Existía la promesa de una nueva descarga de dopamina, similar a la cascada que acababa de experimentar al abrirse paso hacia su libertad, y ahora estos supuestos evangelizadores atentaban contra su camino y su destino en el Valhalla. Pero no se iba a rendir, sin antes dar una buena batalla, por lo que Un Ojo tomó una gran bocanada de aire y se sumergió bajo el agua, nadando con rapidez y agilidad, similar al comportamiento de un depredador reptil, como cocodrilo, acercándose con decisión hacia la orilla, y mientras lo hacía sigilosamente, nuestro guerrero meditaba en relación a que los generales tienen tiempo para planificar y plantear la batalla, por lo que sustentan sus decisiones en la razón, pero los soldados como él, no cuentan con ese privilegio, por lo que confían más en su intuición.
Estaba muy cerca de la orilla y lo supo con claridad, cuando pudo ver la silueta y sombra de un individuo, mismo que siguió de largo y eso aprovechó Un Ojo para inmediatamente, apoyado de sus pies, piernas y brazos, pudiese dar un sorprendente salto, saliendo del agua y derribar a su oponente, a quien tenía ya en el suelo y buscaba su cuello, con el puro tacto, como buen galeno improvisado que era nuestro héroe. Pero algo estaba mal, desde que había tirado a este “enemigo”, pues su cuerpo era pequeño y frágil, comprobando lo anterior al apretar un poco el pescuezo del mismo. Para sorpresa de Un Ojo, al que tenía sometido y entre ahogado, era “Blonde”, un muchacho joven, servicial, amable, muy callado, que ayudaba a cuidar a Un Ojo, dándole comida y bebida, así como sarapes para abrigarse y acostarse, haciendo más confortable su estancia, siendo preso, en su jaula de la montaña.
Supo entonces lo que debía hacer y abriendo su mano, dejó respirar de nuevo a Blonde, quien ya estaba tomando un color morado, debido a la constricción de sus pulmones por parte de la mano de Un Ojo. Sabía que el joven no merecía morir; había sido su único “amigo”, mientras fue negado de su libertad y “obligado” a pelear contra ese montón de zarrapastrosos. Así que Un Ojo se levantó y ofreció la mano abierta, en señal de amistad a Blonde, con el ánimo de levantarlo y ofrecerle tregua. “Gracias, no quería molestarte, pero te he seguido cuesta abajo de la montaña y quiero acompañarte”, dijo el muchacho. Pero el guerrero no contestó, solamente se apresuró a secarse y vestirse, así como tomar su hacha y cuchillo, mismos que aprisionó con poderío, pues las voces y cánticos de los supuestos evangelizadores se escuchaban más cerca y con más fuerza en su pregón.
“No estás listo para ir conmigo, eres muy joven para ser aceptado en el Valhalla” dijo el guerrero, “además en este instante tenemos que sobrevivir lo incierto, a esos hombres que se acercan, así que si quieres vivir, debes ponerte detrás de mí y moverte rápido siempre buscando mi espalda, pues sino estás muerto muchacho”, replicó nuestro campeón. “¿Traes algo con qué defenderte?” cuestionó Un Ojo; a lo que Blonde respondió: “Sí, una daga que robé de los que fueron tus amos”. “Bien”, dijo Un Ojo, “ahora solo recuerda, atrás de mí buscando mi espalda; estableceremos un perímetro y será nuestro terreno, mismo que defenderemos con nuestra vida y les mostraremos a estos hombres de fe, que el filo de nuestras armas y la convicción de nuestra sangre, es más poderosa que sus trucos baratos de evangelización, además tenemos a varios dioses de nuestro lado, contra solamente uno de ellos”, terminó el guerrero. “¿Pero cómo sabes que vendrán?” inquirió Blonde. “Aquí hay agua fresca muchacho, aquí convergen todos, presas y depredadores, el ciervo y el león, y aunque muchas veces se olvidan las rencillas, la ley del fuerte sobre el débil prevalece, así que créeme, ellos vendrán a refrescarse aquí y a mí no me gusta correr y esconderme, prefiero demostrar quien soy y abrirme paso, pues no voy a permitir ser esclavo de nadie” concluyó Un Ojo.
De pronto se abrió la vegetación y fueron saliendo los primeros evangelizadores, vestidos con una especie de armadura e insignias con cruces en sus pechos, era una avanzada de 20 hombres, según la cuenta rápida de Un Ojo, quien empuñando el hacha con su mano izquierda, la colocó el forma de guardia previsora y girando el cuchillo con su mano derecha, se inclinó levemente; acto seguido en donde Blonde se puso detrás de él, como se lo había indicado. El aire era fresco y el olor a tierra mojada era inconfundible y familiar, mientras que los rayos de sol se escondían entre algunos árboles que se balanceaban como deseosos de presenciar un combate digno de dos frentes, en donde a simple vista parecía estar echada la suerte y muchos al guiarse erróneamente por sus instintos, confundirían a los evangelizadores, mayores en número y mejores armados, como los victoriosos. Un Ojo espero, mantuvo su respiración y de forma increíble cerró su ojo, saboreando sus disparos neuronales con mensajes de dopamina, excitando su piel, situación que este héroe nórdico disfrutaba, pues sabía controlar el miedo y lo usaba en su beneficio y obvio maleficio de sus enemigos. Espero paciente, sabedor de su ventaja, que era medir a su oponente y darle la oportunidad de marcharse, de no pisar su perímetro de acción, de su territorio temporal, del lugar donde el que entra es enviado a visitar a sus antepasados y tal vez contar con orgullo que murió peleando contra un gran guerrero, contra Un Ojo.
De pronto, lo inevitable, tres de los evangelizadores gritaron una de las palabras que más odiaba Un Ojo y esa fue: “bárbaros…bárbaros…”, mientras corrían desenvainando sus espadas, listos para atacar y someter a estos faltos de civilidad, obtusos y brutos, carentes del conocimiento de las normas sociales de vanguardia y no aptos para recibir la luz de la verdad. Pero Un Ojo esperaba inmutable, solamente apretando fuerte sus armas artificiales, su hacha y su cuchillo, así como vigilando con cautela que Blonde permaneciera atrás de él, aumentando así las probabilidades de supervivencia de éste. No había respuesta de nuestro campeón nórdico, estaba como en una especie de trance, pero la realidad es que contaba los pasos y escuchaba las pisadas de estos nuevos agresores y cuando supo que estaban lo suficientemente cerca, lo invadió su certeza como luchador y abrió su ojo, mientras que tomando el cuchillo por la punta lo lanzó con fuerza y puntería directamente a la garganta del primer evangelizador, logrando que cayera éste como un bulto sin vida, cautivando la atención de los otros dos, quienes frenando sus pasos, cambiaron la estrategia y decidieron rodear a Un Ojo para atacar coordinados por ambos flancos.
Palmas hacia fuera y subiendo los dedos en tres ocasiones, Un Ojo, invitó mortalmente a estos dos evangelizadores a que se unieran a su compañero caído y grave error cometieron ambos al embestir, en diferentes tiempos a este guerrero invicto, pues si lo hubiesen hecho al unísono, tal vez hubiesen dificultado su accionar. Mantener la posición y resguardar mi terreno temporal, es lo que requiero hacer, pensó Un Ojo, así que bloqueó con su hacha el primer embate de la espada proveniente del frente, aunado a propinar un cabezazo a la nariz de este evangelizador y volteando con velocidad, gracias a un movimiento natural de su cuerpo, jaló de las greñas a Blonde para volverlo a poner en su espalda y esquivar el segundo ataque proveniente de la reciente retaguardia, pero también dejando otro recuerdo al golpear con un derechazo la quijada del segundo evangelizador. Con nariz y boca sangrando, aturdidos y mareados, esos dos evangelizadores, parecían de “papel”, pues se tambaleaban todavía sujetando sus espadas y preparaban un segundo asalto, para buscar mantener su palabra y luchar para convertir a los infieles, aunque éstos tuviesen que morir por su insolencia de no aceptar la verdadera salvación.
Pero Un Ojo sabía su tarea y no era otra que mostrarles a esos hombres de “fe” el camino seguro cuando se enfrentan a él por las armas, siendo ningún otro más que encontrarse de frente con su supuesto creador para decirle que habían fallado y que el campeón nórdico no iba a ser doblegado por ninguna fuerza sobrenatural representada en simples hombres. Así que midiendo a la “presa” o evangelizador más débil, optó por arremeter contra el que tenía fracturada la nariz e invitándolo a dar otro golpe sin efecto, esquivó la ofensiva de éste, quien sangraba y respiraba con dificultad, enseñándole cómo causar un lesión mortal, al aventarle su hacha y ser certero en la intersección de líneas que tenía en el pecho, doblegándolo inmediatamente. Un Ojo jaló de nueva cuenta a Blonde, quien ya se volvía a ocultar en su espalda, y tomando la espada del evangelizador derrotado, se dirigió con mucha seguridad hacia el que quedaba de pie, quien intentó defenderse pero solamente alcanzó a bloquear dos espadazos, pues el tercero se hundió en su estómago causándole la muerte. Acto terminado, Un Ojo, tiró la espada y recogió su hacha y cuchillo y volviendo a colocar a Blonde a su espalda, marcando de nueva cuenta su territorio temporal.
Los evangelizadores molestos, pensaron en que sería mejor atacarlo con un mayor número, en esta ocasión con 10 hombres, pero al momento en que se iban a lanzar en su grito de guerra, el mismo fue callado por el que daba las órdenes, el jefe evangelizador, quien los calmó y dijo: “Imbéciles…¿no saben quién es?…no recuerdan la historia que nos contaron…están más ciegos que él…ese que ven ahí es el guerrero nórdico, peleador de más de 1,000 batallas sin derrota, sabedor de colapsar a sus enemigos al medirlos con solo mirarlos con su único ojo…no lo enfrenten o morirán”.
“Guerrero, no queremos conflicto contigo”, dijo el jefe de los evangelizadores, acto seguido ordenó a todos sus subordinados que bajasen sus armas y volvió a dirigirse a Un Ojo, “únete a nosotros y pelea a nuestro lado…sería de gran utilidad contar con un gran guerrero como tú dentro de mi línea de comando”. Un Ojo nunca había recibido una oferta de esa naturaleza, por lo que meditó por un momento y contestó con vehemencia, “de acuerdo, pero debo ser tratado como uno de ustedes y no como un bárbaro o de lo contrario, empuñen de nuevo sus armas y vengan a probar su suerte, misma que yo les descifraré”. Dando unos pasos y abriendo las manos en señal de no venir armado, el jefe de los evangelizadores replicó, “no hay necesidad de mayor derramamiento de sangre sin sentido, serás tratado como dices y juntos difundiremos la palabra, la verdad y el camino seguro de salvación para todas las almas perdidas de este mundo”. Antes de que el héroe nórdico fuera a responder, Blonde le jaló la manga de la camisa y le dijo, “acepta, así tenemos mayor oportunidad de sobrevivir, al unirnos a ellos…no me importaría acompañarlos a su aventura y ser coparticipe de la promoción de esa luz que ellos quieren proyectar sobre la ceguera de la humanidad”. Entonces, emitiendo una especie de mueca con un gruñido, Un Ojo volteó hacia los evangelizadores y aceptó.
“Partiremos en al amanecer, la embarcación está lista, pero antes vengan con nosotros a comer, tanto tú como el muchacho son invitados de honor en nuestra mesa”, afirmó el jefe evangelizador y se presentó, “me llamó Albert”. La comida fue un maná para Un Ojo y Blonde, quienes no habían probado bocados tan cuantiosos desde hacía mucho tiempo, era un deleite saborear el pescado sazonado con vegetales, así como de postre algunas bayas silvestres tradicionales de la zona nórdica. Efectivamente partieron al amanecer.
La embarcación era diferente a las conocidas por Un Ojo, pues era de manufactura inglesa. La travesía se mostraba sin contratiempos y pasaron mucho días así; hasta que de pronto cayó una niebla muy espesa y desorientó a los experimentados navegantes, llevándolos a la desesperación por el alargue en la duración del viaje y culpando al jefe Albert, de la incorporación de Un Ojo a esta aventura, pues no era de la misma sangre que los otros, ni compartía las mismas creencias. Apunto estaba de crearse un motín en contra del guerrero nórdico, cuando de repente se abrió el cielo y se despejó la niebla, dando a la embarcación la perspectiva de una selva y tierra a la vista, pero lo mejor era que ahora podían saciar la sed, provocada por la carencia de agua y empezaron a dar gracias a su dios mientras bebían del líquido vital; no acababan de llenar sus cantimploras del regalo divino representado en agua, cuando se escuchó el conocido siseo de una flecha asesina, que encontró destino en el pecho de uno de los evangelizadores. Estaban siendo atacados, pero no se veía el enemigo, solamente surcaban las flechas rompiendo el aire e impactando en la nave, así como en los tripulantes.
Un Ojo sabía que debían llegar con premura a la orilla y encontrar cobijo y protección bajo los árboles de la zona, así que tomó uno de los remos e invitó a los otros evangelizadores a unirse y lograrlo. Bajaron con velocidad, pero fue inútil, ya los esperaban un grupo de indios de la localidad, quienes no dudaron en rociarlos de flechas , por lo que Un Ojo rompió una madera de la embarcación y la usó de escudo, poniendo rápidamente a Blonde detrás de él para cubrirlo. Los evangelizadores estaban perdidos, pues su jefe estaba discutiendo la estrategia para calmar a los indígenas y confiando en la protección divina, se levantó y dijo: “en nombre de…”, pero fueron sus últimas palabras, pues las flechas cubrieron su cuerpo dejándolo irreconocible; la misma suerte tuvieron los otros evangelizadores. Solamente quedaba Un Ojo y Blonde, quienes cubiertos por el escudo improvisado, se habían mantenido lejanos de la batalla. De pronto se detuvieron las flechas y los arqueros se replegaron, para dar entrada a otros combatientes, de la misma legión, pero éstos armados con porras grandes de madera, teniendo en la punta una especie de piedra, tal vez obsidiana. Un Ojo bajó el escudo y contó a los agresores, eran 50, hasta donde le llegaba su visión, pero seguramente había muchos más, sin contar a los arqueros y pensó, “he llegado…por fin una batalla digna…el final ansiado…se presentan ante mí las puertas del Valhalla, representadas en esta lucha contra estos aborígenes” y volteando e hincándose hacia Blonde, le dijo “vete…yo los distraeré, usa la embarcación y huye de aquí, regresa a casa…yo he encontrado mi destino…el Valhalla está ahí, en la muerte al enfrentar a éstos guerreros, quienes me superan en número, pero no en fortaleza ni en destreza, pero ya todo está decidido y mi suerte la echo yo”, empujó al joven y golpeándose el pecho les indicó que lo dejaran ir, pues él combatiría con ellos, sabiendo que entre soldados guerreros existe esa “caballerosidad” para respetar un pacto de armas.
Por increíble que parezca Un Ojo soltó el hacha y el cuchillo y asegurándose que Blonde se subía a la embarcación, abrió sus palmas y giro en 360 grados para demostrar que no traía nada más y se introdujo entre la multitud de indígenas y cerrando su ojo, se hincó para pedir a Odín la protección de su alma en el camino hacia el Valhalla y sonrió; acto seguido sintió como si una colonia de abejas lo atacará, pero con piquetes más fuertes y desgarradores, al sentir como la obsidiana se fragmentaba y cortaba sus tejidos, sumada a porrazos en todo su cuerpo. No le quedó otra que ponerse en posición de embrión y ser digno de soportar el castigo, que seguramente derivaría en su muerte para ser merecedor del Valhalla y encontrarse con Odín. Sintió como el aliento se le iba y las fuerzas se minaban, mientras lo golpes iban despareciendo. Ya todo era paz y no sentía nada en su cuerpo, seguramente era la muerte, por fin, pensó, ahora a esperar a que Odín me reclame como digno. Percibió entonces unas manos suaves que lo tomaban, seguramente son las Valquirias, estoy salvado y fui elegido, así que sonrió. “Gracias Odín” dijo Un Ojo.
Pero aquí las preguntas son para quienes leen estas líneas: ¿Son las manos salvadoras las de las Valquirias? que llevan a Un Ojo ante Odín. O ¿Son las manos de Blonde? que regresó y no dejó solo a nuestro campeón nórdico…

