Revista número 90, del 20 de febrero al 5 de marzo de 2009, páginas 10 a 14
Atrapado entre bestias y dioses
No era posible lo que los ojos de George Taylor observaban. ¿Cómo era posible que un animal tan estúpido e ínfimo en comparación con el hombre hubiese podido lograr ese avance evolutivo? Pareciese que un virus hubiera transformado el papel que monos y hombres jugaban entre sí en el planeta Tierra. Todo eso alteró fuertemente a Taylor y no se pudo contener.
“Quítame de encima tus sucias manos, mono asqueroso”, gritó Charlton Heston, en su papel de George Taylor, de El Planeta de los Simios, en 1968, exclamación que muchas personas quisieran expresar cuando se les compara con un simio o se les dice que provenimos de un antepasado común, que, según Pamela Weintraub, es un individuo femenino que vivió en África hace unos 140 mil años, todo basado en estudios del ADN.
Pero vayamos más allá de lo que ven los ojos y de lo que el corazón no quiere sentir. Si quisiéramos definir el objetivo de la vida del hombre, podríamos observar a cualquier ser humano o simplemente introducirnos en nuestra mente por un segundo. De esa forma, claramente veríamos que somos un mar de emociones y necesidades, que van peleando para ser satisfechas.
De acuerdo con el artículo “Why we are as we are?”, de The Economist, apoyado en la teoría de la evolución, de Darwin, la vida humana se centra en “supervivencia y reproducción”. Vivimos vidas sometidas al deseo de nuestros genes, al igual que reaccionamos con impulsos primitivos impresos en nuestro código genético.
UN EJEMPLO
Tomemos un ejemplo visual simple del mundo animal. Pensemos en la imagen, de National Geographic o Discovery Channel, de un depredador. Pueden ser las leonas en África, que se agrupan cautelosas, sin hacer ruido, para rodear a la manada de gacelas y escogen a su víctima del día, para separarla de la manada, arrinconarla, atraparla, matarla y empezar a devorarla. Aquí podríamos preguntar: ¿quién culpa a las leonas cuando arremeten en contra de su presa para comerla?
El punto que nos llama la atención es complicado, al igual que la pregunta es difícil de responder, pues pensemos: ¿quién puede explicar mejor la situación anterior? ¿Es el designio de Dios? ¿O es la evolución de Darwin? Desde luego, la respuesta es indiferente para la gacela, que, movida por el instinto de conservación, sólo trata de correr más velozmente que su depredador para poder ver el sol un día más, pastar para alimentarse y buscar dejar su herencia genética en el planeta antes de cesar de existir.
A la vez, entrando en el campo teológico, creo que uno de los mejores regalos que Dios nos dio fue el “libre albedrío”: la capacidad de escoger caminos entre las bifurcaciones que se nos presentan en nuestro andar como seres humanos. Ahora bien, ¿realmente escogemos el camino o somos llevados por el código que se encuentra en nuestro ADN para discernir entre una situación x o y?
EL HOMBRE, EN LUCHA CONSTANTE
Para mi particular punto de vista, ambas posiciones ofrecen explicaciones fehacientes, pero para este caso vamos a tomar la ruta de base científica. Explicando más a fondo, creo que el hombre se encuentra atrapado entre bestias y dioses; es decir, entre su lucha constante que tiene, de suprimir sus instintos animales y su anhelo de ser la imagen y semejanza que su Dios quiere que sea.
Continuando el análisis de cómo percibimos la vida, y según escribe Corey S. Powell en la publicación Discover Magazine, en su artículo de “The long shadow of Darwin”, existen tres descubrimientos que han creado una revolución en sus campos científicos particulares y cambiaron paradigmas en la forma en que el ser humano percibe la vida y lo que espera de ella.
FREUD, EINSTEIN, DARWIN
El primer aspecto que menciona Powell, es La Interpretación de los Sueños, de Sigmund Freud en 1899, que abrió nuevas puertas para la interpretación psicológica de los rincones de la mente humana; el segundo es la Teoría Especial de la Relatividad, de Albert Einstein, en 1905, que logró aumentar lo descrito por Newton y transformar la concepción del espacio–tiempo, y, por último, El Origen de las Especies, de Charles Darwin, en 1859, que, aunque no es totalmente aceptada como las anteriores, sigue aportando nuevos datos para diferentes ramas del conocimiento del hombre y de su entorno.
Empero, Darwin no fue el primero en proponer una teoría evolutiva. Gary Stix, en su artículo “Darwin´s Living Legacy”, comenta que Anaximandro, filósofo griego que vivió entre los años 610 y 546 a.C., sostiene que todas las especies, incluido el hombre, descienden de la vida en el mar o de los peces y que, sufriendo diversas transformaciones y modificaciones, llegó a ser lo que es ahora. La desesperación de Darwin para sacar sus ideas a la luz fue beneficiosa, ya que él fue el primero en publicar su libro para reclamar la idea como suya.
La teoría de supervivencia de Darwin por la mejor adaptabilidad de una especie a su entorno, así como la proliferación de sus genes es lo más conocido, pero es necesario que revisemos otro de sus escritos, titulado “La Descendencia del Hombre, y la Selección en Relación al Sexo”.
La parte de la supervivencia del más sexy como lo han proclamado, entre otros, los doctores Kjell Nordstrom y Jonas Ridderstrale, es una característica evolutiva que ha pasado desapercibida en las ideas de Darwin y que debe ser abordada para comprender mejor nuestro comportamiento.
Sobre todo, Nordstrom y Ridderstrale nos recuerdan que si Darwin nos dice que su legado descansa en sobrevivir y reproducirse, esta última parte no se concreta si no existe “atracción” para conseguir una pareja.
EL CASO DEL PAVO REAL
Por ejemplo, la cola del pavo real macho sigue siendo motivo de sorpresa, pues desde la perspectiva de la supervivencia del más apto, no es una herramienta que proporcione ventaja comparativa para procrear; pero la hembra se ve atraída por ese macho, que tiene mejores genes que otros, pues si sigue vivo a pesar de esa cola que pudiera atraer más que a una hembra a un depredador, es porque cuenta con algo especial.
Por más ridículo e increíble que parezca, en la actualidad, como lo describe “Why we are as we are” del Economist, las mujeres prefieren a un hombre sexy traducido en un hombre con dinero. Los científicos darwinianos explican que el dinero no es solamente para proveer seguridad material para la mujer y su descendencia, sino que la competencia se centra en los genes.
El pensamiento tradicional es que los seres humanos con dinero son personas que pueden promover genes saludables e inteligentes y atraen con mayor facilidad a individuos del sexo opuesto. Aunque muchos podemos no estar de acuerdo con esta postura, tratando de privilegiar otros atributos más importantes, como la mente, es innegable que un hombre con mayor poder o dinero tiene mayores oportunidades de procrear.
La mujer toma parte en este juego del ingreso obtenido, pues a pesar de que siempre pensamos en que la mujer gana menos que el hombre, cuando no ha encontrado pareja (regularmente entre los 22 y 29 años) su ingreso es igual que el del hombre o por debajo de éste por sólo uno por ciento de diferencia, según datos del Institute of Economic Affairs de Inglaterra encontrados en el Economist.
Ahora, no nos quedemos en este punto. Tomando en cuenta lo anterior, la evolución vista por Darwin promueve el crecimiento económico de las naciones, y cada persona compite, esperando de manera leal, con sus habilidades y capacidades para generar riqueza para proveer seguridad a su compañero o compañera y sus hijos.
CLASES SOCIALES
Pero no todo queda ahí, como lo marca el escrito del Economist, sino que ese esfuerzo de cada persona, pagado en relación al trabajo hecho de acuerdo a sus capacidades y habilidades, también genera algo ineludible, que son las clases sociales, que en la evolución de Darwin se encuentran presentes en las diferentes especies de animales.
Es así como Darwin se ha metido en la economía; incluso se ha creado un área llamada “Economía del Comportamiento”, que se comenta en el artículo “Unfinished Business” de la misma publicación, para comprender las decisiones que realiza una persona en materia de economía. Para traer a la luz esto, contamos con el Efecto de Dotación que nos sorprende al ver cómo un individuo es renuente a cambiar un artículo de su propiedad por uno similar que no lo es. Lo que esto nos dice es que la clásica decisión de intercambiar bienes en el libre mercado no está sólo dominada por el raciocinio como predecirían los economistas.
Por otro lado, algo innegable, que nos ha definido como especie, es una característica de la cual no deberíamos estar muy orgullosos: estoy hablando de la violencia. Los estudios sobre asesinatos y sobre los perpetradores de los mismos, por parte de los doctores Margo Wilson y Martin Daly, de la Universidad de Canadá, mencionados en el artículo de “Why we are as we are”, han arrojado que el 86 por ciento de las víctimas son del género masculino, jóvenes, solteros, y algunas veces desempleados.
Pero lo más interesante en los hallazgos de Daly y Wilson es que, aplicando los patrones evolutivos definidos por Darwin, se piensa que en la mayoría de los crímenes perpetrados se deben a que estos hombres están compitiendo por estatus o por una mujer, y específicamente en este último punto, compiten por tener relaciones sexuales y/o procrear.
COMPORTAMIENTO CRIMINAL
Curiosamente, cuando el individuo masculino se casa u obtiene éxito en el sexo, entonces el comportamiento criminal disminuye. Ahora que, si el hombre en cuestión se casa y tiene hijos, entonces el comportamiento criminal desaparece. Estamos hablando de cómo el matrimonio y tener descendencia elimina a potenciales criminales, según este estudio.
Otra característica que tenemos impresa en nuestro código genético es el placer de la venganza, pues, como recordamos en el artículo “The Pleasure of Revenge”, de Scientific American, ésta estimula los mismos centros de recompensa en el cerebro igual que cuando tomamos alguna droga o comemos nuestro postre favorito. La venganza y el castigo para una persona o ser que lo merece, de acuerdo a las normas sociales y legales de un determinado estado o nación, descansan, al parecer, únicamente dentro de la mente humana.
Un ejemplo clásico para demostrar lo anterior es volviendo al artículo de “Why we are as we are”, para recordar que una leona defenderá a sus cachorros del infanticidio, pero si no lo puede evitar, ciertamente puede sufrir, pero seguirá su camino; incluso es normal que tenga hijos y procree con el infanticida de sus cachorros.
En el caso humano, difícilmente una madre perdonaría eso de otro ser humano, y haría todo a su alcance para no procrear con él; por lo contrario, esperaría el momento para tener su venganza.
Aquí vale la pena hablar de Richard Dawkins y sus memes, que, de acuerdo a él, son la unidad de transmisión cultural o unidad de imitación, como una especie de replicadores. La explicación de Dawkins, por aventurada que suene, se sustenta en que cada vez que se plantea una idea o un concepto de un cerebro a otro, gracias a la imitación, se está convirtiendo en un vehículo más para la propagación de ese “meme” en particular.
Todos los días estamos influenciados por ciertos arquetipos de conducta y comportamiento que van moldeando nuestra forma de actuar en la vida diaria. Pero aquí debemos transmitir, aparte de los genes, los memes que nos componen, con el fin último de preservar nuestra especie y no dañar a los demás seres vivos que habitan y comparten el medio ambiente.
¿Y EL FUTURO?
¿Qué nos depara el futuro como especie? El doctor Peter Ward propone tres caminos, sin contar la posibilidad de que nos extingamos, claro. Son los siguientes:
a) Estasis. Nos mantenemos como somos ahora, salvo con pequeñas afinaciones o especializaciones, como sucede en las razas del planeta en la actualidad.
b) Especiación. Una nueva especie de seres humanos evoluciona en éste o en otro planeta.
c) Simbiosis con las máquinas. Se produce una integración del cerebro hombre con la máquina, para producir una inteligencia colectiva, que puede o no retener las características y cualidades que reconocemos como humanas.
Ward sugiere que, en un futuro, tal vez próximo, continuando con la exploración genética celular, podremos imaginar la Utopía de que los padres puedan pedir una programación especial de nivel de IQ de sus hijos, y, ¿por qué no?, pedir que se especialicen en cierta área del conocimiento, pensando que también podremos evitar que el individuo por nacer venga con un defecto genético que le impida continuar el ciclo de su vida; es decir, eliminar enfermedades genéticas y aumentar la esperanza de vida.
Además, pensemos en que se pueda engañar a las células programadas para morir (apoptosis) y que les digamos que el cuerpo celular puede durar más de cien años con una perfecta salud, o, ¿por qué, no pedir alcanzar los 150 años, como piensa el doctor Ward?
LA EVOLUCIÓN CONTINÚA
Para Kathleen McAuliffe, el ser humano sigue evolucionando, pero alejándonos entre razas; es decir, que cada vez nos parecemos menos y no nos estamos fusionando en una humanidad mixta, como ella le llama.
Hoy en día, el grito de Taylor en El Planeta de los Simios se pierde y casi no se escucha, gracias a que hemos comprobado, como nos lo dice McAuliffe en su artículo “Are we still evolving?”, que el ADN entre todos los seres humanos sólo varía en un 0.5 por ciento y que el genoma del ser humano y el del chimpancé varían sólo entre uno y dos por ciento.
A Darwin lo cambió ese viaje en el Beagle. Fue uno al subirse y otro al bajarse de la embarcación, y su teoría evolutiva se sigue aplicando y fusionando con diversas áreas del conocimiento. También nosotros somos unos antes de Darwin y otros después de sus conclusiones sobre nuestra especie.
Así que, más que criticar destructivamente a Darwin, deberíamos abrazar sus conocimientos y seguir obteniendo información de ellos, con el fin de aplicarlos en comprender de dónde venimos y hacia dónde vamos. Tal vez así podamos lograr hacer de éste un mejor mundo para todos.
Referencias.
“Why we are as we are, Darwinism”, The Economist, December 20th 2008.
Unfinished Business, Evolution. The Economist, February 7th 2009.
Quammen, David. The Darwin Bicentennial, National Geographic, February 2009.
McAuliffe, Kathleen. Are we still evolving?, Discover, March 2009
Powell, Corey S. The Long Shadow of Darwin, Discover, March 2009.
Stix, Gary. Darwin´s Living Legacy, Scientific American, January 2009.
Ward, Peter. What will become of homo sapiens?, Scientific American, January 2009.
Ridderstrale, Jonas; Nordstrom Kjell. Karaoke Capitalism, Pearson Educación, Madrid 2004.