
Rodrigo Soto Moreno
Hablar de mis recuerdos futboleros puede resultar complejo, pues es acordarse de muchos nombres, amigos, compañeros, hazañas, derrotas, pero especialmente de gran compañerismo y amistad. Este es un primer acercamiento y espero no olvidarme de nadie, aunque es probable que sí. Por ello tal vez después se pueda ampliar esta colaboración con alguna otra.
Hace más de 20 años, cuando organizábamos las “cáscaras” o partidos de fútbol en la cuadra, recuerdo el chiflido de Toño Benítez “Tony Mohamed” para convocar a los interesados, mismos que empezaban a salir poco a poco de sus casas. Los amigos futboleros eran muy diversos, entre ellos Omar Mora, Gonzalo Gallegos “Chalo”, Carlos Ruiz “El Tigre”, Gabriel, Miguel “Mike” “Sorber”, Jesús Enríquez Aponte “Chucho”, Demetrio Esquivel “Deme”, Venancio “Monkey”, Saúl Canela, Miguel Hernández “Mickey”, Beto Gutiérrez Bretón “El primo”, Carlos García Bretón, Víctor “El Topo”, Pablo Razo, Ulises “Martelotto”, Manolo “El Cordero”, Beto Mora, Chuy, los Sarabia (Mario, Iñigo y Rodrigo), Carlos “el Pana”, “El Profe”, “El Ballena”, “ El Vocho”, “El Yogui”, Armando “Mayito”, Raúl “El Patriota”, Los Tormenta, Los Dávila, Roberto Martínez “Chayanne”, entre muchos otros y de una vez me disculpo si alguien se me olvida.
Aunado a esto también recuerdo los partidos en el Club Britania de Xalapa, en el equipo Harmon Hall liderado por el Doctor Angelo Gutiérrez y con mi Padre en el equipo Botafogo. Sin olvidar por supuesto las clases recibidas por el entrenador Roberto Blanco, a quien saludé recientemente en Veracruz. Así como los partidos en la liga de Coatepec con mis primos los Moreno, Gregorio “Goyo”, Mundo y Oziel, y el tío Mundo.
También desplegamos esas “cáscaras” entre mi familia, ya fuese en el traspatio de la casa de la bisabuela Ena y de la Tía Yoyi, así como en algunas canchas más amplias, donde jugábamos, mi Padre, mi Madre, mi hermana Ena, mi hermano Jorge, mi tío Félix, mi tío Luis, el tío Karin, los cuates Mario y Luis, el tío Héctor, Santiago y Pablo, Fernando, Jaime Mesa y en algunas ocasiones hasta Federico.
Esos partidos prosiguieron también dentro de la preparatoria en el Colegio “Las Hayas”, en donde mi equipo, casi siempre campeón en las “cáscaras” del recreo, estaba conformado por una alineación oficial con mis compañeros pero sobretodo mis grandes amigos: Amadeo Flores, Mario De La Medina, Miguel Yunes, Rosendo Gómez y un servidor, y muchas veces reforzándonos con Alexandro Rechy, Eduardo Blanco, Roberto Montesano, Francisco Esparza, Waldo Silva y por supuesto Antonio Limón y algunas veces muy esporádicas Carlos López; manteníamos la posición y ocupación de la cancha, pues existía una regla hablada, en donde quien ganará en las retas conservaba el privilegio de iniciar el partido del día siguiente, y como rara vez nos derrotaban los otros grados del bachillerato, quienes se combinaban con alumnos de diferentes grados, como Moisés Barradas, Silvio Lagos, Rodrigo Campos, Carlos Bolado, El Hondureño, Víctor, Oswaldo, Balo Madrazo, Oscar, entre otros; pues la cancha era prácticamente nuestra. Cabe señalar que en estas “cáscaras” del recreo de Las Hayas, eran en una cancha de basquetbol de concreto y no había portero pero se permitía tapar la portería como se pudiera pero no utilizar las manos.
Tampoco puedo olvidar mi paso futbolístico en la carrera, dentro del ITESM CCV, en donde hubo excelentes épocas, tanto en torneos internos, como en la selección representativa, con mis también compañeros y amigos: Mario Garzón, Gabriel Rodríguez, Ricardo Barreda, Bulmaro Carvallo, Erik Martínez, Argelio Martínez, Julián Sánchez, Raúl Garzón, David Huerta, Alejandro Morales, Jaime Garza, Tino Gutiérrez, Jonás Bernes, Roberto Sandoval, Jaime Martínez, Manuel López, Argelio Martínez, Daldo Sala, Axel Beverido, José Antonio Poo, Luis Román González, Sergio Puig, Leoncio Cuervo, Alexandre Porres, Luis Fernando Barreda, José Manuel Mendoza, Enrique Castro, El Papantla, Luis, Homero, Carlos López, Roberto Gallardo, Luis Gallardo, entre otros, así como haciendo especial mención al director técnico Roberto Luévano.
No puedo dejar de mencionar mi breve paso futbolístico en Monterrey, jugando en diversas ligas con la grata compañía de mis amigos: Mauricio Del Bosque “El Águila”, Andrés Pascual “Don Pascuale”, Jaime Garza “Jimmy”, Bulmaro Carvallo “Marito”, Luis Ricci “Luisito Shevchenko”, Argelio Martínez “Yeyo” “Chaneque”, Ricardo Gutiérrez “Borrego, Erik Martínez “Pachucas”, Arturo Lozano “Atún”, Iker, Camelo, Gil, mi hermano Jorge y su amigo Pablo Robles, Alfonso Guajardo, Mario Paez, Carlos y por supuesto en algunas ocasiones Daniel Martínez “El Emperador”.
Pero bueno, volviendo a los inicios futboleros en la cuadra, para iniciar el juego, en la calle de cemento, no importaba quién era dueño de la pelota o del balón, quién tenía más dinero, quién tenía mejor combinación de ropa futbolera, lo único que importaba es qué tan bueno fueras para jugar, es decir tu pericia y experiencia como futbolista de la calle. Por ello, buscando que el juego fuera competitivo y parejo, el primer paso era colocar a los dos mejores jugadores, uno para cada equipo, como capitanes, para balancear la ecuación y por ende los equipos; y de ahí cada uno de los capitanes iba seleccionando por turnos a los jugadores que defenderían esa “camiseta”; es decir en esa tanda de selección de futbolistas callejeros se continuaba escogiendo del mejor hacia el peor, y remarco siempre equilibrando ambos bandos. Entonces si te escogían al final, ya sabías el nivel de juego que traías, según el resto de los jugadores.
Lo poco que aprendí y sé de fútbol se lo debo inicialmente a esas “cáscaras”, en donde, como en muchas otras, no existía árbitro para los encuentros, sino que los capitanes y los afectados en cierta falta, coordinaban la sanción o no de alguna entrada, aunado a determinar si el disparo de un balón era gol o no. Si bien es cierto que discutíamos mucho las jugadas y ciertos goles, la gran mayoría de las veces había consenso entre los bandos que disputaban el balón callejero. Y si por alguna razón, después de una aguerrida lucha deportiva, uno de los bandos sentía que había sido robado en el marcador o en alguna jugada crucial, siempre tenía la posibilidad de retar al otro en un tradicional: gol gana.
Mi punto al hacer esta remembranza futbolística es destacar que un grupo de individuos, amigos y vecinos, se pueden poner de acuerdo, sin la necesidad órgano rector (gobierno) y seres individuales (organismos simples, unicelulares) se organizan en grupos (organismos complejos, multicelulares) para la consecución de un fin en específico (jugar fútbol), creando un equilibrio entre las partes (balanceando la ecuación y el equipo) y buscando el juego fuese parejo y competitivo (simbiosis) o de lo contrario no se llevaría a cabo o terminaría antes de lo programado (apoptosis o muerte celular programada) y en donde el triunfo o fracaso de cada grupo depende de sus capacidades, trabajo en equipo y cooperación (similar a la evolución). Es decir, algo que parece simple, se puede extrapolar hacia comportamientos básicos que observamos en el algoritmo de la vida, de la naturaleza y del Cosmos.
Sin embargo, si trasladamos todo lo anterior a la realidad actual y hacemos una comparación en el comportamiento socioeconómico de diversos países, adaptándolo como una metáfora de la “cáscara” futbolera, tal parece que aquellos capitanes que inician la formación de las “cáscaras”, no son los que mejor juegan, sino aquellos dueños del balón; no son honestos y buscan imparcialidad en el juego, sino lo contrario pues les brota la corrupción e influyen directamente para que la balanza arbitral socioeconómica se incline hacia su favor; no buscan equilibrio y competitividad en las disputas, sino que crean monopolios, oligarquías, monarquías o cualquier otro esquema en contra del libre juego de fuerzas del mercado, de fuerzas de gobierno en cuestión. Por lo tanto pregunto: ¿No es más fácil hacer una coperacha entre todos y comprar un balón y hacer el juego socioeconómico más divertido y competitivo? ¿Porqué tenemos que hacerle caso a quienes solo buscan un beneficio personal, con corrupción y lesionando a todos los jugadores, especialmente a los de la clase media o los medios de contención?
El algoritmo artificial que se crea dentro de la “cáscara” futbolera callejera bien nos podría enseñar que los sistemas simples se pueden transformar en complejos, bajo una serie de reglas, sin un órgano rector, que tiene que seguir un conjunto de instrucciones o códigos y quienes mejor se auto organice cooperando, aumenta sus posibilidades de ganar, dependiendo siempre de las capacidades (pericia y habilidad) de sus jugadores para anotar un gol. Además de forma magistral y aunque parezca utópico, comúnmente lo que se peleaba en entradas con balón o sin el, y las discusiones férreas en la cancha, ahí se quedaban y no pasaban a mayores fuera de ésta, según mi experiencia.
Además, de forma curiosa, si agregamos más elementos al algoritmo “cascarero”, como el aumentar el número de jugadores por equipo o incluso incluir retas para que los perdedores salgan y se incorpore a jugar un nuevo equipo; todos y cada uno de los futbolistas callejeros acatarán las mismas reglas impuestas por el primer conjunto de “cascareros” futboleros o de capitanes que iniciaron la partida primordial o de lo contrario se acaba el encuentro. Cuando jugué y experimenté lo aquí descrito, me di cuenta que ahí se demuestra que un conjunto de futbolistas callejeros, cooperando de forma honesta sumado a entradas férreas por el balón, pueden operar en un bucle futbolístico de información, mismo que a veces parecía interminable o con un eterno retorno de lo idéntico, parafraseando al gran Nietzsche, pues volvíamos a jugar, ya fuese en la calle de concreto de la colonia, en la cancha de basquetbol de la prepa o en el campo de fútbol del Tec de Monterrey.
Ojalá que esa pasión autoorganizada de la “cáscara” futbolera, la pudiésemos llevar a otros ámbitos de nuestras vidas y darnos cuenta que como ciudadanos, si nos organizamos, cooperamos de forma honesta y trabajamos bajo una serie de reglas claras, al estilo de un algoritmo, podemos transformarnos en un sistema complejo autoorganizado y con capacidad libre para la toma de decisiones, mismas que les aseguro serían más certeras que las que toman por nosotros, muchos de los líderes públicos y privados que nos inundan en las noticias, lejanos en sus torres de marfil.
Creo que es momento de hacer esa cooperacha y comprar nuestro balón y buscar nuestra cancha de juego, para demostrar que dentro del orden y caos en la entropía de las patadas futboleras, se puede crear ese equilibrio tan necesitado en nuestro comportamiento social, político y económico.
