Un acercamiento al eterno resplandor de una mente sin recuerdo…

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Existen momentos en nuestra vida que crea una línea entre el pasado antes del incidente y el futuro después del mismo. Esto en una especie de parte aguas que divide nuestra historia. Incluso se dice que recordar es vivir, pero también recordar puede ser sufrir.

Vivimos bajo el influjo de momentos de alegría y de tristeza que se van guardando en diferentes rincones de nuestra mente, es así que mucha veces detrás de una sonrisa o de una lágrima se encuentra una de nuestras memorias, según sea el caso.

Es así que en el andar de nuestro camino evolutivo dedicamos gran parte de nuestro tiempo guardando en una especie de caja de pandora, para que no salgan, los recuerdos amargos y buscamos revivir los buenos momentos, aunque sea dentro del escenario de las conexiones neuronales. En resumidas cuentas huimos de los malos recuerdos y atesoramos los buenos.

Derivado de esto, a veces nos preguntamos si podríamos recurrir a un médico para que nos elimine los malos recuerdos, similar a lo que propone la película ganadora del Óscar al mejor guión original: “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” con las actuaciones principales de Jim Carrey y Kate Winslet.

Tal vez, gracias a los avances médicos, el recurrir a la medicina para olvidar pueda ser cierto. Esto lo digo después de leer el artículo titulado: “The Forgetting Pill” escrito por Jonah Lehrer, publicado en la revista Wired. En ese artículo se habla sobre la oportunidad de eliminar los recuerdos tristes, con el fin de tener una vida más saludable desde la perspectiva emocional.

Lehrer nos invita a su lectura, haciéndonos una reflexión interesante, explicando que cada uno de nosotros damos por sentado que una vez que se forma una memoria, así se va a quedar guardada en la mente del individuo, pero la verdad es que según nuevos estudios, nuestras memorias distan mucho de guardar la realidad y veracidad de determinada situación, pues Lehrer atestigua que cambiamos una memoria, por el simple hecho de recordarla. Es decir, las investigaciones señalan que el acto de recordar un evento, la estructura de esa memoria se altera en el cerebro influenciada por el momento actual y la mezcla deformada de sentimientos y conocimiento de la memoria en cuestión.

Según el escrito de Lehrer, los neurocientíficos cuentan con explicaciones del por qué y cómo una memoria cambia, pues nos explica que cuando el cerebro quiere retener algo de información, depende de unas cuantas sustancias químicas. La formación de una memoria inicia con un conjunto modificado de conexiones entre las células en el cerebro, según explicar Lehrer y continua diciendo, que para que una memoria exista, esas células deben estar sensibles a la actividad de otras, en cuanto a los disparos neuronales que se llevan a cabo para iluminar el circuito de esa memoria en particular, sumado a esto se requieren una serie de neurotransmisores y receptores para la comunicación entre neuronas.

Tratando de describir lo anterior, de forma más clara y precisa, tenemos los experimentos realizados por el neurocientífico Karim Nader, de la Universidad de Nueva York, quien sabía que para la formación de memorias, se requerían nuevas proteínas, teniendo en cuenta, en palabras de Nader, que las proteínas son ladrillos y cemento celular para cualquier construcción biológica. Llevando sus teorías a la práctica, Nader, entrenó a una docena de ratas a que asociaran un sonido alto con la aplicación de una descarga eléctrica inmediata, es decir, cada vez que las ratas escuchaban el sonido, entraban en una especie de pánico porque anticipaban el surgimiento de la descarga. Después de hacer esto por varias semanas y garantizando que las ratas tenían bien fijado el estímulo – respuesta, al estilo de Pavlov, este neurocientífico volvió a desplegar el sonido pero inmediatamente después les inyectó, en sus cerebros, un químico que impedía la síntesis de proteínas, clave en la formación de memorias.

Los resultados del experimento de Nader fueron asombrosos, pues según nos dice, la memoria de miedo se fue. Es decir, cuando las mismas ratas escuchaban el sonido ya no entraban en pánico por la descarga eléctrica venidera, era como si esa parte de la memoria de su cerebro hubiera sido borrada. La conclusión de Nader fue que el secreto era el momento, o el tiempo, pues si se inhibía la creación de nuevas proteínas en el acto del recuerdo, entonces la memoria original dejaba de ser o existir.

Por su lado Lehrer nos comenta que al desaparecer la memoria del miedo en las ratas, nos hace inferir que cada vez que recordamos el pasado, estamos transformando su representación celular en el cerebro, cambiando el circuito neuronal. Es decir Lehrer explica que las memorias se forman y se vuelven a formar con cada acceso que tenemos a ellas. En este punto me gustaría señalar que al parecer, nuestro cerebro funciona de forma muy similar a una computadora, misma que cuando le pedimos que abra cierto archivo, éste no se encuentra en una sola ubicación, sino que se guardan diferentes componentes en localidades cercanas, pero nosotros no nos damos cuenta, simplemente damos “clic” y listo se abre el documento. De igual forma el cerebro no es un archivero con todas las memorias organizadas, sino que vamos recordando cada vez que accedemos a las mismas, aunado a nuestras emociones y la síntesis de proteínas que mencionaron los investigadores.

Para finalizar creo que todavía estamos lejos de poder consultar con algún médico para que nos borren ciertas memorias, pero nuevas investigaciones aumentarán la certeza de estos procedimientos, los cuales seguramente serán muy útiles para quienes cuentan con ciertos traumas en su cerebro que quisieran erradicar de por vida. Pero en el futuro no descartamos la opción de que podamos conservar solamente aquello que nos sea en verdad útil y deshacernos de lo que es basura y sobre todo molesto para nuestra salud, al causarnos estrés y ansiedad. Tal vez así podamos, en verdad, escapar de los “infiernos mentales” que nos atacan en diferentes ocasiones…

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