Un sistema inmunológico social

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Desde que vi la película titulada “Outbreak”, con las actuaciones de Dustin Hoffman, Rene Russo, Morgan Freeman y Kevin Spacey, entre otros, me quedó claro que al surgir una epidemia, lo mejor era contener rápidamente al virus o bacteria, buscando evitar la propagación en un mayor número de individuos y que afecte a más poblaciones, mientras que a la par se trabaja en una vacuna para salvar a los infectados y proteger a los que no han sido afectados, sin olvidar analizar a aquellos seres humanos que su propia genética les haga ser inmunes a los embates virulentos o bacterianos.

Algo similar sucede con la reciente cinta de Contagion, con las actuaciones de Gwyneth Paltrow, Matt Damon, Jude Law, Laurence Fishburne, entre otros, en donde Ferris Jabr nos recuerda como una infección viral mata a 26 millones de personas, por lo que se trata de contener el avance de la misma, creando una pánico a todos los habitantes del planeta, pues con un simple apretón de manos o un estornudo cualquiera de nosotros se puede infectar.

También recuerdo la película The Happening, donde actúan Mark Wahlberg y Zooey Deschanel, entre otros, y que nos muestra la incertidumbre y pánico de los seres humanos, ante un ataque a nuestra especie, pero sin aparente “autor intelectual o material”, llevando a los seres humanos a que se alejen unos de otros o permanecer en grupos pequeños y unidos, pensando que así podrán sortear a la enfermedad mortal.

Lo interesante de estas tres películas es que de forma tradicional los seres humanos trataríamos de limitar nuestro contacto físico, así como formar pequeños grupos con intereses comunes, buscando de cierta forma potenciar nuestra supervivencia y la de los nuestros. Desde cierta perspectiva, nuestra reacción ante cierto ataque viral o bacteriano que esté causando bajas en la población, es por así decirlo, ver por nosotros y por algunos seres queridos.

Sin embargo, la actitud y reacción de las hormigas es totalmente opuesta a lo que haríamos nosotros, según nos lo explica Ferris Jabr en su artículo titulado: “Infectious Selflessness: How an Ant Colony Becomes a Social Immune System” y publicado en Scientific American. Dentro del mismo se habla de cómo estos insectos trabajan en conjunto para combatir un hongo mortífero al diluir la infección en toda la colonia.

De forma más explícita Jabr nos dice que cuando un hongo infecta a una hormiga de la colonia, sus otras compañeras se acercan a ella para lamer las esporas de la infección con el objetivo de prevenir que el patógeno crezca y se propague en sus cuerpos, situación que de lo contrario les causaría la muerte. En palabras de Ferris Jabr, las hormigas sanas no dejan a las infectadas a su suerte, que como dijimos es muy probable que fuese la muerte, sino que comparten el riesgo de la enfermedad del hongo en una especie de “sistema inmunológico social”, logrando que las hormigas enfermas no empeoren y que las sanas se enfermen pero bajo la premisa de generar resistencia para defenderse del hongo actual y de posibles hongos que las ataquen a futuro.

Es decir, Ferris Jabr, explica que en el momento en que un organismo se encuentra con un virus o bacteria, su sistema inmune tiene que aprender a lidiar con el mismo y defenderse, pero cuando en una segunda o tercera ocasión ese organismo se ve de frente con un patógeno similar, ya cuenta con una experiencia previa que le permite protegerse de mejor forma.

Por su lado, los estudios de Sylvia Cremer, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria, han encontrado que los hongos parásitos denominados Metarhizium anisopliae, se incorpora en las hormigas por medio de esporas, germinando y penetrando en el exoesqueleto de las mismas como si fuesen una raíz, para el final succionar todos los nutrientes de ese individuo y llevarlo a la muerte. Por lo que, nos dice Cremer, para detener el crecimiento del patógeno las hormigas sanas lamen las esporas de las infectadas y auxiliadas de algunas glándulas específicas, muchas de las esporas mueren y son vomitadas por las hormigas sanas, sin embargo no todas las esporas son eliminadas, infectando a los individuos en su contacto. Las conclusiones de Cremer son que gracias a este mecanismo de limpiar a las infectadas e inocularse para posteriormente contrarrestar mejor la enfermedad, dan como resultado que una colonia de hormigas se infecte en un 60 a 80 por ciento, con un 2 por ciento de hormigas muertas, logrando salvar a la mayoría de las hormigas primeramente infectadas y generando resistencia para las hormigas sanas.

Otros comportamientos, similares al denominado sistema inmune social, se pueden observar en abejas y termitas, según investigaciones de Rebeca Rosengaus de la Universidad Northeastern. Incluso la misma Rebeca ha encontrado que cuando las hormigas transmiten inmunidad a una infección bacteriana al darle pequeñas gotas proteínas de una hormiga a otra.

Resulta entonces muy interesante la sapiencia de los insectos, en especial de las hormigas, para no caer en el conocido pánico de los seres humanos ante la enfermedad, y cuidar de que sus enfermos no mueran por infecciones de hongos, compartiendo el riesgo de la enfermedad y colocándose como un gran sistema inmune social que las hace ser más fuertes, al disminuir la tasa de mortalidad de ellas mismas. Sería conveniente realizar mayores investigaciones al respecto con el objetivo de determinar si este comportamiento pudiera replicarse en seres humanos para tener mejores herramientas en contra de cierto padecimiento.

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