Tratando de fomentar la honestidad

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En otras entregas hemos hablado de la eterna lucha que el ser humano libra con su inteligencia maquiavélica y su contraparte de primate samaritano. Lo anterior a razón de que no resulta extraño que diversos individuos utilicen la mentira como “modus vivendi”, es decir viven bajo ese estandarte de falsedad, abriéndose paso por la vida con actos de engaño lesionando a otros.

Aunado a todo esto, encontré un artículo en la revista The Economist, que se titula: “Time to be honest, the psychology of morality”, en donde se pregunta si realmente el pecado es original o visto desde otra perspectiva que la mentira se encuentra impresa en parte de nuestra genética.

Para responder ese cuestionamiento, el artículo mencionado utiliza los trabajos de Shaul Shalvi, psicólogo de la Universidad de Ámsterdam, y de sus colegas Eldar, Meyer y Gurion de la Universidad de Israel. Para estos investigadores la clave se centró en determinar si el impulso a mentir es algo que se incrementa o decrementa, si al potencial mentiroso se le da tiempo para reflexionar sus acciones. De forma simple, los científicos quieren saber si la mentira es instintiva o calculada.

Realizando un sencillo experimento, los investigadores juntaron a 76 voluntarios, a quienes se les dio un dado tradicional con los números del 1 al 6 y un vaso. A los participantes se les dijo que algunos de ellos iban a ser seleccionados al azar y se les darían 2.50 dólares por cada resultado del lanzamiento del dado. Después de verificar que los dados no estaban cargados, la instrucción era simple: tenían que tirar el dado y anotar el resultado en una computadora. A la mitad de los voluntarios se les dijo que anotaran el resultado dentro de un lapso de 20 segundos y a los otros no les dio tiempo límite para hacerlo.

Era obvio que los científicos no tenían forma de saber el resultado en el tiro del dado, pero sí sabían que estadísticamente, en promedio, si la persona es honesta, iba a obtener un 3.5. Los resultados arrojaron que aquellos individuos que se les dio solamente 20 segundos para reportar sus tiros, clamaron obtener un 4.6, es decir por arriba del 3.5 estadístico y sinónimo de honestidad. Mientras que las personas que no les impuso tiempo reportar sus números en los dados, remarcaron obtener en promedio un 3.9.

Para Shalvi, Eldar, Meyer y Gurion está claro que ambos grupos mintieron, pero aquellas personas que se les dio más tiempo para pensar y reflexionar en el dato que iban a reportar en sus tiros de dado, mintieron en promedio menos que a los que se les presionó para poner sus resultados en los siguientes 20 segundos. Esto tomando en consideración la diferencia del 4.6 reportado por los que tenían 20 segundos para dar sus resultados versus el 3.9 de los que tenían el tiempo que quisieran para introducir sus tiros.

En un segundo experimento, ahora se les solicitó a los participantes que tiraran de nueva cuenta el dado, restringiendo a la mitad del grupo en reportar su resultado ahora en los siguientes 8 segundos, mientras que a la otra mitad no se le impuso tiempo para señalar su respuesta en el tiro de dado.

El primero grupo con la limitante de tiempo de 8 segundos para proclamar su respuesta obtuvo en promedio un 4.4, claramente mintiendo al respecto por estar fuera de la media estadística real del 3.5. Mientras que el otro grupo sin ninguna prisa reportó en promedio un resultado de 3.4, es decir no mintieron.

La conclusión del estudio y del artículo es que dentro de este experimento específico, si a una persona se le da tiempo para meditar, pensar, reflexionar lo que va a hacer, tiene amplias probabilidades de que no mienta y opte por el camino de la verdad. Caso contrario si presionamos a una persona a emitir su dato o resultado, sin darle tiempo a que su cerebro procese la información, es altamente probable que mienta.

Al final está claro que si queremos sacarle la verdad a una persona, es mejor darle tiempo a que vea todo el tablero del ajedrez que se está jugando y que gracias a una reflexión profunda opte por decir la verdad, aunque le resulte cara, pero tal vez bajo la perspectiva de sentirse libre al decirla.

Me gustaría invitar a varias personas que conozco a que se tomen su tiempo y no escupan, por default, su mentira, sino que dejen de cargar esa pesada loza del engaño y se liberen con la verdad.

Parece, tal vez, algo complejo de lograr pero vale la pena intentarlo e invitarlos.

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