
Rodrigo Soto Moreno
En cierto momento de nuestra efímera pasantía humana por este planeta lleno de seres vivos, gracias a su “suertuda” posición de encontrarse en la zona de ricitos de oro, seguro que nos hemos dado cuenta, parafraseando a Walter White, que nuestra vida en algún momento se extinguirá.
Filosofando lo anterior he supuesto la oportunidad de que nuestros cuerpos pudieran clonarse como virus, y después de aprender de nuestros múltiples errores, se generara una mejor versión de nosotros mismos que continuara reinventándose hasta que el Astro Rey, es decir el Sol, se extinguiese y dejase de alumbrar, consumiendo su último aliento energético y tragándose a la Tierra en su partida.
Pero es claro que la evolución biológica es más sabia que nuestros anhelos de reencarnación y que la negación a reintegrarnos a la tierra, convirtiéndonos en nutrientes para una nueva generación de plantas, similares a las que nos dieron oxígeno. La realidad es que el 50% de nuestra carga genética la podemos transmitir a nuestros genes egoístas y ahí nos podemos ver reflejados cuando “ellos” nos sonríen o miran de vuelta.
Como lo hemos dicho en reiteradas ocasiones, contamos con una efímera existencia, solamente pasamos por aquí y parafraseando a Neil deGrasse Tyson, cuando hablamos de la destrucción de la Tierra, realmente estamos confundiendo las variables porque nosotros seríamos los que nos extinguiríamos y la vida en este planeta volvería a trabajar en sus iteraciones e interacciones con sus mutaciones, dando equilibrio a que la vida se abra paso.
¿Qué hacemos aquí? Venimos a llorar, a reír; a destruir, a construir; a conquistar, a explorar; a amasar conocimiento, a mantenernos ignorantes; a generar ideas creativas, a refugiarnos en banalidades; a preocuparnos por el ropero, a cuidar el librero; a robar, a ser honestos; a ser odiados, a ser amados; a traicionar, a ser fieles; a procrastinar, a ser productivos con nuestro tiempo; a dejar ser, dejar pasar, sea lo que sea espero que muchos estén aquí para hacer las cosas bien y no me pregunten qué es eso, porque bien lo sabemos identificar desde los primeros años de vida, sea lo que sea “carpe diem”…porque el tiempo no regresa, recordando siempre que, como dice el dicho, el rey y el peón terminan en el mismo cajón.
Seguramente una situación interesante sería el levantarnos en la mañana y en el momento en que tuviésemos la oportunidad de vernos en el espejo, hacer la pregunta: “¿Qué haces aquí?”, esperando obtener una respuesta satisfactoria apoyada de un significativo cúmulo de neuronas operando, pues de lo contrario solamente obtendremos frivolidad como resultado.
Fuese lo que fuese, el existir es fascinante, simplemente por el hecho de imaginar todas las posibles combinaciones que tuvieron que gestarse y darse, de generación en generación ininterrumpida para que usted esté leyendo y yo escribiendo. Pero sobre todo para que podamos intentar responder la pregunta de qué hacemos aquí.
Tratemos de trasladarnos con nuestra mente al momento que nos sitúa Yuval Noah Harari, dentro de su libro “De animales a dioses”, cuando nos dice que hace aproximadamente 13,800 millones de años se tuvo el origen del Big Bang para dar origen a la física, posteriormente unos 300,000 años después de esa singularidad, según Noah Harari, la materia y la energía formaron estructuras complejas que fueron los átomos y después se combinaron con moléculas, dando paso a la química; avanzamos hasta hace 3,800 millones de años, que fue cuando en la Tierra surgieron organismos unicelulares que fueron avanzando hasta convertirse en multicelulares, dando paso a la biología. En ese planeta, hace unos 70,000 años, según Noah Harari, unos seres de la especie Homo Sapiens se organizaron y formaron estructuras más complejas, siendo el preludio de la cultura y dando así paso a la historia; de ahí la revolución agrícola surgió velozmente hace unos 12,000 años y la científica se puso en movimiento apenas hace unos 500 años.
La anterior es una súper síntesis de lo que ha pasado en el cosmos y nos da una idea de la existencia que hemos tenido en el planeta y de todo el camino que nos falta por recorrer, siempre y cuando no nos autodestruyamos con las armas de destrucción masiva.
Yo todavía no estoy seguro del porqué estoy aquí, pero seguiré preguntándomelo y tratando de responder, antes de perder mi aparente lucidez mental, pero sueño que los futuros seres humanos, incluidos algunos de mis genes egoístas que presentes en mi futura descendencia, continúen haciendo esta pregunta pero habitando otros planetas en algún confín del cosmos y que en esos nuevos Sapiens, ya vinculados con la singularidad de Kurzweil, tengan avanzada su inteligencia colectiva y se expresen dominantes los genes de exploradores versus aquellos de conquistadores.
