El camino hacia el “Valhalla” (1 de 3)

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En esta ocasión vamos a salirnos, un poco, del tradicional escrito y presento uno afín con la película: “Valhalla Rising”, mismo que aunque se relaciona con la cinta, con la gran actuación de Mads Mikkelsen, en nuestra descripción, la historia se bifurca y deriva en cierto desenlace, aunado a mi interpretación de los hechos. Sin más preámbulo:

Fácilmente se podía determinar la falta de creatividad en su apodo, pues con solo mirarlo, se infería con facilidad el porqué le llamaban “Un Ojo”. Nadie sabía, con certeza de donde venía, ni tampoco la causa de la pérdida de su ojo, pero ante la prominente cicatriz en esa zona, existía la posibilidad en deducir que había sido producto de algún enfrentamiento hombre a hombre.

Fue así que “Un Ojo”, el guerrero nórdico, campeón en sus luchas cuerpo a cuerpo, gracias a su enorme destreza y fortaleza, permanecía sentado, cruzando las piernas en una especie de “flor de loto”, percibiendo la brisa fría de la montaña y el olor a tierra mojada, proveniente del pasto a su alrededor. Estos eran sus preciados momentos de tranquilidad, antes de la tempestad, como una forma de escape al recuerdo de su prisión representada en la cadena, que iniciaba anclada en un tronco de notable grosor, y terminaba en su cuello; marcando así una circunferencia perfecta, en el perímetro de acción, con que “Un Ojo” contaba, sirviendo de referencia a sus captores, para saber con veracidad, hasta donde podían acercarse, sin caer en sus garras, similar con lo que ocurre con una bestia salvaje.

De pronto, percibió un cambio en el aroma del aire, pues claramente se rompió la armonía de los olores naturales, incorporándose uno fétido y sudoroso, que era sin lugar a dudas de algún humano. Entonces “Un Ojo” abrió su única ventana de visión y con una sonrisa pícara y malévola, supo que era hora de enfrentar a la tempestad de un combate. De un solo movimiento se levantó, aún dando el lomo al obligado retador, mostrando su marcada espalda, entrelazada con tatuajes de leyendas nórdicas y trazos agresivos en diversas cicatrices. Supo entonces, que era momento de ver a su “enemigo” a vencer y volteó lentamente, descubriendo su pecho torneado, también con tatuajes y marcas de batallas pasadas. Su contrincante, era casi una cabeza más alto que “Un Ojo” y su tamaño era de casi el doble, sin embargo a nuestro guerrero no le importaba eso, pues su hambre de sangre y odio acumulado, era mucho mayor que el aferre a la vida por parte de su oponente.

Pobre infeliz, pensó “Un Ojo”, no sabe que aquí no se lanzan monedas al aire, ni existen diferentes rutas o caminos de desenlace, no concurren varias opciones enfrentadas a la probabilidad, no existe el azar, solamente coexiste mi triunfo, volvió a pensar. Además, “Un Ojo” sabía que la vida de estos zarrapastrosos, no valía nada, y por ende la muerte de los mismos era similar al trabajo de matar a un “burro” y no la tarea prodigiosa de entrar en combate a muerte con un “león”. Estos humanos, que le aventaban sus captores, eran solamente escoria social, criminales en su mayoría, como asesinos, ladrones, mentirosos consuetudinarios, violadores, entre otros.

De pronto, la lucha inició de forma estrepitosa, cuando su retador entró en la circunferencia prohibida, de ese ring imaginario, y se abalanzó sobre “Un Ojo”, propinándole diversos golpes en el rostro y el tórax, para después hacerle un abrazo de “oso” y arrojarlo al suelo, con el fin de someterlo ahí con su peso y fortaleza, pero “Un Ojo” sabía que este tipo de batallas se ganan con maña y no con fuerza bruta, así que buscó zafarse un poco de la llave que lo aprisionaba y golpeó certeramente los riñones de su oponente, para obligarlo a cubrirse y distraerse, entonces aplicó otro porrazo, pero ahora a los genitales de este insulso individuo y girando rápidamente sus piernas, rodeó su cuello con ellas, aplicando presión suficiente para noquearlo momentáneamente.

Ahora era cuestión de terminarlo, pues no existía piedad para nadie y “Un Ojo” no era ningún santo. Así que tomó a su oponente, levantando su torso con fuerza, pues era “peso muerto” debido a encontrarse todavía inconsciente, y enredó su cadena, prisionera, en el cuello del ahora “colosal títere humano”, que yacía sin fuerzas hincado. De pronto, “Un Ojo”, corrió velozmente hacia el otro lado, de su retador, y estirando con fuerza la cadena con sus manos, dejó caer todo su peso sobre la misma, escuchando el conocido tronido en la fractura del cuello de su “enemigo”, mismo que murió instantáneamente.

Se lo dije, mi victoria era inevitable, pensó “Un Ojo”, mientras reposaba exhausto, acostado con la cadena sobre su pecho. Fue entonces, que confiados por el final de la batalla y pensando que este guerrero nórdico estaba agotado, sus captores entraron en los terrenos de “Un Ojo”, para retirar el cadáver, sin saber que la cadena había cedido en uno de sus eslabones y estaba a punto de abrirse, esbozando una promesa de libertad para nuestro campeón, por lo que éste, sabiendo de lo anterior, sonrió volteado a ver a sus “amos”, esperando paciente, cuando estuviesen cerca para “recibirlos” como se merecen…

Continuará…

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