresas, como lo sucedido con GM,. Pero, el principal reto para el Estado en 2010, será hacer más con menos recursos, pues la recuperación económica, tanto de individuos como de empresas, aún está lejana.
Incluso, en el citado artículo se expone que, tradicionalmente, a los estados les cuesta trabajo reclutar a las personas más brillantes, para que se incorporen a al sector público y político, y que, ante la crisis vivida el año pasado, la tarea ineludible para los estados (gobiernos) será incorporar a sus filas, no a cualquier individuo que diga traer la camiseta puesta, sino a los mejores y los más brillantes.
Recuerdo haber escuchado, en alguna ocasión, de algún creativo político, la aseveración de que si la política se acerca más a la ciencia, entonces será más fácil reproducirla. Además, mientras el estado y los políticos, con sus reformas generen progreso en materia económica principalmente, siendo extendida ésta a los ciudadanos, difícilmente tendrán queja de sus gobernantes y representantes en las cámaras.
IDEAS ERRÓNEAS Y OBSOLETAS
Como dijo Leo Zuckermann: en una encuesta de consulta Mitofsky se obtuvo que el 55 por ciento de los mexicanos quisieran que México se pareciera a Estados Unidos, y la razón fundamental es la economía. También nos dice que es hora de eliminar aquella idea de que los mexicanos vemos con buenos ojos la pobreza. Y por último menciona que el mensaje es claro para los políticos de nuestro país: es decir, que los mexicanos no estamos peleados con el progreso económico y que eso es lo que anhelamos.
La conclusión es simple: la política debe apegarse a la ciencia para tener validez científica y, así, mejor aprobación, por parte de la población, de las estrategias adoptadas, y poder reproducirse con mayor facilidad; así como hacer hincapié en que los políticos busquen el desarrollo y el crecimiento económico, especialmente en nuestro país.
Referencias.
Lite, Jordan. The body politic: “Can we tell from pols faces if they´re competent?”, Scientific American, February 2009.
Wooldridge, Alan. “Smart States, The World in 2010”, The Economist, December 2009.
Lite, Jordan. “Political Science: What being neat of messy says about political leanings”. Scientific American, October 2008.
“The Genetics of Politics”, Scientific American, November 2007.
Niccolo Machiavelli. http://en.wikipedia.org/wiki/Niccolò_Machiavelli