
Rodrigo Soto Moreno
Estoy cierto en que he escogido un estandarte complicado, una tarea similar a la de Sísifo quien, dentro de la mitología griega, tenía que llevar una roca cuesta arriba para llegar a la cima de una montaña y cuando pensaba que había terminado su tarea, antes de llegar a la meta la roca rodaba hacia abajo, provocando que este personaje iniciase su tarea nuevamente, pareciendo que no tenía fin.
Con lo anterior me refiero a la difícil tarea de seducir a las mentes jóvenes en relación a la importancia de la lectura y escritura, especialmente aquella relacionada con la ciencia y la tecnología, con la divulgación científica; y es que pareciera que el leer y escribir sobre aspectos científicos y tecnológicos puede resultar tedioso y aburrido, pero se nos olvida que todos nosotros nacemos siendo científicos, como nos lo recuerda Neil deGrasse Tyson.
Somos niños científicos porque nos cuestionamos todo a nuestro alrededor, somos “esponjas” ansiosas por absorber información y así comprender la naturaleza, el volar de las aves, el color del cielo, la lluvia que cae a goterones, las diferencias entre la luz del Sol y de la luna, el movimiento de los peces en el río, los anfibios como las tortugas que pueden entrar y salir del agua, los latidos de nuestro corazón, el aire que respiramos, la tierra que es comida de las plantas, entre muchas otras cuestiones.
Sin embargo en el camino hacia nuestra aparente madurez o adultez, el sistema educativo y la sociedad nos va minando esas ganas de querer continuar nuestro camino como científicos jóvenes, absortos por comprender el cosmos que nos rodea. Es decir nos inculcan que es más importante el tener versus el saber, nos incorporan la idea errónea que debemos cultivar las pertenencias versus a cultivar el cerebro, a que debemos procurar colocar ropa en el clóset versus a colocar libros en el librero.
Derivado de lo anterior confieso que me he cansado de escribir y hablar al vacío, pero parafraseando al gran maestro Friedrich Nietzsche, he podido mirar al abismo y regresar a la luz de la esperanza en tiempos mejores, sobre todo cuando comprendo que estoy cultivando un semilla tremendamente poderosa, y de quien estoy seguro desplegará raíces profundísimas, osando afianzarse al centro de la Tierra, regocijándose del calor del planeta y cuyo tronco será indestructible al hacha del conquistador, buscando entonces que domine el microscopio de explorador y sus ramas y hojas absorban la luz y energía del Sol para brillar entre sus pares. Me refiero con esto a mis genes egoístas representados en Ena Camila.
Siendo entonces parte del ejemplo a mis genes egoístas, la tarea de Sísifo se torna sencilla pues es mucho más ligero el viaje de cargar la roca cuesta arriba, cuando se sabe que nuestro esfuerzo repercute positivamente en nuestra descendencia, en nuestra reencarnación de genes y memes y que gracias a ello, muchas de nuestras “sinfonías” inconclusas serán terminadas por ellos, en este caso por ella.
