Rodrigo Soto Moreno
En estas breves 40 vueltas elípticas alrededor del Sol y muy próximas 41, he llegado a la conclusión de que la naturaleza trabaja en forma excepcional, pues desde su perspectiva se afirma: aquí nada se desperdicia, todo se recicla y cada organismo creado cubre un nicho en específico, bajo la premisa de un código universal de errar, iterar, aprender y mutar para sortear los obstáculos que impone la presión evolutiva.
La programación lineal de la naturaleza dicta, como buena economía mixta, que de acuerdo a la materia prima con que se cuenta, se obtengan los mejores productos, siempre construyendo a partir de lo que ya se tiene, es decir rara vez se empieza de cero.
Sumado a esto, la propia naturaleza inserta un mecanismo de aprendizaje en todos los seres vivos, mismo que constantemente trabaja en resolver el acertijo cambiante de la evolución para anticiparse a los obstáculos por venir o en su defecto proporcionar soluciones alternas a la problemática enfrente.
Todo lo anterior puede resultar en un momento eureka para cierto individuo de una especie, pero resuena al unísono en el conjunto de individuos que conforman cierta sociedad que trabaja para un beneficio común y no solamente para el personal. Si bien la innovación proviene de uno, se copia, se mejora y se replica de nuevo en todos aquellos cerebros curiosos dispuestos a erigirse como los más aptos.
Un ejemplo claro de lo que aquí mencionamos es la inteligencia de enjambre, definida por Gerardo Beni y Jin Wang, de la Universidad de California, como el comportamiento colectivo y descentralizado de sistemas autoorganizados de forma natural o artificial, siendo un principio básico de la inteligencia de sistemas simples que se pueden transformar en sistemas complejos.
Partimos del código de bucles de información que erran, iteran y aprenden constantemente, desde el nivel unicelular hacia el multicelular con miras a construir superorganismos.
Un ejemplo maravilloso que podemos compartir es en relación a la construcción de los panales de las abejas y una grandiosa explicación la podemos encontrar en lo que nos dice el profesor Brian Cox, pues nos recuerda que la explicación se remonta a una vieja pregunta que se han hecho diferentes matemáticos.
En resumidas cuentas estamos hablando de cómo dividir el volumen del panal, para conseguir una forma de igual tamaño que se replique, con la salvedad de utilizar la menor cantidad de cera posible porque es muy preciada para las abejas.
Las opciones que tenemos, desde el punto de vista matemático, son los cuadrados y los triángulos equiláteros; los círculos no se pueden utilizar, como nos lo dice el profesor Cox, porque al unirlos se pierde espacio vital entre ellos y por ende desperdiciamos producto, situación que no es permitido de acuerdo al código operacional de la naturaleza.
Sin embargo, sorpresivamente tenemos que podemos utilizar hexágonos como una forma eficiente para construir el panal de cera de las abejas. Lo interesante es observar que aquello que perturbó y “quebró” la mente de matemáticos durante miles de años, ya había sido resuelto por estos diminutos seres y maestros en la polinización.
Esta pregunta matemática, denominada “The Honeycomb Conjecture”, ha sido comprobada por matemáticos, después de miles de años, como ya lo dijimos, utilizando matemáticas complejas para constatar que los hexágonos son la forma más eficiente para el panal.
Increíblemente el diseño y la ingeniería arquitectónica de la naturaleza, con millones de años de experiencia, superan nuestros modelos humanos artificiales. Por ello es que insistimos constantemente en que debemos replicar el comportamiento de la naturaleza en simbiosis con nuestra tecnología para conseguir el siguiente paso evolutivo.
Aquí la explicación del profesor Cox:
Continuando con otro ejemplo del aprendizaje como un pequeño bucle de información iterante, tenemos el experimento realizado por la Universidad Queen Mary de Londres, quienes se preguntaron si un abeja (bumblebee) podría aprender a jugar fútbol soccer; lo anterior a pesar de que estos insectos tienen cerebros del tamaño de un ajonjolí.
A pesar de lo anterior, de acuerdo a investigaciones de la esta universidad, las abejas son capaces de resolver un gran gama de tareas complejas, aunque todas ellas relacionadas o haciendo símil a sus rutinas en el campo, como el jalar cintas para obtener comida.
Para este experimento, los científicos entrenaron a las abejas (bumblebee) para que pudieran meter un gol a cambio de comida. Fue así que se usaron tres diferentes métodos de demostración para entrenar a las abejas.
Interesantemente descubrieron que las abejas que observaban las técnicas de otras abejas previamente entrenadas, aprendían de forma más eficiente y no solamente eso, sino que fueron capaces de mejorar en la demostración de su propia técnica, al estilo del alumno supera al maestro.
Para los investigadores un resultado excepcional de este trabajo, es que las abejas utilizadas aprendieron y realizaron tareas que nunca antes se habían encontrado en toda su historia evolutiva. Todo esto, para el doctor Olli J. Loukola, el que las abejas resuelvan este tipo de tareas en diferentes formas y aprendiendo al observar a otros, muestra una impresionante capacidad de procesamiento cerebral.
Increíblemente los científicos aseveran que, al igual que los jugadores de fútbol, las abejas pueden aprender y desempeñarse a la altura cuando la presión y la recompensa son altas. Es decir son capaces de resolver un problema con diferentes alternativas y por ende sortear a la constante presión evolutiva.
Aquí el experimento descrito:
Por último, para darnos cuenta de que, dentro de la naturaleza, todo se encuentra conectado y como dijimos cada ser vivo ocupa un nicho en específico y nada se desperdicia pues la vida trabaja en simbiosis al unísono; hablemos entonces de la importancia de las abejas en la economía del ser humano.
Para el maravilloso sitio de Kurzgesagt, la sociedad humana es extremadamente compleja y frágil, construida sobre diferentes pilares y uno de ellos es el de la abeja melífera (honey bee). Por ejemplo una de cada tres comidas que ingerimos, es posible gracias a estos insectos. Aunado a esto si estas abejas murieran, miles de plantas también perecerían, situación que desencadenaría que millones de personas padecieran hambruna. Además el valor de la polinización de las abejas se estima en unos 265,000 millones de dólares estadounidenses.
Que mejor ejemplo para apreciar cómo los pequeños cambios tienen grandes impactos a nivel global. Similar a lo que nos dice la Teoría del Caos. Cada uno de nosotros, en forma proporcional a la sociedad, país, civilización y especie a la que pertenecemos operamos como un pequeño bucle que absorbe información, posteriormente emite información, dentro del tan repetido esquema de errar, iterar y aprender, a partir de un sistema simple y con miras al desarrollo de un sistema complejo y de un superorganismo operando al unísono.