Rodrigo Soto Moreno
En una de las múltiples conversaciones que he tenido con mi Padre, quien ostenta el título de neurocirujano, lo cuestioné en relación a la operación “normal” que se lleva a cabo en un hospital.
Mi cuestionamiento era simple, desde mi perspectiva, y aunque yo presumía tener la respuesta, preferí que un experto en la materia la diera. La situación es la siguiente: si removiéramos al director de un hospital, el personal de urgencias ¿sabrían qué hacer ante la llegada de un herido o de un enfermo? ¿El médico de guardia sabría estabilizar al paciente? ¿Las enfermeras sabrían administrar los medicamentos asignados? ¿Los cocineros sabrían preparar los alimentos? ¿La recepcionista podría registrar a un paciente? Y así podemos hacer un sinfín de preguntas y aparentemente con la misma respuesta.
Creo que la respuesta a todo esto es obvia, sí sabrían hacer todo lo anterior sin necesidad de contar con un director del hospital, esa fue la respuesta de mi Padre. Es decir, con la respuesta del responsable de la mitad de mis genes, sustentó que cada unidad o sistema inteligente podría funcionar de forma independiente, sin un líder o “cabeza”, porque cada individuo sabe cuáles son sus actividades y responsabilidades a llevar a cabo.
Por supuesto que pensar así puede sonar utópico, pues incorporamos un alto grado de responsabilidad y toma de decisiones, similar a lo que esperamos que suceda con el advenimiento inexorable de la inteligencia artificial. Pero pensemos que si en un lugar como un hospital, que es un lugar donde funciona en una línea muy delgada entre el caos y el orden, puede operar sin una “cabeza” o jefe, creo que lo mismo puede suceder en otros esquemas privados y públicos, especialmente en el gobierno, hablando específicamente de nuestro país.
Para sustentar mi aseveración me gustaría que nos trasladáramos a la analogía de una computadora. La misma funciona casi a la perfección, contando con una memoria RAM para la velocidad del procesamiento de los datos, un disco duro para almacenar información, acceso a internet para que en caso de duda podamos ser auxiliados por el señor Google, y todo lo anterior escalable, es decir podemos aumentar nuestra velocidad de procesamiento, de almacenamiento, según nuestro presupuesto. Pero si el usuario de la máquina, de la computadora no está versado en utilizar la misma o sus programas, tendremos el mismo resultado que si ponemos a chimpancés o bonobos tecleando y esperamos que surjan los escritos de Shakespeare o mejor aún, los de Carl Sagan.
En este sentido, si el usuario es el gobierno y no tiene idea de cómo operar la computadora, pues simplemente tendremos a un homínido no sapiens que no puede producir nada de valor de la computadora; y siempre trabajando en engañarnos de que nosotros no podemos operarla por su complejidad, siendo esto totalmente falso, pues el ser humano se puede autogobernar, desde mi perspectiva.
Hablo en relación a que nosotros como seres humanos podemos funcionar como una especie de algoritmo en donde se nos asignen diferentes instrucciones o reglas definidas para realizar cierta actividad, iterando e interactuando con el medio ambiente para errar, aprender y corregir. Pero si la instrucción matriz que recibimos, desde la “cabeza” viene errada, pues el resultado será pobre, mediocre y sin sentido, como suele pasar en el gobierno, en este país.
Cuando algo no funciona, especialmente el gobierno, es momento de recordar a Henry David Thoreau con sus declaraciones siguientes: “Creo de todo corazón en el lema “El mejor gobierno es el que tiene que gobernar menos”, y me gustaría verlo hacerse efectivo más rápida y sistemáticamente. Bien llevado, finalmente resulta en algo en lo que también creo: “El mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto”. Y cuando los pueblos estén preparados para ello, ése será el tipo de gobierno que tengan. En el mejor de los casos, el gobierno no es más que una conveniencia, pero en su mayoría los gobiernos son inconvenientes y todos han resultado serlo en algún momento”.
Lo cierto es que como seres humanos, tenemos la capacidad de autoorganizarnos y crear sistemas complejos, siendo este el principio básico de la vida donde organismos unicelulares que trabajaron en conjunto para crear organismos multicelulares y enfrentar así a toda la presión evolutiva a la que estaban sometidos, mutar, iterar, aprender y crear productos mejorados para enfrentar la vida, pero siempre la regla de cooperación y de trabajar en el colectivo y no solamente en lo individual; entonces podemos hablar de de pequeñas unidades de trabajo, similar a las falanges de Alejandro Magno, regidas por no más de 150 individuos, como lo dice Dunbar, que podemos ser más eficientes que el trabajo que hace el gobierno, pues conocemos a detalle las necesidades que tenemos desde lo local, pasando por lo estatal y llegando a lo federal.
El gobierno es un mito, como lo comenta Yuval Noah Harari, dentro de su libro Sapiens, y nosotros como entes inteligentes debemos recordar que la vida se continua abriendo paso mediante equilibrios biológicos, pero cuando el comportamiento de cierta especie, como es el caso de la nuestra, genera desequilibrios y falta de simbiosis con la naturaleza y con el cosmos, es necesario regresar a la libreta de anotaciones para crear un nuevo modelo.
El progreso de nuestra especie requiere un equilibrio, mismo que no está proviniendo de ciertos sistemas gubernamentales, como es el caso de nuestro país y por ende debemos entender que es tarea de nosotros los ciudadanos, la de trabajar en construir un mejor futuro, uno ligado a la simbiosis con la naturaleza, utilizando la programación lineal para maximizar los resultados con pocos insumos, aplicando la unión entre el código de la vida con el código humano y el código de la inteligencia artificial.
Debemos regirnos por los bucles de información, con ciclos determinados de iteraciones, sujetos a prueba y error, para buscar el beneficio colectivo y no el de las personas en el poder, que más que líderes se asemejan a zopencos con alta autoestima.
