Nuestro universo microbiano

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Todos nosotros en cierto punto de nuestras vidas, hemos requerido la atención directa o indirecta de un doctor en medicina, quien valiéndose de sus estudios, de sus investigaciones, de su experiencia, así como de los exámenes que se nos practiquen, busca determinar con certeza nuestro padecimiento, con el fin de elaborar un “traje a la medida” de tratamiento, para nuestra recuperación de la mejor manera posible.

Sin embargo, a pesar de todos los adelantos médicos, del caudal de información sobre ciertas enfermedades, el intercambio de experiencias en congresos o con otros colegas, además de toda la tecnología que auxilia al diagnóstico, de estos juradores de Hipócrates; muchas veces la lucha en contra de la muerte, tratando de evitar que el Caronte haga su trabajo y nos transporte a una última morada; se torna complicada para los médicos y obviamente para el paciente, pues la enfermedad resulta ser más difícil de erradicar que lo pronosticado, para mantenernos con calidad de vida en este planeta.

Obviamente no soy un experto en ciencia médica y mucho menos en la aplicación de la misma, pero he leído ciertos artículos que podrían abrir nuevas puertas hacia la estrategia en cuanto a realizar un diagnóstico, tal vez más acertado en cuanto a los padecimientos y enfermedades que nos aquejan conforme nos vamos acercando a volver a ser polvo de estrellas, según lo refirió el gran divulgador científico Carl Sagan.

En este sentido, imagino que en un futuro no muy lejano, dentro de la relación médico – paciente, los galenos aparte de solicitar los exámenes tradicionales de sangre, como biometría hemática, perfil bioquímico, entre otros; también recurrirán a solicitar un examen de nuestro universo microbiano, con el fin de no solamente recetar para nuestros genes, sino para los de los millones de microbios que viven en aparente simbiosis en nuestro cuerpo.

Por ejemplo, en el escrito de Richard Conniff, titulado: “The body eclectic” publicado en la revista Smithsonian, se nos comenta que si bien nosotros poseemos con alrededor de 21,000 genes, que nos definen, por otro lado contamos con residentes microbianos con un aproximado de 8 millones de genes, que también colaboran al mantenimiento y buen funcionamiento de nuestro organismo.

Hablando entonces de la cantidad de huéspedes o polizones que cohabitan nuestro cuerpo, tenemos que de acuerdo a Conniff, hay más de 1,000 especies de microbios en nuestra boca, al igual que otras 150 especies detrás de las orejas y 440 en el antebrazo; logrando llegar a contar alrededor de 10,000 especies diferentes de microbios en cada uno de nosotros. Pero aquí, Conniff, nos revela un dato muy interesante en cuanto a la diversidad microbiana, pues señala que nuestro brazo izquierdo puede tener solamente un 17 por ciento de las especies de bacterias con que cuenta el brazo derecho.
Sabemos que los microbios en nuestro ecosistema, son en su mayoría benéficos, pues nos ayudan a digerir la comida, fortalecer nuestro sistema inmune y protegernos de patógenos peligrosos y aunado a esto, las investigaciones han revelado, como lo dice Richard Conniff, que ciertos cambios en nuestro universo microbiano se encuentran ligados a diferentes padecimientos problemáticos de la actualidad como las alergias, la diabetes, el síndrome de intestino irritable, hasta incluso problemas psicológicos o psiquiátricos como la depresión y esquizofrenia, por increíble que parezca.

Otros datos interesantes, ofrecidos por Conniff en su escrito, son en relación a niños de 6 meses de edad y que son expuestos a antibióticos, pues tienen 22 por ciento de probabilidad de presentar sobrepeso, en comparación a otros sin exposición a los antibióticos durante ese tiempo de vida. Aquí los estudios señalan que los medicamentos eliminan flora microbiana importante.

Por otro lado, tomando en cuenta experimentos en ratones, se ha encontrado que la carencia de microbios esenciales en el tracto intestinal, en los primeros años de vida, conduce a perturbaciones en el sistema nervioso central y ciertas alteraciones en los niveles de serotonina en el cerebro adulto. Algunos investigadores piensan que lo mismo puede suceder en los humanos, según el propio Conniff.

En otro ejemplo, dentro de un estudio realizado en niños desnutridos, se determinó que el darles de comer no soluciona el problema, porque normalmente esos niños no cuentan con los microbios necesarios para digerir y absorber los nutrientes del alimento ingerido y no mejoran su nutrición.

Existen muchos otros ejemplos, pero al final de cuentas como lo hemos dicho, somos un superorganismo, contando con un ecosistema de células humanas y microbianas, donde las segundas superan a las primeras en 10 a 1. Por ello la importancia de que en un futuro se tome en cuenta nuestro universo microbiano, con el fin de diagnosticar mejor cierto padecimiento. Además cabe señalar que cada uno de nosotros, cuenta con diferente composición de microbios, en una especie de huella microbiana, misma que puede servir para identificarnos y analizar nuestra salud o enfermedad.

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