Somos criaturas frágiles por naturaleza y para demostrarlo sobra con ver la dependencia hacia nuestros padres o tutores durante los primeros años de vida, aunque esa filiación pareciese extenderse durante toda nuestra existencia en este planeta y se ligue directamente con la fortaleza necesaria para enfrentar a la jungla de asfalto artificial, creada por el nosotros mismos, los seres humanos. Una vez que la relación padres e hijos se “termina” o se coloca en segundo plano, buscamos a una pareja, ya sea como símbolo de amistad o amoroso, para afrontar de mejor manera las “esquirlas” de los golpes adquiridos conforme interactuamos con el medio ambiente durante esta estadía efímera.
Me refiero con todo lo anterior a la simple comprensión del punto insignificante, comparado con el cosmos, y a la vez vital, único y valioso de nuestra propia existencia, sobre todo con la detección de nuestra conciencia para entender el tradicional razonamiento de Descartes: “Pienso, luego existo”. Aunado al innegable hecho de que la vida cambia en un segundo, o tal vez en un picosegundo (billonésima parte de un segundo), teniendo ante nosotros diferentes puntos de inflexión o simplemente un antes y un después de cierto hecho. Comprendiendo así las situaciones de la vida, evitables e inevitables, y poder digerir mejor el dicho por Reinhold Niebuhr en relación a: “tener la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las que se puedan y sabiduría para notar la diferencia”.
Después de este breve análisis filosófico me resultó fascinante leer un resumen publicado en The Economist, bajo el título de: “Stress best. How suprises make you stronger”, en relación a un nuevo libro, escrito por el brillante investigador financiero Nassim Nicholas Taleb, titulado: “Antifragile: Things that gain from disorder”. Dentro del mismo se habla en relación a la palabra fragilidad, interpretada desde el punto de vista de algo que se rompe con el estrés y teniendo por ende lo opuesto, siendo algo que crece fuertemente bajo la presión. Derivado de esto último, Nicholas Taleb, acuñó la palabra: “antifragilidad” o “antifragile”, en inglés, y si bien no existe como tal, le resulta útil para explicar el secreto del éxito en un planeta y universo lleno de incertidumbre y de múltiples posibilidades.
Siguiendo con este curioso y creativo investigador de las ciencias financieras, Nassim argumenta que la misma evolución natural de las especies usa este sistema, en donde las mutaciones aleatorias, van tornándose en adaptativas para cierto medio ambiente y terminan siendo dominantes en ciertas especies para garantizar su supervivencia. Aludiendo a uno de sus claros ejemplos, tenemos el caso de la pierna derecha de un futbolista diestro resulta más fuerte que su izquierda, gracias a la exposición del golpeo de la pelota de fútbol.
Pero no todo termina ahí, la evolución natural, así como nosotros los seres humanos, usamos la información del fracaso en miras de prepararnos mejor para el futuro próximo o lejano. Es decir, explica Taleb, el dolor le enseña a un niño a evitar cierta situación, los fracasos de ciertas compañías le dan datos para el éxito de un nuevo emprendedor, así como los accidentes en las líneas aéreas crean un banco de datos para lograr hacer más seguro el siguiente vuelo. Además en este sentido, continúa este ensayista financiero, no es bueno guardar los bits y bytes de riesgo sin hacer nada, porque los mismos se acumulan y cuando salen crean una explosión catastrófica.
En síntesis, al leer lo anterior, es importante considerar con mucha atención a las pequeñas variaciones de información en nuestro devenir histórico, sobre todo a aquellas que parecen carentes de sentido, porque de pronto nos pueden dar un golpe tan tremendo que nos acerquen a nuestro propio colapso. Es entonces mejor lidiar con estrés (como respuesta vital y natural para la supervivencia) de forma moderado todos los días, a esperar un “tsunami” certero del que no nos podamos levantar. Esta enseñanza es para cada uno de nosotros y también de forma colectiva para todas las sociedades de la raza humana.
Al final creo que el mensaje puede ser similar a lo dicho por Rudyard Kipling: “Al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia”.

