
Nunca me cansaré de decir que mientras más estudiemos y repliquemos algunos comportamiento de la naturaleza, más afianzaremos nuestro camino y seguiremos avanzando en la senda evolutiva como especie. Queremos inventar el “agua tibia”, pero se nos olvida que la evolución darviniana con el sinfín de interacciones e iteraciones ha logrado diseños biológicos ingenieriles mucho más eficientes que los del hombre.
Ya hemos hablado en otros escritos sobre la increíble organización de hormigas, termitas y abejas, situación que las hace convertirse en un superorganismo y funcionar para todos en un aparente beneficio colectivo. También hemos descrito la inteligencia de los elefantes, esas bestias inteligentes y sentimentales, para resolver problemas de comida, así como la de los cuervos y su inteligencia corvidae para abrirse camino como especie e incluso siendo comparados con los grandes simios. Al igual que he recordado la gran capacidad de procesamiento neuronal de los delfines, como cuando pescan con los seres humanos y al final comparten el producto del trabajo colectivo. Sin olvidar la inteligencia de mis primos los primates.
Pero ahora me llama la atención un insecto en particular, denominado vespa orientalis, que increíblemente cultiva la energía del sol, a través de un pigmento amarillo que tiene como franja en su cuerpo, y es por ello que sale a realizar sus labores en el momento en que el astro rey está en su apogeo para cargarse de energía. De acuerdo a René Drucker Colín y otros responsables del contenido del libro “Pequeñas dosis de ciencia”, es que el exoesqueleto que cubre a este insecto social no refleja la luz como sucede en otros insectos sino que la absorbe.
De acuerdo a Drucker Colín ese pigmento amarillo contiene una sustancia denominada xantopterina, con la característica de absorber energía solar y transformarla en electricidad. Por otro lado de acuerdo a Marian Plotkin, de la Universidad de Tel Aviv y líder de este proyecto de investigación, comentó para National Geographic, que ya se sabía que este insecto producía energía eléctrica y realizando un estudio más profundo se encontró que el pigmento amarillo (mismo que se encuentra en las alas de algunas mariposas y en el color de la orina de los mamíferos) atrapa la luz, mientras que sus tejidos cafés generan electricidad, reflejando solamente el 1% de la luz que reciben. Sin embargo, Plotkin reconoce que todavía no se sabe cómo estos avispones utilizan la energía eléctrica.
Ahora la tarea de los investigadores es primero comprender al 100% el funcionamiento de esta generación de energía eléctrica por el vespa orientalis y replicar el proceso en ropa inteligente que pueda absorber la energía solar y posteriormente cargar algunos de nuestros dispositivos móviles, como nuestros celulares, tabletas o relojes. Nos transformaríamos así en fuentes andantes de energía. Las aplicaciones de esto podrían ser infinitas y muy prometedoras, además del aprovechamiento de la luz solar.
