Escribo artículos porque no todo cabe en mi cabeza

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A pesar de encontrarnos en un estado de descanso mental, como con el sueño reparador, pero sobre todo al encender nuestro “interruptor” cerebral, nos damos cuenta de que siempre estamos constantemente recibiendo datos, procesándolos e interpretándolos y es gracias a esta información que podemos acercarnos a comprender el mundo que nos rodea.

Para darnos una idea de la información a la que estamos expuestos, la revista The Economist señala que las personas en promedio, leemos 10 MB de información diaria, escuchamos 400 MB de datos al día y vemos 1 MB de datos cada segundo. Vivimos entonces, bajo mi perspectiva, bajo una tormenta de bits y bytes que se arremolinan hacia nuestro cerebro y éste debe darse a la tarea de filtrar aquellos datos importantes de los superfluos, para que los primeros sean almacenados y sirvan como base para potenciar nuestra supervivencia.

Continuando así, para Paul Reber, en su artículo “What is the memory capacity of the human brain?” publicado en Scientific American, se nos habla de la gran cantidad de almacenamiento con que contamos, para enfrentar los embates de toda la información que percibimos. En este sentido Reber señala que las neuronas trabajan en redes y de forma simultánea para poder incrementar la capacidad de memoria de almacenamiento. Para este autor la cantidad de bytes que podemos guardar es de aproximadamente 2.5 petabytes (1 petabyte es igual a 1 millón de gigabytes aproximadamente). Pero lo más sorprendente, es cuando Reber, ofrece un ejemplo de lo anterior: “si usáramos el cerebro como videograbadora para los programas de un canal de televisión, podríamos grabar 3 millones de horas de programas o lo que es lo mismo, tendríamos que dejar prendido el televisor de forma constante durante 300 años para acabarnos nuestra capacidad de almacenamiento”.

El debate en este punto vuelve, cuando me encuentro con el escrito de Douglas Fox, titulado: “The limits of intelligence”, publicado de igual forma en Scientific American y en el que se explica que la inteligencia humana puede estar cerca de su límite evolutivo, esto a razón de la capacidad craneal con que contamos y que esa misma solamente puede contener un número determinado de neuronas. Además, a pesar de que pudiéramos “convencer a la naturaleza” de aumentar nuestra capacidad craneal y por lo tanto la cantidad de neuronas, esto no sería costeable, como lo dice Fox, pues nos señala que esto haría que el cerebro aumentara sus necesidades de energía, mismo que en la actualidad, teniendo el 2% del peso del cuerpo, demanda un 20% de energía, siendo un 65% en los recién nacidos.

Lo cierto es que buscando el aplauso a la capacidad de inteligencia creativa en los humanos para sobreponernos a todos los obstáculos que se nos presenten, logrando esgrimir un abanico de alternativas para solucionar un problema, Fox nos habla del coeficiente de encefalización en donde se ha encontrado que los cerebros de los mamíferos se expanden más despacio que su cuerpo, esto a razón de ¾ de masa corporal, es decir se compara la masa del cerebro de una especie contra la predicción basada con la masa corporal, indicando como nos explica Fox, por qué factor cierta especie se desvía de la ley de ¾. Como ejemplo se nos ofrece el caso de los seres humanos, quienes nos desviamos 7.5 veces de lo que predice nuestra relación de masa corporal contra masa cerebral; en relación a esto Fox expone que nuestro cerebro es 7.5 veces mayor que lo que la naturaleza predice; para el caso de los delfines es de 5.3 y los monos están en promedio en un 4.8 de desviación.

Retomando el punto de la capacidad craneal, por mi parte comparto la visión de Fox, quien argumenta que podemos tener acceso a niveles más altos de inteligencia, al trabajar de forma colectiva, sumando cerebros a cierto trabajo en cuestión; además mientras no deje de fluir el conocimiento, entonces podremos sobreponernos a los límites de la ingeniería biológica de la naturaleza y seguir aumentando nuestra inteligencia gracias a que guardamos datos de forma extrasomática o fuera del cuerpo, como lo es en bases de datos que alimentan grandes enciclopedias como puede ser el caso de la famosa Wikipedia. Hoy día el razonamiento cerebral se ha recargado y postrado en las computadoras, en la nube de datos que parece tener ubicuidad, para realizar operaciones y cálculos nunca antes pensados y muy demandantes para nuestro cerebro, si siguiéramos trabajando de forma aislada. Lo que debemos procurar entonces, es el intercambio de conocimiento para que el mismo se replique, se debata, se analice, se procese, se mejore, con el objetivo de robustecerlo para que sea alimento de las futuras generaciones, que se encuentran construyendo sus conexiones sinápticas y moldeando sus cerebros, bajo la gran demanda de información recibida a través de los sentidos y obviamente la necesidad imperiosa de alimento, de rápida combustión, para saciar el hambre de saber.

En este tenor, el cerebro nace y experimenta con toda la información que le llega de diferentes estímulos sensoriales y es aquí que vale la pena mencionar que una de las experiencias más gratas que he tenido, dentro de mi breve andar evolutivo, es observar la curiosidad inquisitiva de un sistema complejo emergente, como lo son mis genes egoístas en Ena Camila, que busca absorber e interpretar la información con miras a seguir estimulando su cerebro y obtener aprendizaje y experiencia.

Recordemos que esa misma capacidad inquisitiva de cuestionar hasta lo que parece obvio, siempre intentando comprender su razón de ser o su por qué, fue la misma que nos llevó al lugar donde estamos parados, sentados o acostados en este momento y también fue la misma que ha logrado hacernos destacar entre las otras especies que habitan el planeta. Es decir, nuestra inteligencia es digna de aplaudirse y reconocerse como pieza fundamental en la evolución continua en que nos encontramos los seres humanos.

Por lo pronto yo sigo escribiendo artículos porque no todo cabe en mi cabeza y así voy descargando mis disparos neuronales en letras que conforman ideas, siempre esperando que motiven a la reflexión de quien me lea, pero sobre todo esperando que mi reflejo creativo en la fisonomía de mis genes egoístas, puedan en algún momento aprovechar este flujo de datos para seguir estimulando sus conexiones sinápticas y se motiven a seguir cuestionándose, a seguir pensando, a seguir siendo inquisitivos y así yo poder tocar, de forma efímera, la inmortalidad genética en mi heredera de ADN.

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