Un sistema eusocial en el jardín

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Dicen que la única forma de transportarse al pasado es utilizando la memoria auxiliada de la imaginación. Así que haciendo uso de esas útiles variables mentales, al parecer todavía puedo vislumbrar los inicios del jardín en la casa de mis padres en Xalapa y en ese preciso instante, la primera imagen en mi mente es la del copioso césped verde; haciendo énfasis en el olor del mismo cuando se podaba al ras y que aprovechábamos, con mis amigos de la colonia, para usarlo como campo de batalla deportiva en diversos encuentros aguerridos de fútbol.

Mi Padre y Madre, aunque ambos amantes del fútbol, no les era del todo agradable que una infantería de jóvenes, estuviese entrando y saliendo de la casa para unirse a las filas de un equipo u otro, en miras de disputar un encuentro de patadas y barridas, ya fuese defendiendo la portería propia y atacando la rival, con el objetivo claro de marcar un gol entre los árboles que se abrían paso en el mencionado jardín.

Sobra decir que al termino de esos partidos improvisados y esporádicos, mi Padre se daba a la tarea de arreglar los destrozos en su jardín, opinión que no concordaba con la de mi Madre, pues para ella su compañero de vida no arreglaba los desperfectos causados por el balón, pateado por un servidor y amigos, sino que solamente hacia otros y contribuía a la destrucción gradual del espacio vegetal con que contábamos.

De forma sorprendente, una batalla terminaba (la del fútbol), pero iniciaba otra. Es decir en esta tarea de sanación del terreno vegetal, mi Padre solicitaba, de forma dictatorial, la asistencia del causante principal de las mutilaciones en su jardín, es decir requería de mi ayuda; y mientras un servidor amablemente accedía, sin voz ni voto, a tratar de reconstruir ilusamente lo que la Madre Naturaleza tardó días, semanas, meses y años en hacer; mi progenitor curiosamente se enfrascaba en otra batalla, pero no conmigo, sino con unos insectos que parecen tener el don de la ubicuidad, me refiero a las hormigas.

La declaración de guerra era clara: por un lado mi Padre, reclamando de forma utópica a su jardín como solamente de su propiedad, y por el otro las hormigas defendiendo su pequeño espacio y obviamente su hormiguero. Después de muchas luchas, como sucede en todos los conflictos violentos, no había ganadores ni perdedores y a pesar de que el dueño del 50% de mi herencia genética clamaba victoria sobre una colonia de hormigas, al poco tiempo se erigía una nueva en otro espacio de la tierra de la casa, pareciendo invitar a mi Padre a un nuevo combate.

Espero que los conflictos entre las hormigas y mi Padre hayan desaparecido, pues no han relucido en las pláticas que tenemos por teléfono. Pero derivado de lo anterior, después de muchos años, tuve el interés de investigar un poco acerca de los rivales de mi progenitor, no con el fin de debilitar su filas y vencerlos, sino más bien entenderlos mejor para tratar de permanecer en simbiosis. Es así que me dispongo a presentar, no como experto y de forma breve, ciertos aspectos interesantes de este tipo de seres vivos organizados.

Tratando de comprender sus sociedades, tenemos que las hormigas son consideradas como insectos eusociales, es decir con niveles altos de organización social en una clasificación jerárquica. Además Wikipedia nos dice que la eusocialidad se caracteriza por la atención cooperativa de las crías, superponiendo a las generaciones adultas y la división de trabajo por grupos reproductivos y no reproductivos, sin olvidar la defensa de la colonia y su supervivencia. Otros aportes fabulosos son algunos ofrecidos por Debbie Hadley, en donde señala que las hormigas pueden cargar objetos con 50 veces su propio peso. Volviendo a la misma enciclopedia libre nos dice que evolucionaron, las abejas y las hormigas, de una antepasado en común a mediados del Cretáceo, hace 120 millones de años aproximadamente y se calcula que forman parte de entre el 15 y 25 por ciento de la biomasa de los animales terrestres, de acuerdo a Schultz en el Proceedings of the National Academy of Sciences.

Hablando de su cantidad, Robert T. González, nos ofrece el dato recabado por Bert Hölldobler y E.O. Wilson, en su libro ganador del Pulitzer, “The Ants”, donde se estiman 10,000,000,000,000,000 hormigas en nuestro planeta. Además menciona que estos organismos se coordinan y trabajan en conjunto, formando un superorganismo, definido por Hölldobler y Wilson “como la organización biológica a mitad de camino entre un organismo único y una especie; siendo el equivalente no humano de una sociedad”. Desde el punto de vista de Wikipedia tenemos que “esto normalmente se entiende como una unidad social de animales eusociales, donde la división del trabajo es altamente especializada y donde los individuos no son capaces de sobrevivir por sí solos durante largos períodos de tiempo”.

Algo increíble en este sentido, es lo que sucede con la reacción de las hormigas ante la amenaza de un agente patógeno, según nos lo explica Ferris Jabr en su artículo titulado: “Infectious Selflessness: How an Ant Colony Becomes a Social Immune System” y publicado en Scientific American. Dentro del mismo se habla de cómo estos insectos trabajan en conjunto para combatir un hongo mortífero al diluir la infección en toda la colonia. De forma más explícita Jabr nos dice que cuando un hongo infecta a una hormiga de la colonia, sus otras compañeras se acercan a ella para lamer las esporas de la infección con el objetivo de prevenir que el patógeno crezca y se propague en sus cuerpos, de no hacer esto, las originalmente infectadas encontrarían la muerte.

En palabras de Ferris Jabr, las hormigas sanas no dejan a las infectadas a su suerte, que como dijimos es muy probable que muriesen, sino que comparten el riesgo de la enfermedad del hongo en una especie de “sistema inmunológico social”, logrando que las hormigas enfermas no empeoren y que las sanas se enfermen pero bajo la premisa de generar resistencia para defenderse del hongo actual y de posibles hongos que las ataquen a futuro. Es decir, Ferris Jabr, explica que en el momento en que un organismo se encuentra con un virus o bacteria, su sistema inmune tiene que aprender a lidiar con el mismo y defenderse, pero cuando en una segunda o tercera ocasión ese organismo se ve de frente con un patógeno similar, ya cuenta con una experiencia previa que le permite protegerse de mejor forma.

Cerrando esta colaboración, siempre resulta interesante observar y analizar, aunque sea de forma breve, el comportamiento de los seres vivos en su hábitat, como es el caso particular de las hormigas, buscando aprender algo y replicarlo en nuestro andar evolutivo. Además seguro que podemos obtener algo valioso de una especie que tiene más de 100 millones de años de existencia, sobreviviendo a los rápidos y turbulentos embates de los cambios climáticos, así como sorteando el peligro ante depredadores y patógenos, sobre todo gracias a la cohesión de sus grupos sociales. Así que antes de aplastarlas, admiremos aunque sea por un momento, a un sistema eusocial en acción.

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