Aunque me desempeñe limpiando…soy igual que tú.

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Rodrigo Soto Moreno

Partimos de la supuesta hipótesis de que todos somos iguales, sobre todo si leemos la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, pero a mi gusto esto raramente se cumple.

Independientemente de las cifras de pobreza a nivel mundial, que se habla de 1,200 millones de personas que viven con 1.25 dólares al día o menos, al igual que los 900 millones que se van a la cama sin cenar, según datos del Banco Mundial, así como los 57.7 millones de pobres en nuestro país, según cifras de Gerardo Esquivel en Nexos; pero creo que la evidencia se puede verificar con el simple hecho de ser más observadores en las diversas actividades que realizamos en nuestra vida diaria.

Para exponer un ejemplo tenemos el caso de esas personas que nos ayudan con el aseo del hogar, de las oficinas, de los centros comerciales, de los parques, de los estadios de fútbol, entre otros lugares, así como a aquellas personas que nos sirven el desayuno, cortan el pasto, barren las calles. Específicamente podemos hablar de lo que conocemos claramente como personal de servicio de limpieza y que sin ellos nuestras vidas no serían lo placenteras que son, al ellos encargarse de que el caos del desorden de la basura y la suciedad, vuelva a tener cierto orden de limpieza.

Desgraciadamente, pocas veces, les damos el mérito que se merecen y no solamente eso, sino que nos gusta denigrarlos y en contadas ocasiones los saludamos porque asumimos erróneamente que son inferiores a nosotros, por desempeñarse en ese tipo de trabajo.

Lo anterior lo escribo, porque en muchas ocasiones me han contado y he visto desagradables experiencias de individuos que presumen de tener amplios estudios y supuesta vasta educación, pero no lo demuestran con sus actos, ya que piensan que todavía vivimos dentro de la era de la esclavitud y que está totalmente justificado hacer menos a las personas que diariamente prestan un servicio para ayudarnos a contener el caos y que impere ese aparente orden en el hogar, en las oficinas, en los lugares de esparcimiento, de reuniones, en las calles, avenidas, parques, entre otros diversos lugares.

Analizando este tema, me encontré, un artículo en la revista The Economist, del 17 de diciembre de 2011, que se tituló: “Why have servants? The psychology of service”, en donde se estudia de forma más profunda la psicología del porqué contamos con personas que hagan el servicio en diferentes lugares, particularmente en nuestros hogares.

El inicio del escrito marca de forma brillante la relación disfrazada que se despliega en el acuerdo patronal del personal de servicios, en donde el jefe se encuentra en una mejor posición económica y con menor tiempo para realizar tareas de limpieza y orden en el hogar, contando por otro lado, con un sirviente que está en la situación totalmente opuesta, es decir con menos dinero y más tiempo para realizar las actividades de un hogar para que se mantenga ordenado y limpio. Es así que parece ser la situación de los, mencionados en el artículo, aproximadamente 50 a 100 millones de trabajadores domésticos que laboran diariamente alrededor del mundo.

Pero veamos algunas de las razones del porqué contamos con personal de servicio en casa. De acuerdo a Bridget Anderson del Centro de Migración de la Universidad de Oxford, en una encuesta que se hizo a diferentes jefes de empleados domésticos, dijeron que ellos contaban con inmigrantes porque les gustaba escuchar las buenas noticias de cómo los trabajadores de servicio, enviaban dinero a sus familias y la ayuda que el mismo lograba en su país de origen.

Sin embargo, eso no es todo, pues para Monica Smith y Simel Esim de la Organización Internacional del Trabajo, lo que los jefes de empleados domésticos están comprando en desigualdad, pues en algunos países, se busca tener ayudantes de servicio, para que los empleadores se sientan mejor, pues al ver a este tipo personal hacia abajo, les ayuda a mejorar su autoestima. Además de hacerle notar a sus vecinos y otros miembros de la sociedad, sobre su alto poder adquisitivo para estar gastando su dinero en un consumo, como lo pone The Economist, conspicuo.

De todo esto surgen esos personajes que vemos en los centros comerciales y en lugares vacacionales con niñeras para cuidar a los hijos, cambiarlos, limpiarlos, bañarlos, darles de comer, pasearlos, mientras que los padres pueden así “disfrutar” de su placentero paseo o viaje.

Claro que la teoría económica justifica la relación anterior, pues es simplemente un intercambio de trabajo por un monto de dinero, en donde ambas partes acuerdan actividades a cambio de monedas de circulación para adquirir bienes y servicios y así poder subsistir en la selva de asfalto. Pero mi punto central es que en el fondo de esa relación existen desigualdades que los jefes aprovechan para lesionar tanto psicológicamente como físicamente a sus subordinados del servicio. Claro, aquí sin dejar sin responsabilizar a aquellas personas que prestan su servicio y que abusan de la confianza del patrón, para sacar provecho económico superior al acordado e incluso robando dinero o privando de la libertad a sus jefes, pero en términos generales sucede más lo primero, que lo segundo, es decir la balanza se carga del lado del patrón.

Desde mi perspectiva, además de entrar un poco al campo de la psicología, somos unas criaturas curiosas e inseguras y que para proyectar una mejor imagen de nosotros mismos, nos gusta alardear de que podemos tener a una o varias personas a nuestra disposición, dentro de nuestro hogar u oficina para que limpie y ordene el caos que se despliega, asumiendo que por nuestra posición y el nivel de estudios que poseemos o simplemente por la herencia de sangre del árbol genealógico de la familia a la que pertenecemos, podemos contar con una relación de esclavitud, sin cadena, impuesta de forma implícita a los empleados domésticos y que deben estar listos para satisfacer cualquier capricho que se le plazca al jefe.

El punto importante es solamente crear un esquema de valor, en donde el personal de servicio pueda desempeñarse por un sueldo adecuado y que también tenga acceso a vida propia para realizar actividades personales, además de que se le respete su libertad y no sea visto como un aparente “esclavo” que debe desvivirse en mantener contento a su amo, aunque tengan en ocasiones que denigrarse para hacerlo. En resumidas cuentas, para los empleados domésticos, se les deben respetar sus derechos como seres humanos, con la obligación de cumplir con sus responsabilidades acordadas de forma justa en esquema de trabajo y pago.

En este sentido, podemos analizar el aspecto económico de lo que sucede en Brasil con las niñeras, quienes han aprovechado el crecimiento de la clase media y alta en ese país, para emplearse directamente con ellos y tener acceso a mejores niveles de vida, por tener mejores sueldos, que incluso llegan a los 25,000 pesos mensuales o más y con el descanso los fines de semana o pago extra por trabajarlos, sin tener que quedarse a dormir en la casa del jefe o patrón y permitiéndoseles así tener más tiempo para su vida personal.

Con este escrito no quiero iniciar una revolución a favor de una lucha de clases, sino simplemente reconocer los derechos inalienables de un ser humano y reconocer que sin esas personas de servicio y limpieza, estaríamos en lo que pareciera un infierno para los estadounidenses si se enfrentarán a “un día sin mexicanos”, pues se paralizaría su economía, mientras que la nuestra, la economía mexicana, seguramente sufriría un embate brutal, pues solamente hagamos un poco de memoria y determinemos, aunque no contemos con personal doméstico en casa, la cantidad de personas que realizan ese trabajo de limpiar y ordenar en los mencionados centros comerciales, calles, avenidas, carreteras, parques, teatros, oficinas, entre muchos otros.

Si queremos incidir, de forma económica, en que este tipo de personas cimenten su camino de clase baja hacia un escalafón superior de clase media, aunque sea media – baja, es necesario que nosotros como clase media brindemos ese puente de paso económico y que trabajemos en contratos de “ganar – ganar” para ambas partes. Pues al final ¿quién se quiere deshacer de una persona doméstica de confianza?, aunque se desempeñe en cualquiera de los ámbitos arriba descritos. Meditemos lo anterior un momento, pues a todos nos afecta, queramos o no, lo veamos o no. La grandeza económica de un país, es eliminar las diferencias y hacer más cortos los saltos económicos entre clase y clase, reduciendo la desigualdad. Aunque claro está que no todos podemos ser ricos, pero si mantener un equilibrio socioeconómico en donde estemos satisfechos y no nos sintamos relegados de la participación y contribución en el PIB de nuestro país.

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