Revista número 98, del 2 al 15 de octubre de 2009, páginas 106 a 108
Meursault no encontraba motivación alguna en su vida. Todo le parecía monótono, absurdo y sin sentido. Después de meditar largo tiempo, dedujo que su trivial existencia no estaba ligada a otros seres humanos, y tal vez por eso no sentía empatía hacia ellos ni experimentaba los mismos placeres que a cualquier humano exaltarían y transportarían al mundo de las risas o de las lágrimas.
La madre de Meursault había muerto y éste no cambió su semblante con la noticia, ni tampoco sintió dolor asfixiante cuando estaba en el funeral, ni sintió el vacío que deja un ser querido con su partida.
No, para Meursault, las sensaciones que experimentamos son simples y pueden ser explicadas por medio de las experiencias sensoriales que se nos presentan. Cuando meditaba esto, entró en la habitación su amigo, si se puede llamar así, Raymond, con una herida de cuchillo, debida a un enfrentamiento en la playa con un árabe y su compañero.
Al saber esto, Meursault tomó la pistola de Raymond, para que no fuera a cometer una locura, y salió a caminar. Mientras deambulaba, encontró por casualidad al árabe que había agredido a Raymond. Le disparó una vez, y lo mató. Posteriormente le dio otros cuatro balazos al cuerpo sin vida que yacía en el suelo.
FALTA DE INTEGRACIÓN SOCIAL
En el libro El Extranjero, de Albert Camus, Premio Nobel de literatura en 1957, se introduce el concepto de existencialismo y falta de integración social del ser humano, lo que se refleja en sus emociones, acciones, responsabilidades y pensamientos.
La enciclopedia Wikipedia nos ofrece un análisis de la obra de Camus, y dice que “Meursault personifica la carencia de valores del hombre, degradado por el absurdo de su propio destino. Ni el matrimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni la muerte de una madre… nada tenía suficiente importancia, ya que la angustia existencial de este antihéroe inundaba todo su ser”.
Lo anterior es lo que nos motivó a tomar como base la obra de Camus, para hablar de los valores y de su relación con la legalidad; es decir, tomar como marco de referencia el que una persona sin valores, sin sentido social de convivencia e integración con el común denominador de comportamiento de nuestra especie, puede cometer actos cargados de agresividad, de lesión a otros, por falta de respeto a las normas sociales y legales que nos gobiernan.
NORMAS SOCIALES Y VALORES
Como seres humanos, podemos decir que efectivamente nos gobiernan las normas sociales, regidas por los valores; y, por otro lado, las leyes que cada gobierno impone a sus ciudadanos.
Partimos, en primera instancia, de un conjunto de valores que nos hacen estar en sintonía con los demás seres humanos; una forma de guiarnos y conducirnos en materia social, para no chocar con otros seres humanos o lesionar sus intereses y su libertad de acción.
Como lo dijera Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”; pero, cuando los valores resultan insuficientes para algún individuo, como norma de comportamiento, entonces entra el conjunto de leyes de cada gobierno, que garantizan la seguridad de la población en materia social, legal, económica, entre otras.
Recordemos al profesor Michael Gazzaniga, quien, en su libro Human, dice que al ser humano, como especie, no le gusta matar, engañar, robar ni ser abusivo en cualquier forma. Es más, afirma que, en circunstancias normales, buscamos la forma de ayudar en las tragedias y emergencias de nuestros semejantes.
MARCO DE VALORES
Siendo esto así, entonces, un fuerte marco de valores bien identificados podría ser suficiente para lograr armonía, pues -lo menciona el propio Gazzaniga- el cinco por ciento del total de la población mundial -según el último censo del Buró de los Estados Unidos, de 2009, somos un estimado de seis mil 787 millones de personas, y un 95 por ciento de éstas se llevan bien- es la causante de los problemas que nos afectan.
Si nos ponemos a pensar, por ese cinco por ciento de la población que no tiene valores y que no puede vivir con armonía en una comunidad, es por lo que existen las leyes, pero también porque, a final de cuentas, el hombre no confía en la buena voluntad de su vecino, o en que un conflicto pueda ser resuelto bajo un razonamiento justo entre las partes afectadas, sino que un tercero, y representante del Estado, es quien debe poner orden.
Volvamos, entonces, a pensar en que un 95 por ciento de la población tiene un mecanismo en común que nos guía dentro de las normas morales para estar en equilibrio y unidad, mientras que el restante cinco por ciento parece no entender esto o tener un daño en alguna región del cerebro que le impide adaptarse como el resto.
PERSONAS ANTISOCIALES
De igual manera, el profesor Gazzaniga explica que estudios realizados a psicópatas han demostrado que tienen anormalidades que los pueden diferenciar como personas simplemente antisociales. Incluso, se ha llegado a sugerir que su comportamiento amoral se debe a una malformación de la estructura cognitiva del cerebro.
Además, continúa Gazzaniga, los psicópatas tienen elevada inteligencia y, por tanto, alto pensamiento racional; incluso, se sabe que la mayoría no sufren alucinaciones, y conocen las normas sociales y el comportamiento moral, pero los preceptos morales no pasan de ser una simple regla para ellos.
La diferencia viene aquí, pues se ha encontrado que no experimentan emociones morales de empatía, vergüenza o culpabilidad.
INTELIGENCIA E INHIBICIÓN
En el área de la criminología, los estudiosos han identificado dos variables que se correlacionan con el comportamiento moral: inteligencia e inhibición.
Para el primer caso, como se menciona en el libro de Gazzaniga, se ha encontrado que la inteligencia está relacionada con la honestidad y alto cociente intelectual, y es inversamente relacionada a un criminal, independientemente de su raza o posición social.
Por otro lado, la inhibición se refiere a la capacidad de un individuo de controlarse emocionalmente sobre algo que quiere y que el razonamiento domine.
Asimismo, estudios de The Economist señalan que, en una distribución normal, la edad ayuda a disminuir o no exhibir un comportamiento criminal, y apegarse a los valores morales, y que los individuos jóvenes, solteros, sin hijos, y muchas veces frustrados sexualmente, son los más propensos a cometer un acto criminal y asesinar.
Estos estudios nos invitan a probar nuevos mecanismos científicos que nos permitan identificar a las personas más propensas a evadir los valores y la moral, a no respetar la ley que deben acatar y evitar que su comportamiento lesione a otro individuo o que su libertad lastime la de otro. Es decir, la libertad de un hombre termina donde empieza la mía.
Hoy día, la neurociencia puede ayudar mucho, desde detectar si una persona miente o no, hasta tal vez predecir si cierto individuo puede manifestar propensión a romper las normas legales, mentir constantemente, carecer de valores y dañar a sus semejantes.
Matthias Gamer, en su artículo “Building a Portrait of a Lie in the Brain”, explica que diversos científicos han probado que una mentira activa regiones del cerebro que involucran la supresión de información y el resolver conflictos; es como el impulso que lucha por describir la realidad y el deseo también de contradecirla.
Una herramienta útil en este esquema es la resonancia magnética funcional, pues funciona como un mapa del cerebro, en el cual se iluminan áreas específicas, según el estímulo que estemos estudiando, y nos dice dónde se encuentra la parte que corresponde al miedo, a la risa, a la memoria, y, en este caso a las verdad o la mentira.
DETECCIÓN DE MENTIRAS
Gamer afirma que la imagenología cerebral, apoyada por la resonancia magnética funcional, combinada con recursos psicológicos y un cuestionario estratégico, nos puede ayudar a mejorar los métodos para detectar las mentiras.
El detectar a los mentirosos bajo un escrutinio superior al del polígrafo nos permite ver claramente quiénes son los individuos que pueden tener un escueto sistema de valores; aquéllos que no actúen de acuerdo con las normas sociales y, sobre todo, las legales.
Desde que el ser humano ha deambulado por esta Tierra, su experiencia le ha demostrado que es necesario detectar a quienes no cumplen con las normas y valores de un grupo, en donde también entran los mentirosos. Incluso en mecanismos de análisis científico, comola Teoríade Juegos, cuando los participantes se enteran de que existe un jugador que está haciendo trampa o no se compromete con trabajo, sino que salta las reglas, es entonces cuando los demás participantes prefieren sacrificar su ganancia a cambio de castigar al infractor.
Somos seres -en condiciones normales- altruistas, cooperativos, amables, tranquilos, amigables, y a veces hasta arriesgamos la vida para salvar a nuestros semejantes e incluso a otras especies, y, con la argumentación de Gazzaniga, pareciera que efectivamente un buen marco de comportamiento, con los valores adecuados, sería suficiente para embonar en sociedad y estar en armonía y en paz.
Pero también hemos aprendido que existe un cinco por ciento de la población que no se rige por las normas sociales, y que carece de valores, por lo que no es suficiente tener códigos, normas y reglas bajo un conjunto de valores sociales, sino que requerimos indiscutiblemente de leyes y de un organismo regulador como el Estado, al estilo del Leviatán de Hobbes.
Al final, creo que llegará un punto evolutivo en donde podamos razonar antes de dejarnos llevar por la emoción de un momento, y sabremos con certeza lo que está bien y lo que no, así como actuaremos a favor de la especie, a favor del bien común, en un estado de armonía y simbiosis con la naturaleza.
Pero, mientras eso sucede, tendremos que apegarnos a la legalidad y a las normas que nos rigen.
Además, debemos comprender que los valores y la legalidad son el engrane que mantiene a la sociedad en armonía; y que, a final de cuentas, no somos ni Meursault ni Juan Pablo II, sino criaturas que comprendemos la libertad del otro y sabemos que la debemos respetar, mientras no lastime la nuestra.
Referencias:
Games, Matthias. Building a Portrait of a Lie in the Brain. Scientific American, February 2009.
Gazzaniga, Michael. Neurosience and the Law, Scientific American, November 28, 2007.
Gazzaniga, Michael. Human, The Science Behind What Makes Us Unique. Harper Collins, 2008.