
No debe sorprendernos que el universo esté repleto de información y para poder conocerlo y descifrar ese cúmulo de datos necesitamos, poco a poco, desenmarañar los bits y bytes de información y trasladarnos al punto en donde desde una singularidad se inició todo.
Es decir hablamos del punto inicial o Big Bang y de toda la información precargada que se sigue expandiendo, antes de que este universo se enfrié y se transforme. También nos referimos a que todas las leyes y fuerzas que gobiernan el cosmos deben converger en un punto, pues al inicio de todos los tiempos eran prácticamente indiferenciables.
La clave se encuentra en comprender el lenguaje para saber cómo desde un punto ínfimo excitado en cierto momento, dio origen a los planetas, a las estrellas, a los soles, a la materia y energía oscura, entre muchos otros y cómo hubo ciertos planetas, como es el caso de la Tierra, que se colocaron en la zona de “ricitos de oro” y después de varias iteraciones, de mutaciones, de pruebas y error; cierto homínido tuvo la gran capacidad de adaptarse constantemente y derivar en lo que conocemos como Homo Sapiens.
En la actualidad, lo que estamos haciendo es que gracias al conocimiento impreso y a la potenciación del mismo con la tecnología, sobretodo con el internet, estamos construyendo un gran cúmulo de información, una inmensa enciclopedia al estilo de Wikipedia, para dejar este legado a las nuevas generaciones, a nuestros genes egoístas, para que ellos puedan preguntarse: ¿qué sigue? Pero ahora fuera de este planeta.
Lo anterior con una emoción similar a lo sucedido con el furor que causó el planeta KIC 8462852, donde se imaginaba que hubiese una mega estructura alienígena que estuviese cultivando energía de un sol, de una estrella. Obviamente soñando con una civilización mucho más avanzada que nosotros; similar a lo descrito por el Dr. Michio Kaku en relación a civilizaciones muy adelantadas que pudiesen satisfacer todas sus necesidades energéticas.
En este tenor hemos visto, y seguramente se replica en otros confines del universo, aunque no tengamos la prueba de vida inteligente en otro lugar; que la vida construye a partir de lo que ya tiene, de forma similar a lo que sucede con la tecnología, con las computadoras, transformándose y creciendo de forma exponencial, fusionándose con lo que ya se tenía con el fin de obtener una mejor versión tecnológica.
Nosotros podemos soñar que estamos haciendo algo similar, cuando de forma soberbia pensamos que somos dioses, al tener descendencia, al tener hijos, siendo éstos una nueva mejor versión de nosotros. Es decir, tomando el 50% de la genética del padre y el resto de la madre, al unirse, procrear y crear un nuevo producto, en teoría mejorado, como sucede en la mayoría de los casos, y moldeando ese nuevo producto, cultivándolo para que amase conocimiento, disfrute la vida, tenga salud; y todo ello tal vez porque nos vemos reflejados en ellos, en nuestros hijos. Con nuestros genes egoístas buscamos que no solamente sea un mejor versión de nosotros mismos, desde el punto de vista físico, sino también desde el punto de vista intelectual, esperando que aquellos sueños que nosotros no pudimos alcanzar, ellos sean quienes los logren.
De forma sintética así funciona la evolución, en donde pasamos nuestros genes a otro ser, esperando que sea mejor que nosotros y que de esa forma también reencarnemos, procurando el desarrollo de ese nuevo producto e insertando también los memes, parafraseando a Richard Dawkins, en cada una de las influencias intelectuales que vamos sembrando en ellos a diario, con cada interacción que tenemos.
Otro punto que me resulta de gran interés es que al parecer este tipo de evolución no ha sido lo suficientemente rápida como para explorar otros puntos en el cosmos, en el universo, sobretodo para confirmar o descartar la posibilidad de vida inteligente en algún otro lugar.
Entonces para lograr lo anterior, mucho se ha hablado en la necesidad de contar con inteligencia artificial (AI) y aquí recuerdo la película de Stanley Kubrick, 2001: Odisea del espacio, en donde se muestra a los seres humanos explorando el universo, mediante estaciones espaciales, pero auxiliados con computadoras inteligentes de forma artificial, pero siempre con la preocupación de que esa AI se diera cuenta que el ser humano es más un problema que una solución para la evolución.
Pensemos por un minuto que todo ese sentimiento de percibirnos como amos y señores del planeta, se derrumba cuando intentamos salir al espacio, pues como nos lo ha demostrado la historia y las películas, no estamos preparados para vivir fuera de la Tierra, incluso teniendo que “empezar desde cero”, porque otra vez tenemos que aprender a caminar, no podemos comer igual, ir al baño igual, respirar igual.
Entonces tenemos que redefinir nuestro concepto de evolución, pues al tomar en cuenta la exploración espacial todo cambia. Con el simple hecho de ver la cantidad de espacio que hay, resulta minúsculo todo lo que hemos hecho en el planeta, de ahí que resulte irrisorio y hasta estúpido pelear por el poder, por el dinero, por la tierra, cuando comparado con la inmensidad del cosmos, todo eso por lo que peleamos resulta ser nada.
Lo que sigue tal vez sea continuar aprendiendo de la información que viene en el lenguaje del cosmos, auxiliados de las leyes que conocemos, de las fuerzas que gobiernan el universo, apoyarnos en la tecnología, pensando que alguna inteligencia artificial pueda derrotar o pasar la prueba de Alan Turing y pensar, tener conciencia propia para que nos ayudara a expandir nuestro conocimiento, pero especialmente que nos proporcione las herramientas para explorar las estrellas, soñando que hallamos impreso en ese nuevo ser tecnológico nuestra característica de explorador versus la de conquistador, motivándose por conocer para amasar conocimiento y seguir evolucionando más que por seguir amasando poder.
