En ciertas ocasiones en que me encuentro deambulando, no me resulta extraño encontrarme con individuos que han cambiado el ruido ensordecedor de la ciudad y por ende de la sociedad, por ciertos sitios donde la mente puede concentrarse para poder realizar mejores disparos neuronales.
Para poder localizar a esos curiosos personajes, solamente requerimos buscar algún lugar solitario, como la banca aislada de un parque, la sombra lejana de un árbol, la quietud de una biblioteca, la tranquilidad de un estudio, la silla solitaria de una cafetería, la pasividad de un pueblo mágico, entre muchos otros.
Pero, ¿quiénes son esos seres silenciosos y meditabundos? Acostumbrados al bullicio de la entropía social, inferimos que ellos son ajenos a la sociedad y tendemos a catalogarlos como personas introvertidas, colocándoles la errónea etiqueta de lentos u obtusos a la hora de razonar, por su falta de integración a la aparente normalidad de las vicisitudes de la vida.
Por el contrario, cualquier persona que se integre con facilidad a la marea de la “comedia humana”, aludiendo a Balzac, además de destacar como el “alma de las fiestas”, es tradicional catalogar a esos individuos como extrovertidos y también erróneamente ponerles la etiqueta de los creativos y líderes para lograr llevarnos como manada de “ovejas” a disfrutar de vastos y nutritivos pastizales, así como saciar la sed con frescos ríos de agua, con la promesa de éxito y progreso equitativo.
Lo cierto, en mi opinión, es que el silencio y la personalidad introvertida de muchos de esos seres humanos se encuentra directamente ligada a la inteligencia creativa, reforzado esto por investigaciones de Susan Cain, dentro de la entrevista realizada por Gareth Cook y publicada en Scientific American. Por ejemplo, la autora, señala que tanto en las escuelas como en los lugares de trabajo, se piensa que la creatividad y la productividad surge de lugares gregarios, sin embargo eso no es completamente cierto, pues Cain argumenta que contamos con los casos de Darwin, Picasso, así como otros grandes personajes, como Gödel, Einstein, Edison, Beethoven, etc., mismos que trabajaron en su soledad para producir sus momentos Eureka.
Argumentando en relación a que los introvertidos no pueden ser buenos líderes, la misma investigadora Cain, nos habla de trabajos elaborados por el profesor de Wharton, Adam Grant, quien señala que los líderes introvertidos obtienen, muchas veces, mejores resultados que los extrovertidos, además permiten que sus empleados talentosos desarrollen sus ideas, sin imponer las suyas en la cadena de mando empresarial. En este sentido Cain habla de ejemplos claros de líderes introvertidos y transformadores en la historia como: Gandhi, Eleanor Roosevelt, Rosa Parks y contando en la actualidad con el caso de Larry Page de Google.
Otro aspecto muy interesante es determinar la relación de la introversión con la creatividad, para lo que Susan Cain habla sobre los trabajos de Mihaly Csikszentmihalyi y Gregory Feist, quienes señalan que muchas personas creativas, en diferentes áreas del conocimiento, son introvertidos y que lo anterior puede ser probablemente a que estos individuos se sienten cómodos con la soledad, siendo esta una variable e ingrediente crucial para la creatividad.
Para darle más soporte a lo descrito, contamos con un artículo en The Economist, titulado: “In the paise of misfits”, donde se habla del porqué las personas de negocios requieren de un mayor número de individuos con síndrome de Asperger, con trastorno por déficit de atención con hiperactividad, así como con dislexia, dentro de las filas de sus empleados.
El primer ejemplo del que se habla al respecto, es que diversos reclutadores de personal se han dado cuenta que las cualidades mentales de un buen programador computacional, se asemejan a aquellas de un individuo diagnosticado con síndrome de Asperger (condición mental relacionada al autismo), pues cuenta con interés obsesivo por temas estrechos, pasión por los números, así como por los patrones y las máquinas, al igual que adicción a tareas repetitivas y falta de sensibilidad a las normas sociales. Entre los personajes, a los que se les atribuye este padecimiento, según el escrito en The Economist, tenemos a Mark Zuckerberg (Facebook) y Craig Newmark (Craiglist).
Con todo lo anterior, tal vez comprendo porque no participaba constantemente en el salón de clases, cuando el maestro buscaba motivarme y a todos mis compañeros, pues a pesar de saber la respuesta, nunca me gustó ser protagonista en la escuela. Además de que si el tema, o el interlocutor educativo, no me inspiraban, entonces me resultaba difícil incorporarme de lleno a la materia en cuestión. Entonces cuando los maestros pensaron que mi capacidad mental estaba disminuida, era simplemente que su estimulación para el aprendizaje resultaba árida y con falta de recursos para atraer mi atención a su tema, pues yo sabía lo que querían escucharme decir, pero me negaba a hacerlo con tan pobre representante del saber.
Para finalizar me gustaría decir que hoy en día, uno de los momentos más creativos con que cuento y atesoro, es precisamente la noche, que se me presenta cuando casi no existe ruido en la casa y puedo librarme de ciertas distracciones para acceder a los rincones creativos de mi cerebro y en esa soledad me inspiro con diferentes ideas para escribir o grabar colaboraciones para diferentes medios. Entonces es que entiendo los breves momentos de ermitaño que nuestros antepasados seguramente valoraron y que actualmente requerimos para alejarnos del ruido, carente de información valiosa, que produce la sociedad, con el fin de meditar en esa zona de confort, para sacar lo mejor de nosotros, plasmarlo y compartirlo. Los invito a realizar sus disparos neuronales en nuestro terraplén, desde donde defendemos nuestra percepción e interpretación del mundo, que es la soledad efímera.

