
He escuchado en varias ocasiones el clamor, tanto silencioso como ruidoso, de diversos seres humanos en relación al inexorable paso del tiempo, convirtiéndose en amigo o enemigo según sea el momento y lugar desde el cual se le vislumbre; es decir depende del observador o del punto de referencia, recordándonos entonces que éste es relativo.
En este contexto recuerdo lo dicho, curiosamente, por Albert Einstein, quien para explicar esta dimensión de eventos y catalogarlos como: pasado, presente y futuro, aunado a la relatividad del tiempo, aparentemente dijo: “pon tu mano en una estufa caliente por un minuto y te parecerá como si hubiera transcurrido una hora; por otro lado siéntate una hora con una mujer hermosa y sentirás que solamente fue un minuto. Esa es la relatividad”.
Pero bueno, sin entrar en cuestiones de paradojas temporales, el punto es que el tiempo es relativo para nosotros los seres humanos y también para otros seres vivos. Es decir la velocidad en que transcurre el paso de los segundos, minutos y horas, es muy diferente; no solamente varía en relación al momento, posición y velocidad de un ser vivo, sino también cambia en cuanto a la relación de tamaño del organismo en cuestión.
Entrando en la explicación más fina de esto, tenemos lo publicado recientemente en The Guardian, donde se argumenta que generalmente mientras más pequeño es un animal, y con una tasa metabólica rápida, el tiempo para éste pasa más despacio. Con lo anterior me refiero a los estudios del doctor Andrew Jackson, del Trinity College de Dublín en la República de Irlanda, quien habla sobre la evidencia en la habilidad de un animal para detectar los destellos separados de luz parpadeante. Hablamos de la capacidad de todo ser vivo en cuanto a determinar si una luz está parpadeando con cierta frecuencia o es constante.
Para el doctor Jackson, existe amplia diferencia en cuanto a la percepción del tiempo, en los seres vivos; es decir las especies más pequeñas que nosotros, perciben el tiempo de forma más lenta. Incluso se habla, de acuerdo a estas investigaciones y lo publicado en The Guardian, que las criaturas más pequeñas y ágiles, cuentan con una delicada y refinada capacidad de percibir más parpadeos o destellos de luz por segundo y por ende mayor cúmulo de información de su entorno.
En este tenor y tomando lo expuesto por el investigador Jackson, se han estudiado diversos animales como lagartijas, gallinas, perros, gatos, roedores, entre otros; pero aquí salta a la vista el caso de la mosca, quien puede percibir la luz parpadeante cuatro veces más rápido que nosotros. Es decir, textualmente nos dice Andrew Jackson: “podemos imaginar a las moscas viendo todo en cámara lenta”. Mientras que por otro lado tenemos el caso de las tortugas laúd, quienes siendo grandes y con un ritmo metabólico lento, perciben el tiempo moviéndose rápidamente.
Pero volviendo con el ejemplo de la mosca (Drosophila melanogaster), quienes viven aproximadamente unos 30 días en promedio, deben estar atentas ante sus depredadores y atacantes, como el caso de los seres humanos, y por ello pidiendo información de su medio ambiente y reaccionar ante la misma, para evitar un peligro y claro la muerte.
Lo curioso e interesante es que el cerebro de la mosca y de otros organismos pequeños, están constantemente siendo bombardeados por grandes cantidades de información. De ahí la importancia de la interpretación de los datos provenientes de su medio, pues de lo contrario el procesamiento neuronal de estos seres vivos puede colapsarse. En este sentido recordé el costo de aprendizaje en este insecto, pues investigaciones de Tadeusz Kawecki, de la Universidad de Fribourg, en Suiza, descubrieron que la “mosca de la fruta”, vive un 15 por ciento menos cuando tiene más conocimiento que su contraparte que no lo tiene. Pero este punto en particular, sobre el costo del saber, será mejor tratarlo en otro escrito.
En síntesis, tenemos que los organismos pequeños y con tasas metabólicas rápidas perciben el tiempo relativamente más lento, versus aquellos más grandes y con procesamientos metabólicos lentos, quienes ven todo relativamente más rápido. Por esto, no es de sorprendernos, como lo dicen en The Guardian, que resulte complejo matar a una mosca a la primera, ya que para ellas nosotros lanzamos golpes lentos y torpes.
Para cerrar esta colaboración, las investigaciones de Jackson y sus colegas, arrojan que con estos estudios se pudiera explicar el porqué el tiempo parece acelerarse cuando vamos envejeciendo y la posible percepción de los niños en que todo se mueve lento.