En entregas anteriores, he hablado sobre la razón y su importancia en el devenir histórico de la evolución humana, primero al considerarla como la primera y última arma del hombre y segundo al mostrar su valía en la mente de todo quien busque el progreso. Además, en el caso particular de nuestro país, sin ella seremos un pueblo condenado al fracaso y seguramente seguiremos pensando erróneamente que somos víctimas de una mala suerte por ser mexicanos, derrotándonos antes de entrar al terreno de batalla.
He observado con detenimiento, pero sobre todo con tristeza, a un país como potencia cultural, heterogéneo, lleno de creatividad y genialidad, pero con grandes carencias en el trazado de una ruta crítica para el aprovechamiento de su recurso más valioso: sus habitantes, los mexicanos. Lo anterior en miras a fortalecernos para resurgir hambrientos del maná que degustaron los dioses, para separarse de las bestias, me refiero: al conocimiento, siempre bien digerido y procesado mediante la razón, para aplicarlo en la transformación del medio ambiente, manteniendo el equilibrio de todos los seres vivos que cohabitamos el planeta Tierra.
Dentro de este tema, me he puesto a meditar y pensar en relación al motivo que originó la mente derrotista en nuestra sangre, líquido exquisito en herencia histórica de grandes civilizaciones y que aún corre por nuestras venas, gracias a la rica mezcla del caldo de ADN creado por el intercambio cultural con diversos pueblos con los que hemos convivido. En este sentido, encontré ciertos escritos, donde se puede comprender mejor el punto de inflexión en el camino transitado por este país.
De acuerdo al historiador mexicano, Francisco Martín Moreno, dentro de la cultura Azteca, en los calpullis (sistema de organización social azteca), se promovía con especial interés la educación, pues se tenía la consigna nacional de eliminar el analfabetismo. Lo anterior debido a que nuestros antepasados sabían con certeza la valía del conocimiento, sobre todo el que puede ser sometido a la repetición para obtener siempre el mismo resultado, y por ello se preocupaban por colocar escuelas en todo lo ancho y largo de ese imperio. De ahí entonces una de las columnas de fortaleza en el florecimiento de esa gran civilización. Sin embargo, todo esto se colapsó en el momento de la conquista, especialmente con la institución de la encomienda (institución en la América colonial, en donde se permitía a un colonizador un grupo de indios para que trabajaran para él a cambio de su protección y evangelización), en donde ahora la importancia radicaba en la imposición de una iglesia, en lugar del aula educativa, creando un rezago y una especie de época de oscurantismo en los nuevos mexicanos, además de venir arrastrando esa falta de conocimiento y por ende de competitividad hasta nuestros días.
Pero antes de seguir lacerándonos por el amargo recuerdo, creo necesario estimular la mente con el fin de abrazar nuestras cualidades y destacar las oportunidades de los mexicanos, esperando regar esta ideología a las nuevas mentes creativas de los jóvenes, pues como lo dijo Carlos Fuentes en uno de sus últimos tweets: “Serán los jóvenes quienes tengan que enmendar los errores de nuestras generaciones; pero cuentan con una gran tecnología para hacerlo”. Ellos son quienes tienen en sus manos el futuro de México, siendo los arquitectos de su propio destino y también pudiendo tener el de millones de mexicanos en sus manos.
Es imperativo entonces trabajar en una estrategia nacional, basada en el conocimiento, sobre todo el científico y tecnológico, con la meta de colocar a México en los primeros lugares internacionales, a través de la preparación del recurso humano, siempre ligado a las necesidades de la industria, en áreas estratégicas, como puede ser la biotecnología, la nanotecnología, las tecnologías de información y comunicaciones, la mecatrónica, las ciencias de la salud, entre muchas otras similares, además de fortalecer la educación tecnológica en donde se trabaje similar a lo que hacen otros países como Singapur, en donde se exalta al estudiante técnico, quien es pieza esencial en el esquema económico de toda nación, gracias a sus conocimientos y la aplicabilidad de los mismos en su labor diaria. Además de preparar a los maestros para convertirlos, no solamente en educadores de calidad, sino en verdaderos estandartes del saber, logrando un impacto positivo en la sociedad para ser respetados y aplaudidos por todos nosotros, gracias a la importante labor que realizan.
A su vez se debe incorporar en la educación de los mexicanos, la supervisión de los padres de familia, para fortalecer lo aprendido en el salón de clases, por medio del repaso de los apuntes, de los libros de texto y todo aquel intercambio de conocimiento que un padre o madre pueda aportar para la mejor comprensión del nuevo saber, siempre buscando que el alumno termine auto estudiando, tanto al terminar su día en la escuela, como todos los días de su vida con ese mismo ímpetu que motivó a los primeros homínidos a erguirse y asombrarse con capacidad inquisitiva de todo su entorno. Es vital maravillarse de la información del cosmos, como si fuese la primera vez que abrimos los ojos, al igual que aprovechar y disfrutar el día como si fuese el último que tuviéramos.
También debemos promover la incorporación a los planes educativos, de una cultura emprendedora, pues como lo dijo el fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab: “el modelo emprendedor y la educación son dos oportunidades extraordinarias que deben ser apalancadas e interconectadas, si queremos desarrollar el capital humano requerido para construir las sociedades del futuro. El emprendimiento es el combustible de la innovación, la generación de empleo y el crecimiento económico. Solamente al crear un ambiente donde el emprendedor pueda prosperar, crear y probar nuevas ideas, es que estaremos seguros que los problemas del mundo no serán pasados por alto”.
En este último punto insistimos en la necesidad de una vinculación de la educación y el emprendimiento con las necesidades del mercado, particularmente de la industria mexicana, para que conjuntamente con el gobierno, se solicite el recurso humano adecuado. Es decir, me refiero a que deben existir ciertas carreras y modelos emprendedores que interesen mayúsculamente al país y por ende se les debe dar prioridad a la hora de establecer becas de estudio y créditos de financiamiento para el establecimiento y buen funcionamiento de este tipo de modelo de negocio, siempre pensando en la ciencia y la tecnología.
Pero lo más importante es eliminar de nuestra mente el estigma de la conquista y los estereotipos que nos hunden en el vacío, pues como lo he dicho, somos una potencia cultural con habitantes destacados por su gran genialidad e inteligencia. Descarguemos de nuestra espalda la pesada piedra que llevamos y trabajemos en el desarrollo de una nueva filosofía del poderío mexicano, del triunfo del conocimiento, del éxito de nuestros momentos eureka. Es tiempo ya de que surja la razón y nos quite todas las telarañas de prejuicios, de los ojos, para observar el nuevo faro luminoso del saber, guía único en cada paso firme hundido sobre esta tierra, tan rica en recursos naturales, proveedora de los frutos que nos alimentan y nos hacen tener una ventaja comparativa con otros países. Espero, con ansias, el futuro próximo para observar el resurgimiento de los mexicanos, utilizando el arma de la razón para abrirse paso en la jungla de asfalto y demostrarle al mundo, pero sobre todo a nosotros, que somos un pueblo valioso y digno de respeto por todo lo que hemos creado y lo que vamos a crear…

