Rodrigo Soto Moreno
Imagino que en cierto momento la apoptosis, o muerte celular programada, cumplirá su profecía y aparecerá en mí; pero antes de que camine en los Campos Elíseos o viaje al Valhala, quisiera tener la oportunidad de leer la confirmación de existencia de vida inteligente en otro planeta y así confirmar lo dicho por Ted Arroway, a su hija Ellie, dentro de la película de Contacto, cuando comenta “que si estamos solos, sería un desperdicio de espacio”.
Superando con creces el descubrimiento de América de Colón, el modelo heliocéntrico de Aristarco de Samos y posteriormente de Kepler, así como retando a la Gravedad de Isaac Newton, la Teoría General de la Relatividad de Albert Einstein, al igual que a la Teoría de los Agujeros Negros de Stephen Hawking, llegando hasta la Teoría de Cuerdas, misma que busca unificar la Mecánica Cuántica con la Relatividad General; el encontrar vida, pero sobre todo vida inteligente en otro planeta rompería todos los récords noticiosos, transformando el concepto de vida humano, al modificar todos los esquemas políticos, religiosos, económicos, culturales, sociales, biológicos, químicos, físicos, entre muchos otros que nos definen como especie y nos gobierna como seres vivos.
De nueva cuenta la raza humana se embarca en una gran misión, liderada por un vehículo espacial, del tipo rover (todo terreno), denominado Curiosity, mismo que pretende aterrizar en la superficie del planeta Marte este 6 de agosto, con el fin de encontrar tal vez organismos del tipo extremófilos, mismos que como su nombre lo indican, son aquellos que se desarrollan o viven de forma física o geoquímica en condiciones extremas, en donde muchos otros seres vivos morirían.
Sabemos que la vida siempre se abre paso ante las condiciones más inhóspitas, aferrándose a los pocos recursos y nutrientes que tienen, con el fin de continuar su paso evolutivo. Es por ello que el Curiosity, equipado con alta tecnología para analizar la composición química y biológica, buscará sobre todo localizar rastros de metano, con miras a que ahí estén escondidos los organismos marcianos. Además de tener particular atención a los extremófilos, que como sabemos pueden vivir en lugares ácidos y en altas temperaturas, como dentro de las fuentes hidrotermales.
Pero bueno, ¿porqué tanta emoción en encontrar extremófilos? Simple, porque existen teorías de algunos científicos, como lo señala el documento titulado: “Mars Exploration Rover Launches” de la NASA, que la vida se pudo originar en nuestro planeta, dentro de ventilaciones o entradas de aire caliente en la superficie de los océanos. De ahí tendríamos que especular que esa forma de vida localizada en Marte, tendría el mismo comportamiento de organismos unicelulares terrestres que se auto organizan para crear organismos pluricelulares y después de millones de años, tal vez podrían formar sistemas complejos.
Esto me recuerda a lo leído en el libro de Emergence de Steven Johnson y posteriormente lo que escribí en cuanto al surgimiento de la auto organización de los sistemas complejos, en donde captó mi atención lo descrito por Johnson cuando habló acerca del “moho” y como el mismo se encuentra como organismo multicelular, pero cuando las condiciones son adversas se repliega de esa forma de existencia y aparenta una muerte, sin embargo lo que únicamente sucede es que transforma su estado y se dispersa en formas más simples, es decir en organismos unicelulares para sobrevivir, esperando que las condiciones mejoren para volver a ser un moho. Este comportamiento cautivó la atención de diversos científicos, pues no podían comprender que un organismo sin tener un avanzado aparato cognitivo, tuviese la capacidad de mostrar inteligencia y adaptarse de mejor forma al medio ambiente, dependiendo de las condiciones, inhóspitas o favorables.
También, hablando de sistemas complejos y el aferre a la vida, me vienen a la mente los tardígrados, comúnmente conocidos como “osos de agua”, que son animales que en promedio miden 500 micrómetros (medio milímetro), que serían en tamaño, de acuerdo a William R. Miller, similar al punto al final de esta oración. Pero lo más sorprendente de estos animales, es según Miller, es que pueden eliminar un 97% del agua de su cuerpo, encogiéndose a un tercio de su tamaño original y ponerse en una especie de “pausa” o criptobiosis (suspensión de procesos metabólicos), en lo que puede ejemplificarse como un letargo, esperando condiciones más favorables y así poder resistir increíbles embates del medio ambiente, como por ejemplo: soportar temperaturas de 150 grados centígrados, 6,000 atmósferas de presión, 20 horas a menos 273 grados centígrados (cero absoluto), 20 meses a menos 200 grados centígrados, aguantar radiación ultravioleta y rayos x; además de que se piensa que en ese estado y bajo ciertas condiciones, pueden vivir más de 120 años.
Incluso en el 2007, nos cuenta Miller, los tardígrados se convirtieron en los primeros organismos multicelulares en sobrevivir al ser expuestos al medio ambiente en el espacio exterior, esto debido a que la Agencia Espacial Europea los llevó al espacio, dentro su misión BIOPAN 6 / Foton – M3 y los expuso directamente a radiación y calor solar, así como al vacío del universo. Lo sorprendente es que cuando los animales regresaron al planeta y fueron rehidratados, volvieron a comer, moverse, crecer, es decir, a hacer su vida rutinaria. Derivado de lo anterior, los tardígrados se han ganado, según Miller, el título del “Animal más extremo”, por sus capacidades de supervivencia, derrotando a los pingüinos y su gélido clima en la Antártica, a los camellos y su capacidad para soportar la sed en el desierto, a las lombrices redondas en lo abismos de la Tierra y también a la conocida gran superviviente: la cucaracha.
La vida continúa abriéndose paso y en este caso, parece como si el tardígrado detecta que existe “estrés” para continuar su vida rutinaria, por lo que decide ponerle “pausa” a su existencia y de cierta forma entrar un letargo metabólico, reduciendo sus necesidades y esperando a que las condiciones le sean favorables, al detectar agua en su cuerpo, para determinar así que el ese “estrés” se ha ido y puede resumir su vida otra vez. Estoy seguro que al estudiar este tipo de criaturas, los científicos estarán más cerca de definir mejor el surgimiento de la vida en nuestro planeta y tal vez comprender si la vida se puede darse en otro punto del universo, misma que evolucione hacia sistemas más complejos y emerja la inteligencia de ellos, como sucedió con nosotros.
Pero bueno, antes de adelantarnos a todo esto, solamente esperemos que el rover Curiosity, apoyado de todos sus recursos tecnológicos, aunado a la curiosidad inquisitiva en la mente de los científicos de la NASA, abra el camino al detectar organismos unicelulares extremos y tengamos más certeza en cuanto a cómo organismos simples pueden iterar, crear mutaciones y evolucionar en sistemas complejos, en otros lugares y no solamente en la Tierra. Estaremos al pendiente.