Rodrigo Soto Moreno
En mis efímeros momentos de reflexión, he llegado a la conclusión que prefiero definir al ser humano como explorador versus conquistador. Lo anterior para magnificar nuestra capacidad inquisitiva y de asombro por naturaleza, para continuar haciéndonos preguntas sobre el cosmos y trabajar en las respuestas; contrario a desenvainar la espada para imponer una ley, una doctrina política o religiosa, o simplemente por nuestro afán expansionista con claras intenciones de subyugar y explotar a otros.
Dentro de mis breves instantes de disparos neuronales filosóficos, considero también que la cooperación entre seres humanos, así como el apoyo y respeto a otras formas de vida, resultan ser puntos neurálgicos en el devenir histórico ligado a nuestro progreso. Sin embargo el ayudarnos unos a otros y a otras especies pareciese imposible, sobre todo en la actualidad, que pareciera imperante la soberbia y avaricia individualista dándole prioridad al tener sobre el saber.
Aunado a lo anterior, solemos pensar que el avance de la civilización humana ha estado ligado a grandes políticos, líderes de estado, pero lo cierto es que el progreso real de la humanidad lo debemos en su mayoría a los científicos y no lo digo yo, sino Neil DeGrasse Tyson, quien en una entrevista con Bill Maher nos remarca “si lees un libro de historia, puedes pensar que la historia de la humanidad gira en torno a los conquistadores o líderes políticos, pero la civilización como la conocemos y entendemos, realmente gira en torno a los trabajos de personas que nos precedieron y cambiar la forma en que interactuamos con las leyes de la naturaleza”.
En épocas anteriores supongo que en la mente de los científicos estaba concentrada, en primer lugar, en buscar la explicación de cierto fenómeno para comprender la naturaleza o el cosmos, caso contrario en la actualidad cuando vemos a los científicos que quieren un resultado a toda costa, para adecuar su narrativa y publicar su trabajo en un journal especializado, que le otorgue puntos para mantener su nivel de investigación y sus remuneraciones económicas.
Claro no debemos olvidar que si bien es cierto que el dinero es importante para tener una vida digna, también es importante lograr la satisfacción indescriptible de acercarnos a comprender la naturaleza, el cosmos y por ende lograr ubicar nuestra posición en el universo. En este tenor DeGrasse Tyson nos recuerda que somos el producto de una evolución al azar y que no existe un plan maestro para cada uno de nosotros, sino que cada uno vamos haciendo camino al andar, como dice la canción, y que el refrán: “A Dios orando y con el mazo dando” se erige con fuerza.
Somos insignificantes comparados con el tamaño del universo y no solo eso, sino que nuestra existencia fue producto de mutaciones, de organismos unicelulares que iteraron y se organizaron en organismos pluricelulares, del azar ligado a la supervivencia del más apto y del más sexy, en donde gracias a los golpes de meteoritos a nuestro planeta, se formó la luna, satélite vital para nuestra órbita y para la influencia gravitacional, así como la posición privilegiada de la Tierra en la zona de “planetas ricitos de oro”, que según Wikipedia se refiere textualmente: ” término coloquial para designar a un hipotético exoplaneta ubicado en la zona habitable de una estrella; a menudo el término se usa específicamente para los planetas con un tamaño similar a la Tierra (es decir, análogos a la Tierra)”; aunado al golpe meteórico que contribuyó a la extinción de los dinosaurios, abriendo paso a los mamíferos, a los primeros homínidos para posteriormente a nosotros los seres humanos, parafraseando al gran DeGrasse Tyson.
Hemos evolucionado y nuestros disparos neuronales nos han abierto la puerta a nuevas opciones, en donde debemos decidir si avanzamos en la escalera evolutiva, siempre con el riesgo de autodestruirnos por el mal uso de la tecnología. Esa inquietud por descubrir y aprender es vital para nuestra especie y con esto recordamos lo que dice el personaje de Cooper, dentro de la película Interstellar: “La humanidad nació en la Tierra, pero no está destinada a morir aquí”. Pero sobre todo cuando Cooper señala: “Nos gusta definirnos por medio de la habilidad que tenemos para sobreponernos a lo imposible, y contamos esos momentos, que nos hacen apuntar alto, romper las barreras y buscar alcanzar las estrellas, es decir hacer conocido lo desconocido. Contamos esos momentos como nuestros logros más destacados. Pero hemos perdido eso. O tal vez hemos olvidado que todavía somos pioneros y que apenas hemos comenzado y que nuestros mayores logros no pueden estar detrás de nosotros, porque nuestro destino está por encima de nosotros”.
Pero para liberarnos del límite de nuestra mente y de nuestro planeta, debemos primero cultivar a la población, educarla y mostrarle el camino adecuado para el progreso, siendo aquel ligado a la ciencia, la tecnología, la innovación, las patentes, al mercado y el posterior riego de beneficios a la población en general. Para ello, existe una frase de Carl Sagan que sintetiza lo anterior “Nuestra especie necesita y merece, una ciudadanía con la mente despierta y un conocimiento básico de cómo funciona el mundo”.
Además como dice Carl Sagan “somos una especie adaptable…y no seremos nosotros los que lleguemos a Alfa Centauri y las otras estrellas cercanas. Será una especie muy similar a nosotros, pero con más de nuestras fortalezas y pocas de nuestras debilidades. Confiados, previsores, capaces y prudentes. A pesar de todos nuestros defectos, a pesar de nuestras limitaciones y falibilidades, nosotros los seres humanos somos capaces de grandeza”.
Aquí el video de Carl Sagan, al que nos referimos en líneas anteriores:
Pero la decisión es de cada uno de nosotros, o cooperamos unos con los otros, además de contar con momentos individuales eureka que nos impulsen a seguir innovando, patentando y generando riqueza o caemos en la soberbia de la avaricia individualista, sustentada en nuestra ceguera de que todo lo podemos sin necesitar de otros, aunque la realidad sea que nadie de nosotros es un Atlas para soportar y cargar el peso de todo el planeta.
No somos tan importantes como creemos, ni el motivo central de la creación, solamente una rama pequeña del gran árbol de la evolución, creados por el azar de iteraciones y combinaciones de organismos unicelulares, compartiendo átomos con todo el universo; y no solamente emparentados con los primates, sino también con las plantas y otros seres vivos. Pero si nos negamos a entender lo anterior, me temo que tendré que recurrir a no aventar flores a los puercos, con perdón de los cerdos.