Dicen por ahí que un solo hombre no puede cargar todo el peso del mundo, ni tampoco solucionar todos sus problemas por sí mismo. Pero también he escuchado que para ayudar a alguien, primero debemos estar bien nosotros mismos. Lo que sí me resulta claro es que cada uno de nosotros es el arquitecto de su propio destino.

En este contexto encontré en mi deambular literario, cierto texto titulado: “Ayn Rand vs. the Pygmies”, escrito por el autor Eric Michael Johnson, en donde tal vez se nos pueda clarificar lo anterior. En ese artículo se nos habla en el inicio sobre una tribu de pigmeos en el Congo, denominados Mbuti o Bambuti, habitando ahí por alrededor de 60,000 años, basando su sistema económico en la cacería pero siempre trabajando de forma grupal.

Como ejemplo de su estrategia para capturar animales y obtener alimento, Johnson nos dice que estos cazadores elaboran una gran red que colocan de forma cuidadosa en la selva, para posteriormente en un esfuerzo coordinado por mujeres, niños y hombres, se emitan ruidos, gritos y golpes para ahuyentar a los animales en dirección de la red y caigan así en la trampa. Es decir, la tribu, tiene claro que la cacería es un esfuerzo colectivo y el éxito de cada cazador le pertenece a todos, según lo estudiado por Johnson.

Sin embargo, salta a la vista, el comportamiento de uno de los pigmeos, cuyo nombre es Cephu, pues perspicazmente coloca una red, confeccionada por él mismo, antes de la red grupal de la tribu y de forma inteligente y maquiavélica, logra atrapar a los primeros animales huyendo despavoridos. Posteriormente Cephu se apresura a retirar la red y llevarse su botín; pero antes de lograr hacerlo, otros miembros de su clan, observan su comportamiento y lo delatan con el resto.

El resultado es que Cephu es acusado de poner su beneficio personal sobre el del grupo o de la tribu Mbuti y por ello debe responder a ese crimen. Los argumentos de defensa de Cephu, son que él estableció una iniciativa propia como su responsabilidad personal, mismos que no son suficientes para el clan de pigmeos y se acuerda desterrarlo de esa sociedad.

El dictamen, dada la dificultad de la vida en el Congo puede significar la muerte, por lo que Cephu pide perdón de forma ferviente e incluso ofrece entregar toda la carne que cazó, a todos los miembros de la tribu, con tal de no ser desterrado de la comunidad. La oferta de Cephu es aceptada en su mayoría y este aparente ventajoso personaje queda sin carne que comer, mientras pide clemencia y que se le deje algo para alimentarse, a lo que los otros miembros solamente provocan risa, pues el caso está resuelto.

Después de conocer este caso, me sorprende que en estas comunidades que podemos pensar que no son civilizadas, carentes de tecnología moderna, tengan muy presente que su supervivencia debe estar supeditada a la cooperación grupal y en donde los intereses individuales nunca pueden estar por arriba de los intereses grupales de una comunidad. Es decir, a mi gusto, estos grupos consideran al beneficio colectivo como el primer escalón con rumbo hacia el progreso.