En el constante tránsito del andar por este planeta, vamos construyendo nuestra percepción de la naturaleza, gracias a la información que recibimos de nuestros sentidos. Si bien es cierto que cada uno de estos es muy importante, para tener una comprensión holística del medio ambiente que nos rodea, existe uno en particular al que me gustaría referirme: el gusto.
La gran mayoría de nosotros conocemos el placer que se obtiene al estimular las papilas gustativas, mismo que experimentamos, por lo menos tres veces al día, cuando realizamos religiosamente nuestra ingesta de alimentos, con el fin de obtener los nutrientes aparentemente necesarios para funcionar correctamente en el actuar diario.
Pero, en este sentido, resulta muy triste cuando otros seres humanos no pueden tener acceso a la deliciosa fiesta que se gesta en nuestro paladar, con cada bocado que ingerimos, sobre todo cuando el hambre se ha apoderado de nuestra razón y pareciera que nos guiamos simplemente por el impulso a saciar nuestro apetito.
De esta forma es inaudito que existan alrededor de 900 millones de individuos que, por ejemplo, se vayan a la cama sin cenar, como lo comenta Ngozi Okonjo-Iweala, ex colaboradora del Banco Mundial.
Siguiendo con los datos de la hambruna en el mundo, contamos con la información del World Food Programme, que nos ofrece cuatro datos impactantes:
El primero es que el hambre es el riesgo número uno a la salud, pues mueren más personas de no tener para comer, que los muertos de sida, tuberculosis y malaria combinados.
El segundo dato es que 1 de cada 7 individuos, en el mundo, se va a ir hoy a la cama sin cenar.
El tercero es que 1 de cada 4 niños, en los países en desarrollo, tiene bajo peso.
El cuarto dato es que, en el mundo, existen más personas hambrientas que la población combinada de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.
Pensando un poco en todo esto, encontré un escrito interesante en la revista Wired, realizado por Erin Biba y titulado: “Gross National Product”, en donde en resumidas cuentas se habla que ante el inminente crecimiento del hambre y la sed en el planeta, debemos de prepararnos para obtener nuestra fuente de alimento a través de los insectos.
Viendo este mal que azota al planeta, me enfoqué en investigar un poco en relación a la posibilidad de cultivar insectos para alimentarnos y también ofrecer esa comida a los seres humanos con mayores carencias, es decir en China, India, República de Congo, Bangladesh, Indonesia, Paquistán y Etiopía, que según la FAO, son los 7 países donde se concentra el 65% de los seres humanos con hambre en el mundo.
Hablando de la FAO, es decir la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, logré localizar un documento que se titula: “Edible Forest Insects”, donde se analiza seriamente la posibilidad de utilizar a los insectos como comida para alimentarnos.
Sintéticamente, en ese documento, se habla que los seres humanos hemos consumido insectos por miles de años, algunas veces por necesidad, otras por verlos como comida “delicatesen”, exquisita para el paladar; y aunque los números varían, la FAO argumenta que el número de especies de insectos consumidos por la humanidad es de por lo menos 1,400.
Por su parte, la escritora Babin, argumenta que la FAO ha hecho recomendaciones concretas para el cultivo de insectos y la sustitución de estos por la carne, con miras a cuidar el medio ambiente, pues un insecto genera solamente un décimo del metano que produce el ganado.
Tratando de ver lo que se podría hacer para el caso de México, existe un escrito excelente en el tema, hecho por José Armando Aguilar, titulado: “¿Corre o vuela? ¡A la cazuela!”, en donde en primer instancia se comenta en relación al paradigma que tenemos de comer solamente lo que nos proveen las cadenas de supermercados tradicionales en las ciudades y por ende el descuido a obtener, una sana alimentación proveniente de los insectos.
Dentro del artículo de Aguilar, nos hace referencia a que desde la época prehispánica se llevaba a cabo la entomofagia o consumo de insectos. Estos hechos históricos se encuentran bien documentados en Códice Florentino, mencionado por Aguilar, y en donde se remarcan 96 especies de insectos comestibles.
Sin embargo, dice Aguilar, que en la actualidad se han contado alrededor de 504 especies de insectos comestibles, dentro de México, y todo esto solamente de la exploración de la parte centro y sur del país.
Además es importante tomar en consideración, lo dicho por José Armando Aguilar, a la hora de cultivar los insectos, pues éstos han sobrevivido 350 millones de años, contando con una alta tasa de reproducción, así como presencia en los rincones más alejados del planeta. De ahí que podamos sacarles buen provecho a la hora de hacer granjas de insectos, cuidando la calidad del producto al procesarlos y hacerlos llegar a la mesa del comensal, con el objetivo de ofrecer un rico manjar, lleno de proteínas.
Explorando el tema proteínico, Aguilar se dio a la tarea de entrevistar a la doctora Julieta Ramos –Elorduy, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM, quien explica la importancia de cubrir las necesidades de proteínas en la dieta del mexicano, sumado a que la aportación de los insectos sería esencial, ya que 100 gramos de carne de res contienen de 54 a 57% de proteínas, mientras que 100 gramos de chapulines, por ejemplo, contienen de 62 a 75%.
Además textualmente la doctora Ramos-Elorduy dice: “Las proteínas son las reparadoras y constructoras de las células, tejidos y órganos del cuerpo; además, intervienen en el funcionamiento del sistema inmunológico que nos protege de las enfermedades… Los insectos aportan no sólo una gran cantidad de proteínas, sino que incluso pueden llegar a superar la calidad de las que proporcionan el pescado, el pollo y cualquier otra fuente proteínica”.
Este tema es muy amplio y sería complicado resumirlo todo en esta colaboración, pero al realizar esta pequeña investigación y también contribución, me resulta grato que existan organizaciones como la FAO que estén dispuestas a llevar a cabo un programa especial para tratar de abatir el hambre, que tanto mal hace a los seres humanos, sobre todo a los niños en su crecimiento y desarrollo.
Además, después de ver las ventajas tanto para el medio ambiente, con la reducción de gases metano, así como la importante fuente de proteínas, ojalá que los mexicanos busquemos darle cabida en la dieta al consumo de insectos y no solamente como botana, sino como todo un platillo que tanto puede ser delicatesen, como también suplir los requerimientos de proteínas que no obtienen ciertos individuos por sus escasos recursos.

