Buscando nuestra resiliencia

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Es curioso observar como algunos sistemas se quiebran, mientras que otros cuando llegan a su punto de inflexión rebotan y resurgen fortalecidos. Refiriéndonos aquí a la resiliencia, especialmente a la que observamos en las plantas.

Nos hemos dado cuenta que la resiliencia se encuentra presente en diversos sistemas, sobretodo en los biológicos y como lo dijimos, muy particularmente en las plantas; lo anterior con el fin de resaltar que toda la soberbia humana que tenemos en la Tierra, podría verse vulnerada cuando salgamos del mismo, como lo hemos visto con películas como “The Martian”, al igual que cualquier otra conquista fuera del planeta hacia otros horizontes lejanos.

Aparentemente la vida en la Tierra, después de miles de millones de años, organismos celulares trabajaron en conjunto para convertirse en organismos multicelulares, en donde la reproducción asexual dominaba, cuando los seres se copiaban o duplicaban para formar un nuevo ser, pero la vida se dio cuenta que eso no era tan efectivo, dando paso entonces a la reproducción sexual, donde caracteres de un padre (50%) y de una madre (50%), daban lugar a un producto más robusto, con mayor facilidad de adaptación a los cambios del medio ambiente. Este mecanismo se repetía, en donde los genes egoístas se apresuran a cambiar de receptáculo (cuerpo) para preservar su existencia.

Volviendo a la resiliencia de las plantas, recordemos que ellas se encuentran ancladas a la tierra y estancadas en su lugar, pero curiosamente éstas crean redes de comunicación, por medio de sus raíces, combinando la conexión con los hongos para formar cadenas micorrizales, muy similar a lo que sucede con el internet (web); comunicándose en cuanto a peligros, patógenos, en relación al clima, al medio ambiente, a los nutrientes que tienen a la mano, protegen su espacio vital para que no se acerque otra planta que implique competencia y no simbiosis.

En relación a lo anterior, se vuelve interesante el dicho, que parafraseando es: “no eres una planta, sino te gusta donde estás, te puedes mover”, que si bien es cierto también nos aleja un poco de las exposiciones necesarias para sortear un reto, romper paradigmas, para salir adelante. Nos referimos que de nuestras equivocaciones y errores aprendemos más que de nuestros aciertos, con resiliencia para caer al fondo y de ahí resurgir.

Por ejemplo, ¿quién iba a decir que los dinosaurios siendo dueños de la Tierra se fuesen a extinguir? Desaparecieron y dieron paso, después de una serie de evoluciones y mutaciones, a otros seres mucho más compactos, mamíferos con manos prensiles, que empezaron a tener cerebros grandes en relación a su tamaño, para posteriormente después de diversas iteraciones e interacciones y mutaciones, derivar en seres con mejores disparos neuronales, ideas creativas, de innovación, de adaptabilidad, para que gracias a nuestra tecnología podemos estar potenciando nuestra propia evolución, incluso a ritmos acelerados.

Por otro lado, dentro de los sistemas de resiliencia, como nos lo dice Andrew Zolli en su libro Resilience “Why things bounce back”, nos habla de que hay ciertos puntos de inflexión o avisos, tanto en los sistemas biológicos como los tecnológicos, como cuando en un automóvil sale el símbolo de “check engine” o algún foco se prende en el tablero pues eso nos quiere decir que algo está fallando y antes de que se descomponga debemos llevarlo con un mecánico o especialista para evitar tener un daño mayor.

Es probable que los dinosaurios, en su época, no tuvieran la inteligencia de detectar que algo estaba cambiando en su entorno y que nuevas especies se avecinaban a tomar control del planeta o cierto evento externo a ellos, como la caída de un meteorito fue imposible prever y menos detener.

Sin embargo para el caso de los seres humanos que nos jactamos de ser la especie dominante del planeta y de nuestra gran inteligencia para resolver problemas y abrirnos paso con diferentes alternativas; resulta increíble que nos estemos dando cuenta de la lesión que estamos causando al planeta con la contaminación, con el cambio climático ligado a la avaricia del ser humano en obtener dinero y poder.

A todo esto se nos olvida que fuera del planeta Tierra no somos nada y como lo propone la película “The Martian”, cuando nos ejemplifica que la vida es totalmente diferente en Marte, pues no hay tierra cultivable, no hay atmósfera, no podemos hacer todo lo que tradicionalmente hacemos aquí. Similar a lo expuesto por Stanley Kubrick en su película: “2001: A Space Odyssey”, en donde el ser humano al salir del planeta, auxiliado por una inteligencia artificial, dándose cuenta que es como un niño pues debe aprender a caminar nuevamente, a comer, a ir al baño, a dormir, etcétera, por la gravedad en el espacio.

Vivimos entonces un punto pálido azul, como lo dice Carl Sagan, dentro de este planeta Tierra en donde sentimos amos y señores, pero comparados con el universo, con el cosmos, no somos nada. Además la vida es frágil, pero aquellos que tienen y mantienen esa resiliencia como las plantas, pueden aprovechar de su entorno y crear una red de información y comunicación, como ellas lo hacen con sus raíces, similar pero tal vez más eficiente que el internet que usamos nosotros, para afrontar los problemas que se presentan cuando salimos de nuestra zona de comodidad, como con el ejemplo de salir del planeta. Nuestra capacidad de aceptar que no sabemos todo, de volver a aprender, de iterar, de errar y de aprender de esos errores, es lo que nos hace tener esa resiliencia para salir adelante.

¿Qué requerimos?

Adaptabilidad

Explorar alternativas

Probar

Errar

No rendirnos

No morirnos de vergüenza

Mutar

Evolucionar

Así como aprovechar de esas señales que nos dice Andrew Zolli que nos marca el medio ambiente, la biología, la propia sociedad, de algo que está causando problema, como el caso del motor del auto y antes de que el sistema colapse, hacer una revisión para evitarlo, en un esquema de mantenimiento preventivo y no correctivo.

Aunado a todo esto, recordemos que todos nosotros nacemos siendo científicos, es decir nacemos siendo curiosos y esa misma curiosidad, de forma medida, porque también la curiosidad mató al gato; nos ayuda a aprender, a explorar el medio ambiente, nos ayuda a amasar conocimiento, a conocer las cosas con nuestras manos, con nuestros dedos prensiles, a escribir y dejar legado de nuestro saber, de nuestras experiencias, para trasladarnos a un punto de inflexión, como nos lo dice Ray Kurzweil, en donde pensemos migrar la parte biológica hacia la tecnológica o fusionar ambas, tendremos un crecimiento exponencial en relación al futuro evolutivo del ser humano.

Pero ¿que pasaría si en esa resiliencia para resurgir de las cenizas fuera aprovechada por un sistema inteligente? Me refiero a que Google estuviera con Deep Mind, educando o entrenando a una inteligencia artificial para que en base a nuestro comportamiento en internet fuera aprendiendo cómo funciona la mente de un ser humano, para posteriormente derrotar la prueba de Turing y pasar desapercibida en la sociedad humana.

De lo anterior tenemos ejemplos en películas como Uncanny, Ex Machina y es entonces entra la disyuntiva entre la resiliencia que tenemos los seres humanos versus la que podrían tener las máquinas o la inteligencia artificial para adaptarse velozmente al medio ambiente que les rodea. Imaginemos que una inteligencia artificial solamente tendría que descargar un paquete de datos para aprender algo, mientras que nosotros requerimos de entrenamiento, leer un libro, pasar exámenes, para poder obtener un certificado o diploma en nuestro entrenamiento; mientras que una máquina solamente necesita tener el software adecuado para operar.

¿Qué proponemos de todo esto?

Bueno pues aprovechar toda esa curiosidad que tenemos desde niños, pues nacemos siendo científicos; trabajar más en vestir al cerebro versus al cuerpo; trabajar más en alimentar al cerebro versus alimentar con comida chatarra al cuerpo; propiciar las ideas creativas; cuestionar todo aquello que se nos provee de información en las noticias y en diferentes medios de comunicación y no dar por hecho una información, pues muchos medios masivos trabajan solamente para manipularnos y convertirnos en “perros de Pavlov” y recordar que la esencia de la existencia de este universo fue que dentro de esa energía negra, materia negra, había partículas y antipartículas y gracias a que hubo más partículas que antipartículas es que estamos aquí. Es decir siempre hay que pensar en la 1001 posibilidad, no en la 1000, sino en aquella atípica, impar y que sea disruptiva, que prolifere, que crezca y que prospere.

Nuestra resiliencia se debe basar en nuestro conocimiento científico y tecnológico y también en nuestra experiencia, para adaptarnos al medio ambiente, en comprender que no somos esenciales para el planeta y que solo somos una rama mas del árbol evolutivo y como el caso de los dinosaurios, también nos podemos extinguir y que si queremos “brincar” a otro planeta para colonizarlo, antes tenemos que aceptar con humildad que si salimos de la Tierra, seríamos como niños y empezaríamos a aprender todo otra vez para adaptarnos ahora al cosmos.

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