Atreverse a saber “sapere aude” y también a equivocarse

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Claire Belyea
Claire Belyea

Rodrigo Soto Moreno

Sapere aude, atreverse a saber, relacionado a atreverse a pensar, atreverse a equivocarse, atreverse a tomar riesgos. Esto recordando lo que escribí, hace algunos ayeres, en la revista Ciencia Conocimiento Tecnología, en el número 100, en el artículo titulado: “El alimento neuronal del ser humano: el conocimiento”.

Tomando textualmente lo que en su momento realicé, tenemos lo siguiente: “Reinaban el silencio y la oscuridad. No existía prácticamente nada. De pronto, un haz de luz que se manifestaba en un punto singular, se excitó tanto, que dio origen a una explosión, y lo que en su momento era tan ínfimo como un grano de arena, comenzó a expandirse velozmente.

Esa expansión cargada de partículas fue llevando el diseño precargado de todo lo que es, fue y será; construyendo así lo que conocemos como energía oscura, la materia oscura, los gases y, por último, las estrellas y los planetas.

Dentro de todo el arreglo de lo que supone infinito, de estrellas y planetas, resultó curioso que un sistema compuesto por un Sol colocado a una distancia idónea y sumando materia orgánica con intercambios químicos de energía, haya dado origen a una composición de vida, sin ningún diseño inteligente, que se abrió paso como ella misma sabe, y peleando con organismos rivales, para que los genes ganadores fueran los destinados a la siguiente generación.

De la vida entramos a lo que conocemos como evolución, como lo relata Carl Sagan en Cosmos, en donde puede rastrearse el camino evolutivo de la vida a las primeras moléculas de los mares primitivos, que crearon la primera bacteria, así como las primeras plantas, en una serie de atracciones y repulsiones biológicas y químicas, así como pasando de los primeros organismos celulares para llegar a los multicelulares.

En el agua fue donde prosperó la vida en el inicio. Allí surgieron los ancestros de los peces, que fueron al principio como larvas que se transformaron en nadadores libres ayudados por una clase de columna vertebral que terminaba en algo similar a una cola o aleta.

Nuestros antepasados, como lo describe Carl Sagan, eran entonces peces que filtraban el alimento, parecidos a las lampreas actuales. Esos peces evolucionaron lentamente. Aumentó el tamaño de sus cerebros, y su alimento cambió, pues ahora los peces comían otros peces, y, entonces, el nadar más rápido significaba vivir más.

La falta de agua -siguiendo con Sagan-, hacía que los peces buscaran arrastrarse de un pantano a otro en busca de la misma, y no solamente eso, sino que pudieran respirar fuera del agua, pues antes tomaban el oxígeno dentro del agua. Así también fue como se dispuso el poner los huevos en un cascarón en tierra firme, para protegerlos de los depredadores acuíferos.

Después de todo lo anterior, se produjeron los anfibios, como los reptiles y las tortugas, entre otros. Aquí aparecen en escena los dinosaurios, que fueron eliminados misteriosamente hace aproximadamente 65 millones de años, y nos quedarnos con los pájaros.

Mientras tanto, al desaparecer del planeta los dinosaurios, otros animales se apoderaron de éste, con la diferencia de que no ponían huevos, sino que las hembras cargaban dentro de sus vientres a su descendencia, que, al nacer, resultaba muy inexperta y tenía que ser enseñada a abrirse camino entre las diferentes rutas de la naturaleza para poder subsistir.

Fueron y son los mamíferos, los cuales nos van acercando a nuestro antepasado común o al primer pilar de la especie humana. Los monos y el hombre tienen este antepasado en común. Carl Sagan dice que hueso por hueso, músculo por músculo, molécula por molécula, no existen diferencias importantes entre los monos y los humanos.

A diferencia de los chimpancés -continuamos con Sagan-, nuestros ancestros caminaron erguidos, y tenían libres sus manos para experimentar. Se hicieron más inteligentes, empezaron a hablar, y, gracias a su mano prensil, su cerebro y su capacidad extrasomática, guardaron el conocimiento para transmitirlo a las futuras generaciones, lo que les hizo destacar entre otros homínidos y no perecer como ellos.

Pareciera repetitivo y sin sentido describir sintéticamente todo el proceso de la evolución del universo, y particularmente y con énfasis, el de nuestro planeta. Sin embargo resulta necesario, pues nos permite detectar que, entre todas las especies de organismos, nosotros dimos grandes saltos para “controlar” el planeta y ser la especie “dominante”, si es que así le podemos llamar.

Pero un punto muy importante, además de lo descrito, fue la capacidad inquisitiva que tenemos los seres humanos, nos permitió hacernos de las herramientas necesarias para dar esos saltos evolutivos, es decir aprendimos a aprender o en resumidas cuentas nuestra curiosidad nos hizo acercarnos a la naturaleza y entender el porqué de las cosas, convirtiéndose en la base del conocimiento.

En este tenor, me gustaría compartirles lo que salió en la revista National Geographic, sobre los Zombies Reales, en relación a 3 preguntas que le hacen a Neil deGrasse Tyson, director del planetario Hayden y anfitrión de la nueva serie de Cosmos.

Reproduzco entonces textualmente esas preguntas:

“¿La ciencia nos puede salvar?

No sé si la ciencia nos puede salvar. Lo que sí es que la ausencia de ciencia nos matará. Si prestamos atención, los adelantos que han mejorado la calidad de vida alrededor del mundo han resultado de los avances en la ciencia y la tecnología.

¿Por qué es crucial interesar a los adultos en la ciencia?

La mayoría de los adultos tiene al menos una chispa de curiosidad en su alma. En algunos casi se ha extinguido y necesita reavivarse. Para otros es como la flama de un mechero, solo hay que agregar combustible y se encenderá. Vivimos un momento en el cual es posible revivir al nerd que llevamos dentro, o descubrirlo por primera vez. Ese nerd interior es la fuerza que impulsa la curiosidad que sentimos ante el mundo. Al enfrentarnos a un problema, nos preguntamos ¿cómo podré resolverlo?, en vez de ¿qué tan rápido puedo alejarme?

¿Qué consejos le darías al anfitrión de Cosmos en 30 años?

Es difícil predecir qué problemas habremos resuelto y cuáles habrán surgido para la civilización dentro de 30 años. Si les hubieras preguntado a las personas en 1900 qué era lo que más les preocupaba sobre la civilización, habrían dicho que el hambre y la sobrepoblación. La hambruna era algo muy alarmante porque conocían los niveles de producción de las granjas y el ritmo de crecimiento de la población. Lo que no sabían era que lograríamos mejorar la agricultura. No estaban tomando en consideración las innovaciones. Si se le pregunta hoy a la gente, dirá que la preocupa el cambio climático o un virus. ¿No es interesante? Los riesgos de hoy ni siquiera los soñábamos hace 100 años.”

Yo me quedaría con lo que dice deGrasse Tyson en cuanto a abrazar al nerd que llevamos dentro y abrazarlo y buscar el conocimiento, con el “sapere aude” de atreverse a saber, pero sobre todo el atreverse a equivocarse que es la base de conocimiento.

 

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