Rodrigo Soto Moreno
Después de haber sido vapuleado por diferentes relaciones personales, profesionales y de negocios, por amigos, conocidos, familiares y otros individuos, resulta normal que esboce una frugal y fingida sonrisa, sinónimo de que mi imaginación anda trabajando y elucubrando alguna solución fantástica para esta clase de situaciones, como sería el solicitar la ayuda de la Reina de Corazones, personaje de Alicia en el país de las maravillas del escritor Lewis Carroll, para que con su tradicional grito: “¡que le corten la cabeza!”, pusiera orden a los malosos.
Vivimos rodeados de bribones, ladrones, charlatanes profesionales, mentirosos, corruptos, deshonestos, entre muchos otros adjetivos; me refiero a todos aquellos individuos con un modus vivendi repleto de engaños, falsificaciones, mintiendo constantemente y de forma adictiva, como el alcohólico o drogadicto que no puede dejar de excitar sus neuronas con cascadas de dopamina o el tradicional alacrán, en las fábulas de Esopo, cuando pica mortalmente a la rana después de que ésta lo ayudó a cruzar el río.
En este tenor también hablamos de que la palabra ha perdido su valor como símbolo de honor y de honestidad y ahora nos encontramos con personajes que con la desfachatez de una sonrisa, nos embaucan en sus encomiendas truculentas, a sabiendas de que la ley en el país no funciona y que el dicho tradicional de que solamente los pobres van a la cárcel, toma mayor fuerza. Lo peor del caso es que se va minando nuestro ánimo de seguir peleando contra corriente y tristemente vemos que al vivir en un país donde no pasa nada, preferimos dejar ser y dejar pasar.
Tal vez los viejos tiempos eran mejores y para muestra un pequeño ejemplo en relación a cierto texto en el Código de Hammurabi (elaborado aproximadamente en el 1772 a.C.), en donde se especificaba que si una casa se colapsaba y causaba la muerte de su dueño, entonces al constructor de la vivienda se le debería dar muerte. Solución un poco extrema para el edificador de la casa, pero que no se nos olvide que, en la actualidad, son precisamente los constructores quienes más donan a las campañas políticas, además de que ellos entregan un porcentaje para obtener cierta obra. Entonces no olvidemos que peca tanto el que mata la vaca, como el que le jala la pata.
De igual forma he detectado que muchos individuos le han dado rienda suelta al mentiroso que todos llevamos dentro, diciendo pequeñas falsedades que poco a poco se convierten en “una bola de nieve”, que difícilmente se puede detener y los transforma entonces en mentirosos patológicos o mitómanos. Esto debido a que, como lo hemos dicho, cada uno de nosotros dice pequeñas mentiras, pero a la hora de evaluarnos en forma global tendemos a calificarnos como personas honestas, aludiendo entonces al dicho “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.
Todo lo aquí descrito no tendría mayor problema si estuviéramos ciertos que el Estado garantiza la equidad y la igualdad, tan solo en materia de justica, pero tristemente vemos que no es así y parece que todo lo anterior nos lleva a perder la fe en el sistema de gobierno y hasta desconfiar de muchas instituciones del país, sobre todo en aquellas que aplican las leyes. Pues debemos recordar que el primer lugar donde nos debemos sentir símiles con otros ciudadanos, independientemente de nuestro color de piel, de nuestra posición socioeconómica, de nuestro nivel de estudios, de nuestras ideologías, de nuestra religión, y hasta de nuestro equipo de fútbol, es frente a la ley. Sencillamente queremos decir que ante la ley todos debemos ser iguales y mi pregunta es ¿usted se siente así?
Lo importante es no caer en el nihilismo, sino más bien en el realismo y buscar como ciudadanos el organizarnos, para exhibir los parcos y malos comportamientos de aquellos con la responsabilidad de garantizar la seguridad, la justicia, la equidad, el crecimiento, las oportunidades económicas, entre muchos otros aspectos, y también pedir rendición de cuentas a los que supuestamente nos representan en los diferentes escenarios políticos.
Las redes sociales pueden ser un mecanismo viable para lograr estas demandas, similar a lo que sucedía en a fines de la Edad Media en Italia, de acuerdo a conversaciones con el Licenciado Juan Roberto Zavala; cuando a una persona que no cumplía con sus pagos era acompañada constantemente por un sujeto vestido de rojo, con el objetivo de exhibir a este individuo y prevenir a otros ciudadanos de hacer negocios con él, pues era mala paga.
Pero si nada de esto surte efecto, entonces que no resulte extraño el solicitar ayuda de los personajes de Lewis Caroll, específicamente de la Reina de Corazones y escuchemos con júbilo el grito: ¡que le corten la cabeza!, para poner orden a los ladrones, corruptos, mentirosos y demás individuos de la misma estirpe.
Lo cierto al final del día, es que si nos quedamos de “brazos cruzados” solamente estamos poniendo en riesgo el futuro del país, pues lesionamos el capital intangible del mismo; variable clave en el crecimiento de los países de primer mundo.
Caer en la apatía falsamente justificada de que no se puede hacer nada, no debe ser más una opción. El esfuerzo por construir una sociedad más justa lo debemos hacer todos. Los pequeños actos individuales, al final, sí suman.