Un acercamiento al mecanismo de la violencia

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Rodrigo Soto Moreno

 

Como lo he dicho en mis escritos, creo que la agresividad se encuentra impresa en nuestra genética humana, pues es común que al analizar nuestra historia desde que tomamos conciencia de nuestra propia existencia, siempre se presentan actos violentos y agresivos no solamente hacia miembros de nuestra especie, sino también hacia otros organismos con los que compartimos el planeta.

Con el fin de tratar de responder lo que desata la agresión en un ser humano, así como identificar y comprender el mapa de su funcionamiento, diversos científicos con diferentes investigaciones se han adentrado al cerebro. Dentro de los oscuros rincones de las conexiones neurales, se esconde el intrigante mecanismo de la violencia enraizándose en la conciencia de cada homo sapiens, tal vez heredado de nuestros primeros antepasados homínidos.

En la actualidad, los científicos se internan nuevamente en esos rincones cerebrales para poder dar respuesta a lo que sucede cuando se activa la violencia en un ser humano. Para ello, me permito tomar el artículo de un excelente escritor e investigador como lo es Christof Koch, titulado “Sex and Violence” publicado en Scientific American.

Dentro de este artículo, se nos dice que nuevos estudios con ratones, han logrado detectar el lugar donde se encuentra la agresión y gracias a esto, lo pretenden extrapolar para conocer el mismo mecanismo pero dentro del ser humano. Antes de que el lector comente sobre las grandes diferencias que hay entre el cerebro de un ratón y el de un humano, Koch nos dice que debemos tomar en cuenta que ambos cerebros son producto de la naturaleza y que la evolución de ambos estuvo ligada a un antepasado en común hace 75 millones de años. Además de que existe similitud  en la estructura de ambos cerebros y en los genes de ambos organismos.

De acuerdo a los estudios, Koch nos dice que el centro de la agresión se encuentra en el hipotálamo, que está encargado de regular el ritmo circadiano, la temperatura, el sueño, el hambre, la sed, el sexo, la agresividad como nos dice Koch, así como la respuesta que tenemos ante el estrés. En resumidas cuentas, según algunos trabajos, la estimulación eléctrica de esta zona, particularmente la ventrolateral del hipotálamo ventromedial o VMHvl, provoca que tanto gatos como ratones tengan ataques de furia, pero lo curioso es que esa misma zona tiene involucramiento con el comportamiento sexual.

Según el neurobiólogo del Instituto de Tecnología de California, David J. Anderson, así como el neurocientífico Dayun Lin de la Universidad de Nueva York, una pequeña porción de células en un rincón del cerebro de los ratones machos, ahí en el hipotálamo (VMHvl), determinar si debe atacar a un intruso o aparearse con una hembra. En experimentos, donde se colocaba en una jaula a un ratón macho con experiencia sexual y se introducía un nuevo macho a la jaula, el primero atacaba al intruso. Pero cuando se le ofrecía una hembra, decidía aparearse con ella. Analizando las neuronas que se prendían cuando se atacaba a otro macho o cuando se tenía apareamiento, curiosamente los resultados arrojaron que las neuronas de la región ventromedial del hipotálamo entraban en acción en ambos eventos.

Después de estos resultados, los científicos estaban intrigados, por lo que se insertaron electrodos en el ratón para observar el comportamiento específico de las neuronas y no solamente paquetes de las mismas, con el objetivo de definir las células que disparaban cuando un ratón peleaba con otro y cuando tenía sexo. Ahí descubrieron que había una diferencia en las neuronas que disparaban cuando se realizaba una u otra actividad, pero también un conjunto  neuronas trabajaban de igual forma cuando se tenía un impulso violento o se apareaban los individuos.

Siguiendo las investigaciones, se trabajó con la optogenética, donde se le introdujo a uno de los ratones un virus que lo hace sensible a la luz azul y al incorporar una fibra óptica en los cerebros, tanto Lin como Anderson podían disparar ese grupo de neuronas de la violencia a su gusto. Al hacerlo, se dieron cuenta que al sobre estimular esa mencionada zona del hipotálamo, el ratón macho atacaba de inmediato a otro ratón intruso, incluso a machos que estaban castrados que normalmente no atacan, así como atacaban a animales anestesiados, a guantes de laboratorio e incluso, en algunos casos, a hembras con las que se podían aparear.

También comprendieron que cuando apagaban ese conjunto de neuronas que previamente habían estimulado, la agresión en esos ratones desaparecía, pero no se perdía el apetito sexual para aparearse. Los científicos piensan, que este mecanismo de violencia y comportamiento sexual debe estar de igual forma representado en los cerebros, dentro del hipotálamo, de los seres humanos.

En conclusión podemos decir, que de acuerdo a estos estudios, existe un grupo de neuronas en el hipotálamo (en la zona ventrolateral del hipotálamo ventromedial o VMHvl), en donde se comparten disparos neuronales cuando se tiene una actitud violenta, así como una conducta sexual de apareamiento, pero se tienen neuronas específicas que trabajan para cada en especial. Sin embargo, puede ser que cuando vemos que existen comportamientos sexuales agresivos de ciertas parejas, esto debe ser a que el circuito de disparo neuronal se confunde y cuando cierto individuo tiene sexo, manifiesta también una conducta violenta al realizarlo. Tampoco nos debe extrañar que existan personas más violentas que otras, tal vez ellos tienen una sobre estimulación de su hipotálamo o son muy sensibles a ciertos factores químicos y biológicos en su cerebro, que se relacionan a conductas sociales específicas y por ello disparan sus ataques de ira, con conductas que para otros representarían solamente aumentar la dosis de paciencia y atravesar la situación sin mayor enojo.

Para cerrar es necesario mencionar que el procesamiento neuronal en el hipotálamo es un mecanismo ancestral y nos ha acompañado desde que los primeros homínidos pisaron la Tierra y lo fueron heredando a cada uno de nuestros antepasados, hasta llegar a nosotros. Además funcionaban tanto para proteger el territorio, con la violencia y garantizar el esparcimiento de la descendencia y los genes egoístas en el apareamiento.

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