
Rodrigo Soto Moreno
Vivimos en realidades diferentes, por un lado están quienes nacen con un apellido rimbombante y lujos al por mayor, muchas veces sin haberlos merecido; y en el otro extremo seres que son repelidos por la sociedad, abandonados a su suerte, sin esperanza, infrahumanos que los políticos utilizan y engañan para obtener votos para después con desfachatez reírse de su miseria; y en medio, aquellos quienes como Sísifo aspiran llevar su roca a la cima de la montaña, estimulando en su andar al libre juego de oferta y demanda, a ese conocido “laissez-faire”, todavía sin darse cuenta que puede despertar de su letargo y demostrar que unidos pueden demoler a un gobierno podrido para sembrar un nuevo árbol que produzca buenos frutos.
Así como estamos, sin darnos cuenta, nos colocan en un tablero de ajedrez socio económico y nos piden que juguemos; algunos como carne de cañón en la primera línea y otros con la promesa de que probarán el mana al conquistar y arrebatarles la victoria a los de enfrente; y todos defendiendo a un rey y a una reina que desconocemos y aunque los veamos de forma ubicua, gracias a los medios de comunicación, la realidad es que son distantes, viven en una torre de marfil alejados de quienes los defiendes, de quienes los protegen y su única verdad es que no se ensucian las manos y nunca tocan el piso ni con la suela de sus zapatos, pues tienen a sus pies a sirvientes que explotan al por mayor.
Emanado de estas reflexiones y después de consultar con mis múltiples brincos neuronales, dentro de esa lucha constante por escapar de mi mente, considero que me he comportado como un soldado fiel a mis principios y convicciones, sin negar que mantengo una dualidad de personalidades, similar a lo descrito por Robert Louis Stevenson en su novela “Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde”.
Es por todo lo anterior que me resulta fácil valorar cualquier trabajo, por insignificante que parezca, así como aplaudir a la meritocracia y a la cultura del esfuerzo. Con todo esto me refiero a que el engrane que mueve a la economía son aquellos quienes a cada instante sudan por la piel y por sus conexiones neuronales para poner comida en la mesa, para compartir con sus seres queridos y especialmente con sus genes egoístas.
De ahí que esté convencido en que las batallas las ganan los soldados y no los emperadores o reyes, además la civilización se erige y construye con los callos de las manos de quienes extraen comida de la tierra y esto se fortalece a partir de las iteraciones, errores y aprendizaje de los peones del tablero de ajedrez de la ciencia y la tecnología, y se engrandece con todas las expresiones artísticas que deslumbran nuestros ojos.
Solo analicemos lo siguiente: para el soldado o el peón en el ajedrez, arriesgan todo al entrar en batalla o en juego, para ellos es casi ganar o morir. En cambio para el general, para el rey, para el emperador es simplemente vanidad y como si fuesen pavo reales solo quieren mostrar las ropas de su plumaje en ese despliegue inútil de poderío, pues realmente estos últimos no arriesgan y pocos son quienes han guiado a sus ejércitos a la victoria, al frente en el campo de batalla.
Retomando el punto de aquellos generales que sí lideraron a sus soldados a la victoria, presentes en el frente del campo de batalla, podemos mencionar a algunos:
- William Wallace
- Alejandro Magno
- Leónidas
- César Borgia
Un ejemplo muy interesante de todo esto, es el diálogo entre Aquiles y Agamenón dentro de la película Troya:
Aquiles: Aparentemente obtuviste una gran victoria.
Agamenón: Ah, tal vez no lo notaste. La playa troyana pertenecía a Priam por la mañana. Pertenece a Agamenón por la tarde.
Aquiles: Usted puede tener la playa. No vine aquí por arena.
Agamenón: No. Has venido aquí porque quieres que tu nombre dure a lo largo de los siglos. Una gran victoria fue ganada hoy, pero esa victoria no es tuya. Los reyes no se arrodillan a Aquiles. Los reyes no rinden homenaje a Aquiles.
Aquiles: Quizás los reyes estaban demasiado lejos para ver, los soldados ganaron la batalla.
Agamenón: ¡La historia recuerda a reyes! ¡No soldados! ¡Mañana vamos a derribar las puertas de Troya! Construiré monumentos para la victoria en todas las islas de Grecia. Grabaré “Agamenón” en la piedra. Mi nombre perdurará por siglos. Tu nombre está escrito en arena, para que las olas lo borren.
Aquiles: Ten cuidado, rey de reyes. Primero necesitas la victoria.
Agamenón: Tus hombres saquearon el templo de Apolo, ¿verdad?
Aquiles: ¿Quieres oro? Tómalo. Es mi regalo honrar tu coraje. Toma lo que quieras.
Agamenón: Ya lo he hecho. ¡Aphareus! ¡Haemon!
[Aphareus y Haemon aparecen arrastrando Briseida]
Agamenón: El botín de la guerra.
Aquiles: No hay discusión con usted, hermanos. Pero si no la liberas, nunca volverán a casa. ¡Decidir!
Agamenón: ¡Guardias!
[Aquiles saca su espada]
Briseida: [rompiéndose de los guardias] ¡Detente! Demasiados hombres han muerto hoy. Si matar es tu único talento, esa es tu maldición. No quiero que nadie muera por mí.
[Aquiles gime, luego envaina su espada]
Agamenón: Poderoso Aquiles, silenciado por una esclava. Esta noche la haré darme un baño, y luego, ¿quién sabe?
Aquiles: ¡Costal de vino! Antes de que termine mi tiempo, miraré tu cadáver y sonreiré.
Aquí la escena:
Sin embargo nuestro objetivo no es solo resaltar que los soldados y peones ganan las batallas, con su sudor, su sangre y siendo sacrificados en el ajedrez para abrir camino a otras piezas, sino más bien el abrir los ojos de todos nosotros hacia las personas en que depositamos nuestras esperanzas como nación, como pueblo, esperanzados en trabajar al unísono como un superorganismo, pero que realmente quedan cortos en su desempeño, atrapados en su megalomanía, y como dice el dicho: “mareados por subirse a un ladrillo”.
Algo brillante en este tenor, para esclarecer nuestro punto es lo que nos comparte Yuval Noah Harari, dentro de su libro Homo Deus:
“Cuando un país es derrotado en una guerra, el país en realidad no sufre. Es solo una metáfora. En cambio, cuando un soldado es herido en batalla, sí que sufre. Cuando una campesina hambrienta no tiene nada que comer, sufre. Cuando una vaca es separada de su ternero recién nacido, sufre. Eso es realidad”.
Sin embargo el mundo está cambiando y el poder de uno sumado exponencialmente con otros símiles, es mucho más fuerte que cualquier gobierno, y es por ello que podemos pensar que dentro del tablero de ajedrez económico, ya no existen individuos inalcanzables, que se sientan reyes o reinas, pues deben recordar que un peón también es capaz de hacer un “jaque mate”.
Mientras sigamos pensando que aquellos que cuentan con un peinado repleto de gel, con ropa cara de marca, autos último modelo son superiores a nosotros y son quienes ganan las batallas, estaremos poniendo en riesgo nuestro futuro, el de nuestros genes egoístas, el de las nuevas generaciones. Honor a quien honor merece, y como dice mi Padre: “necesitamos más hombres y no solo nombres” y por ello es momento de volver a darle el justo valor a la meritocracia, al esfuerzo y al trabajo en equipo y dejar de pensar que un solo hombre gana las batallas, pues distamos de ser un Aquiles combatiendo en la playa de Troya; solo iterando, errando y aprendiendo al unísono como bucles de información cooperativos podremos eludir el oscurantismo y la superstición que se avecinan en muchos líderes públicos y privados.
