Seres humanos sirviendo a otros seres humanos.

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Rodrigo Soto Moreno

Una de las grandes ventajas de los primeros sapiens, fue que establecieron redes sociales y de comunicación entre sus semejantes, con el objetivo de sobrepasar evolutivamente a otros homínidos con quienes compartían el planeta. Esas redes fueron creciendo alimentándose de las culturas que fueron floreciendo en nuestro devenir histórico.

Fuimos capaces de relacionarnos con más individuos, situación que se les dificulta a otros primates, sin embargo también iniciamos relaciones sociales y laborales donde el hombre sirve a otros hombres, algunas veces para bien y otras para mal.

Dentro de este contexto es importante que hablemos sobre el número de Dunbar, establecido por el antropólogo Robin Dunbar, señala, de acuerdo a Wikipedia, un límite cognitivo sobre la cantidad de personas con las que podemos mantener relaciones sociales de forma estable y el valor común que se le asigna es el de 150. Esto quiere decir que nos podemos relacionar con 150 personas de forma natural, ya sea en el ámbito profesional o personal.

Para crecer ese número y lograr establecer redes complejas de información en diferentes áreas del conocimiento y de las diversas actividades humanas, decidimos crear mitos, como lo expresa Yuval Noah Harari en su libro Sapiens; es decir construimos fantasías que compartimos con otros seres humanos y entonces logramos aumentar el límite de relaciones cognitivas de 150 hasta números nunca logrados por cualquier otro homínido.

La mentira fue liberada y los mitos fueron abrazados por los seres humanos. Surgieron entonces quimeras ilusas como el dinero, el gobierno, la religión, los países, los estados, entre muchas otros, pero todos éstos encontrando eco y cobijo en diferentes aglomeraciones de seres humanos; dando paso también al concepto erróneo de que algunos sapiens cuentan con un designo especial o divino para sentirse superiores a otros, olvidando que todos somos genéticamente similares, sobreponiendo el apellido, y ciertas características físicas como el color de la piel, de los ojos, la altura, entre otros, para utilizarlos como falso motivo para que otros seres humanos les rindan pleitesía.

Parafraseando a Noah Harari dentro de su libro Sapiens, nos comenta que mientras que la evolución biológica (genes) avanzaba de forma lenta, la imaginación y las ideas (memes) lo hacían con pasos agigantados, creando redes de cooperación como nunca antes vistas en el planeta. Sin embargo, algunas de estas redes, desde mi perspectiva, solamente iniciaron la desigualdad entre seres humanos, al darle mayor importancia a la apariencia física, al poder absoluto, a la cantidad de dinero que poseo y desecharon la importancia de amasar conocimiento, cometer errores, iterar y aprender de ellos y trabajar en equipo por el beneficio grupal y no solo el individual.

Si bien es cierto que ciertas redes de cooperación humana han trabajado bajo el sustento de promover y continuar adquiriendo conocimiento científico y tecnológico, como pilares básicos en la construcción del futuro de la civilización humana, pues sabemos que la aparente comodidad de nuestras vidas, no se hubiera logrado si no existiese el correcto trinomio de vinculación productiva entre academia, sociedad y gobierno; también algunas otras redes han trabajado en detrimento del progreso colectivo de los sapiens.

Algunas de esas comodidades de las redes de la civilización las podemos constatar con diversos avances científicos y tecnológicos, por mencionar algunos, por ejemplo los del área médica para prolongar la vida y la calidad de la misma; los computacionales para agilizar y hacer más eficiente nuestro trabajo profesional y personal; los relacionados a la energía limpia para buscar acercarnos a cultivar el Sol y otras fuentes verdes menos contaminantes y ahora los encaminados a trasladarnos a terraformar Marte para colonizarlo para convertirnos en una especie multiplanetaria.

Volviendo al caso de los vicios en algunas redes humanas, donde se privilegió el aspecto físico versus la inteligencia, así como el tener versus el saber, tuvo como resultado el crear una sociedad centrada en la explotación de seres humanos a otros seres humanos, así como el surgimiento de falsos líderes tanto públicos como privados, quienes no podrían sobrevivir el escrutinio de la inteligencia básica de pedir que realicen una regla de tres simple para encontrar el valor de X. Sin embargo el propio gobierno, especialmente en nuestro país, se ha encargado lesionar a la población, especialmente a los más de 55 millones de pobres, al dotarla de una educación de baja calidad y así sumergirla en la ignorancia; pero la historia no termina ahí pues muchos de los que logran terminar una carrera universitaria, pueden haber derrotado al analfabetismo tradicional pero no al analfabetismo funcional que es parte del alimento de aquellos en el poder político.

En este contexto, en diversas charlas con queridos amigos, hemos llegado a la conclusión de que las economías, en su mayoría, viven gracias al trabajo de la clase media, quien soporta en sus hombros la oferta del trabajo en las distintas ramas de la especialización laboral. Aunado a lo anterior la clase media, es también quien se encarga de pagar un alto monto de impuestos, del que no reciben los beneficios esperados de forma individual y grupal, pero sí son o somos explotados, gracias a la lacerante corrupción del que pareciera el modus vivendi de muchos políticos.

Por si fuera poco, la BBC reporta que de acuerdo a un estudio de Oxfam, el 1% de la población adinerada cuenta con la misma riqueza que el 99% de los seres humanos. Es decir muchas de las redes de cooperación de los sapiens, especialmente con el caso de nuestro país, han sido expertas en regar beneficio hacia la cúspide de la pirámide de la riqueza y el poder, pero se olvidan del resto de la sociedad, de quienes hacen el trabajo y mantienen funcionando los engranes de la economía.

Sin darnos cuenta hemos construido una sociedad política y económica centrada en que los seres humanos sirvan a otros seres humanos, pero mientras la relación sea simbiótica, se puede hablar de progreso y beneficio evolutivo, pues no debemos olvidar que Charles Darwin reconoció a la competencia del más apto como una variable importantísima en la evolución de las especies, pero no como único factor, pues también agregó de la cooperación, la simpatía y la justicia como elementos clave en su visión global del devenir de los seres humanos. Pero si la relación no es simbiótica y se explota a otros sapiens, entonces hablamos de que nos acercamos al precepto “homo homini lupus” (el hombre es el lobo del hombre) y nos alejamos del “homo hominem iuvans” (el hombre en ayuda del hombre).

Dentro del tablero de ajedrez social y económico que jugamos los sapiens, desde el momento en que iniciamos a subir peldaños de la escalera socioeconómica, creo que sí podemos servir a otro ser humano, cuando sabemos que la relación es simbiótica y estoy cierto de que recibiré un trato digno y recíproco, porque al rey de este ajedrez no se le debe olvidar que un peón también puede hacer jaque mate.

 

 

 

 

 

 

 

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