Luchando entre bestias y dioses

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Al leer a diversos investigadores científicos, me es claro que en cierto momento, nuestros ancestros unicelulares tomaron la valiente decisión de cooperar entre sí, para trabajar en equipo, en miras de potenciar sus oportunidades de supervivencia y así crear un organismo multicelular o pluricelular, que pudiese abrirse un mejor paso al ir teniendo contacto con la naturaleza, además de replicarse de forma eficiente, pasando la carga genética de dos involucrados a un tercero creado.

Una vez realizado lo anterior y gracias a un sinfín de iteraciones sumadas a interacciones con el medio ambiente, con otros seres vivos, emergieron los primeros homínidos, mismos que deambularon por el planeta y al incorporarse al proceso evolutivo darviniano, esos seres derivaron en lo que podemos ver en el frío reflejo del espejo diariamente.

Posteriormente poblamos la Tierra y fuimos adaptando la misma, con el objetivo de satisfacer nuestras necesidades, pensando erróneamente que todos los seres vivos existen para cumplir nuestros deseos y que los recursos naturales deben ser explotados en beneficio único de nuestra especie y de ser posible de la menor cantidad de individuos.

Pero, sin lugar a dudas, somos brillantes, es decir extremadamente inteligentes. Aunque nunca me ha gustado que nos erijamos como la especie en la cúspide de la evolución, sino como una rama de un gran árbol que alberga a todos los seres vivos, ciertamente hemos superado a muchas otras especies de otros seres vivos que comparten su espacio vital con nosotros.

Plotino, filósofo griego, dijo la hermosa frase: “el ser humano se encuentra suspendido entre las bestias y los dioses”. Por esto pienso que somos un enigma dentro del cosmos y a pesar de ser polvo de estrellas, como dijo Carl Sagan, es decir tenemos un mismo punto de origen y por lo tanto compartimos moléculas o átomos con todos los seres vivos del planeta, pues provenimos de la misma sopa primigenia; la afirmación de Plotino se comprueba cuando vemos que el ser humano, con su gran capacidad neuronal, es capaz de crear una sinfonía matemáticamente perfecta, que nos haga tener orgasmos de la piel y activar las glándulas lacrimales de emoción, mientras que por otro lado le sale su bestia y puede matar a sangre fría a sus semejantes y cometer las más crueles atrocidades jamás imaginadas.

Definirnos resulta muy complejo y todavía más comprendernos, simplemente analicemos que dejamos el bello grueso en la piel y diversos rasgos fisionómicos que nos definieron en el inicio, para dar uso a “máscaras” y “plumas” con el fin de mezclarnos correctamente en la puesta en escena social en que estemos participando. Somos criaturas intensamente sociales, de acuerdo al doctor Robert M. Sapolsky, en su artículo: “Super Humanity”, publicado en Scientific American.

Sin embargo, retomando lo descrito por Sapolsky, la gran capacidad que tenemos para discernir en complejos escenarios de interacción, con otros de nuestra especie, en sociedad para determinar si cierto contrato social ha sido violado, para mi gusto es la misma que nos impulsa a cometer actos impulsivos y decisiones aceleradas en donde impera la emoción encima de la razón, sobre todo al tratar de darle gusto a la mayoría de la población, misma que puede estar equivocada.

Seguramente ahora que estamos erguidos podemos intentar comprender mejor el porqué estamos aquí e inferir el lugar hacia el que vamos, pues ese simple hecho de dejar de usar cuatro extremidades para desplazarnos y lograr que las dos superiores estuviesen libres, nos permitió plasmar nuestras experiencias con el contacto con la naturaleza y por ende, nuestro conocimiento de forma extrasomática, es decir, fuera del cuerpo para que otros individuos aprovechen esa sabiduría y puedan potenciar su supervivencia, siempre bajo el criterio de que lo hoy es, en ciencia, mañana puede no ser.

Pero lo rico y hermoso de estas colaboraciones, así como de cualquier otra del estilo que se realice, no es responder todas las preguntas que el lector tenga, sino invitarlo a que su mente inquisidora trabaje y así cuestionarse sobre el cosmos que le rodea, sobre lo maravilloso que es vivir y en el inter, desde que emergimos como sistema complejo, hasta el momento en que colapsemos, mantengamos la lucha entre bestias y dioses, pues seguramente nuestros “genes egoístas”, como en mi caso Ena Camila, tendrán más respuestas, gracias a sus momentos “Eureka”, a las interrogantes que hoy nos planteamos y así, tal vez, ellos puedan tener sueños más cerca de los dioses con los que ansiamos compararnos.

Además, al final del día, el reto de vivir es abandonar el aburrido letargo e invitar al estrés creativo para que nos impulse a seguir aprendiendo y siempre cuestionándonos, pues si lo analizamos con calma, sería muy aburrido tener una respuesta acertada para todo. Ojalá que después de todo esto, contemos con un acercamiento más a comprender mejor a la bestia que llevamos dentro y que aspira, erróneamente, a semejarse a un dios.

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