¿Existe el libre albedrío?

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Rodrigo Soto Moreno

Entre las múltiples adicciones que me acechan, considero una de ellas no tan dañina como las otras. Me refiero a la de comprar libros y amasar conocimiento, para que no sólo se encuentre en mis disparos neuronales creativos, sino también en el papel impreso.

Cuando entro a alguna librería para descubrir nuevos títulos de libros o remembrar algunos viejos conocidos, mi comportamiento resulta curioso, pues desde la perspectiva inicial parto de la idea de no adquirir nada, no porque no quiera, sino porque ya no tengo espacio para más libros. Sin embargo es rara la ocasión en que no encuentre algo interesante para leer y entonces mi mente se pone a calcular, como si fuese programación lineal, el costo del libro, el tema del mismo, el tamaño del mismo, su diseño, si es pasta suave o dura, el autor, pero sobretodo la valía que tendrá para estimular mis momentos eureka en ese delicioso vaivén de absorber y transmitir conocimiento.

Después de esos cálculos maquillados, la respuesta de mis disparos neuronales es casi siempre un 99.9% afirmativa en comprar el libro, pues termino convenciéndome de que en verdad es una buena inversión y que tomé la mejor decisión. Si bien es cierto que el iniciar una lectura, con el autor o el tema de nuestro interés, representa una maravilla intelectual, también debo anotar que mi inclinación a la compra de lectura cuenta con un sesgo a favor de la compra, siendo muy desbalanceado, en relación a no adquirir nada y simplemente ahorrar el dinero.

Mi punto con lo anterior es analizar y tratar de determinar la realidad entre mi libre albedrío para comprar un libro versus el condicionamiento genético y memético que tengo para no poder controlarme a esa compra, aunado a que mis disparos neuronales excitados con dopamina, me convencen de fue y sigue siendo la mejor decisión que puede haber tomado en ese momento.

Traslademos lo anterior a otros ejemplos o situaciones, como las visitas que hacen algunas personas a los casinos; la cantidad de copas de alcohol que ingerimos rutinariamente; las horas que pasamos frente al televisor; las horas que pasamos tocando la pantalla de nuestros dispositivos móviles; el tiempo que dedicamos a nuestras redes sociales, entre muchas otras cosas más. Las preguntas serían: ¿estamos conscientes del tiempo que dedicamos a todo ello? ¿Nosotros decidimos lo anterior con libre albedrío? ¿Será posible que entre mi adicción y la influencia de los medios me estén condicionando? ¿Estoy siendo condicionado?

Desde muy joven recuerdo que en materia de religión siempre se decía que el ser humano contaba con libre albedrío y que nuestro Padre o Dios, sabedor de los mejor para nosotros, siempre nos dejaba esa puerta abierta para que experimentáramos en cabeza propia lo errado que podemos estar en diversas situaciones y así aprender y obviamente esperando que rectificáramos hacia el camino del bien.

Otro punto importante aquí es lo que nos recuerda Yuval Noah Harari, acerca de Rosseau en relación a que debíamos de convencernos que nuestros sentimientos y deseos son la última fuente de significado y por ello nuestro libre albedrío, la más alta autoridad para tomar decisiones.

Sumado a esto, el propio Noah Harari nos dice las investigaciones científicas han encontrado que nuestros sentimientos y deseos funcionan como mecanismos bioquímicos que todos los seres humanos y animales utilizan constantemente para tomar decisiones y calcular probabilidades de supervivencia y reproducción.

Aquí me gustaría recordar también desde la perspectiva científica se ha discutido entre el determinismo de Albert Einstein y su frase en relación a que Dios no juega los dados y el Principio de Incertidumbre de Heisenberg que nos dicta que no podemos conocer el momento y la posición de una partícula u objeto si realizamos una medición de ellos.

Por su parte Bill Nye, dentro de Big Think, nos explica que todavía no sabemos a ciencia cierta lo que es la conciencia y aunado a ello tenemos libre albedrío pero hasta cierto punto, pues nos movemos o actuamos por cosas muy profundas como el querer obtener comida, hacer más personas o simplemente copular, así como la tendencia de que integrantes de una misma familia hacen cosas similares sin que se den cuenta de ello. Además nos dice que él está seguro que ha tomado decisiones relacionadas a lo que sucede a su alrededor y que de lo contrario no las hubiera tomado.

Continuando con Bill Nye, nos dice que en cuanto al Principio de Incertidumbre podemos saber dónde está el electrón o podemos saber la velocidad a la que viaja, pero no podemos saber ambas de forma exacta, porque cualquier cosa que utilicemos para medir moverá al electrón o cambiará su velocidad.

Habiendo dicho eso, prosigue Bill Nye, y desde su perspectiva como ingeniero y científico, comenta que nuestros cerebros están compuestos por reacciones químicas y las reacciones químicas, a cierto nivel, dependen de la mecánica cuántica en la interacción de partículas subatómicas que se expresa en el área de la electrodinámica cuántica. Entonces, dice Bill Nye, a determinado nivel existe cierta aleatoriedad en lo que pensamos porque estamos hechos de química que tiene aleatoriedad, sin embargo este científico considera que de forma general el comportamiento humano es muy predecible y mucha investigación apunta a que existe patrones que imperan en nuestras decisiones.

Aquí el video de la explicación descrita por Bill Nye:

Ahora analicemos lo que nos comparte el científico Michio Kaku al respecto, quien nos recuerda que de acuerdo al determinismo de Newton, el universo es un gran reloj al que se le dio cuerda en el inicio de los tiempos y siendo así, todo está fijo y preestablecido, incluso lo que vamos a comer en unos años en el futuro está escrito, esto si usamos las leyes del movimiento de Newton. Incluso Albert Einstein creía en eso y era por lo tanto un determinista y es aquí donde se pone interesante, pues podemos pensar que un asesino no es culpable porque, bajo esta tesis determinista, su comportamiento estaba predeterminado millones de años atrás. Sin embargo viene Heisenberg y nos dice que esto está mal y que existe incertidumbre y no podemos saber dónde se encuentra el electrón, pues está en diferentes lugares o en múltiples simultáneamente.

Lo anterior molestó a Einstein, por su ya conocida frase de Dios no juega a los dados, a lo que Michio Kaku agrega: “acostúmbrense Einstein estaba equivocado y Dios sí juega a los dados”, pues cada vez que miramos a un electrón, éste se mueve, hay incertidumbre. Entonces Kaku nos pregunta ¿qué tiene que ver todo esto con el libre albedrío? Pues que en cierto sentido sí tenemos algo de libre albedrío, porque nadie puede determinar tus eventos futuros, teniendo como información tu historia pasada, porque según Kaku, siempre existe un comodín en las cartas que jugamos y por ende incertidumbre en todo lo que hacemos.

Por último Michio Kaku nos comparte otro dato muy interesante en relación a que cada vez que se ve en el espejo dice que realmente no se está viendo a él mismo, se parece a él, pero no es él, no es él en este momento, sino que es él 1,000 millones de segundos en el pasado, porque es el tiempo en que toma en viajar la luz de sus ojos hacia el espejo y de vuelta.

Aquí el video del profesor Michio Kaku:

Para ir cerrando esta colaboración y no hacerla más larga, volvamos a las aportaciones de Yuval Noah Harari, y su propuesta de que somos algoritmos bioquímicos que han evolucionado a lo largo de millones de años y que por ende reaccionamos de cierta manera ante el hambre, el peligro o el deseo sexual. Sin embargo sumado a todo esto, tenemos dos nuevas corrientes, según Noah Harari, por un lado a los biólogos que continúan intentando descifrar los misterios del cuerpo humano, especialmente el cerebro y las emociones, y por el otro los científicos computacionales quienes nos están ofreciendo poder computacional muy elevado con gran procesamiento de datos (Big Data). Pero no todo termina ahí, pues para Yuval Noah Harari, al mezclar a estos biólogos y a los científicos computacionales tendremos sistemas computacionales y biológicos complejos que podrán monitorear y entender mejor mis sentimientos que yo mismo.

Incluso en la actualidad y como lo comenta Yuval Noah Harari en su libro Homo Deus, el algoritmo de Facebook es un mejor juez de las personalidades y disposiciones humanas, superando a los amigos, familiares e incluso al cónyuge, de nada uno de nosotros. Es decir Facebook nos conoce mejor a nosotros, que nosotros mismos.

Mi punto es que la posición del libre albedrío, al incorporar todas estas variables, se torna complejo y tal vez se debilita, pues nosotros al ser movidos por algoritmos, qué impide a los medios masivos de comunicación y al poder computacional de Google y Facebook en inclinarnos a tomar cierta decisión, aunado también a nuestras adicciones dañinas o no y las diferentes personalidades que podemos utilizar en una especie de comportamiento al estilo Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

Luchamos entonces contra nuestra herencia genética y memética, sumando la influencia social, la educación, la posición socioeconómica y las reacciones bioquímicas como algoritmo que suceden en nuestra cabeza, sin olvidar que todavía no desciframos la conciencia y que podemos estar, como lo hemos compartido en otras colaboraciones, dentro de un universo simulado, creado con código y en donde cada personaje tiene un papel determinado. ¿Será así? Yo me iría porque parte está determinado y parte es aleatorio, sin descartar el poder del biológico y del Big Data para condicionarnos.

 

 

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