Nuestro simple encuentro con la naturaleza, nos lleva a tomar conclusiones apresuradas e inferir que el comportamiento animal y vegetal es frío y sin razón, satisfaciendo los instintos fundamentales de supervivencia y sin ningún apego a normas de conducta social, pero tal parece que si rascamos un poco, en el comportamiento de los seres humanos, vemos surgir un geiser de lodo que opaca toda la supuesta bandera que nos hace superiores y diferenciarnos de aquellas especies, aparentemente, faltas del escaso razonamiento.
Lo anterior viene a reforzarse con lo descrito por Cindi May, en su artículo titulado: “When men are less moral tan women”, publicado en Scientific American, donde en resumidas cuentas se comenta que si los hombres perciben que su masculinidad está en juego, son más propensos a eliminar los comportamientos éticos. Es decir, según May, el apetito desmedido de éxito en el sexo masculino logra deshabilitar la moral.
Todo esto no resulta extraño, ya que ante la globalización y competitividad desmedida, es común que diferentes ejecutivos se valgan de artimañas y se enfoquen en realizar malas prácticas, sin importar lesionar económicamente y también psicológicamente a otras personas. Para Cindi May, está claro, de acuerdo a recientes investigaciones, en que se puede predecir un comportamiento no ético, simplemente al tomar en cuenta las circunstancias, el contexto y las características personales del sujeto en cuestión. En esas investigaciones, se habla de que a diferencia de las mujeres, los hombres tienden a minimizar las consecuencias de una mala conducta, además a usar estrategias y tácticas cuestionables éticamente, y cierra su comentario May, diciendo que los hombres son más proclives a participar en el engaño.
Ahora, este comportamiento se potencia, de acuerdo a May, cuando se tienen contextos o situaciones donde el éxito es relacionado con el vigor masculino y el factor de competencia diferencia a ganadores como hombres de verdad y a los perdedores como débiles, impotentes o cobardes. Tal vez, pienso, que muchos de los inversores o corredores de las diferentes bolsas de valores, especialmente de Wal Street, operan de esta forma, tanto consciente como inconscientemente.
Hablando de algunos investigadores que se han dado a la tarea de estudiar lo anterior, tenemos a Laura Kray y Michael Haselhuhn, con su escrito titulado: “Male pragmatism in negotiators’ ethical reasoning” y publicado en el Journal of Experimental Social Psychology, donde comentan que parte de la raíz del problema puede ser de carácter socio – cultural, sobre todo hablando de la cultura y sociedad norteamericana, en donde se malinterpreta la masculinidad y se piensa que con ciertas actitudes maquiavélicas, se puede justificar cierto comportamiento no ético. Para Haselhuhn y Kray, el hombre sacrifica los estándares morales con tal de ganar.
En un ejemplo de campo, donde se les dijo a los participantes que tenían que vender una casa de una pareja de ancianos, quienes querían que el comprador que la adquiriese conservara la estética general de la casa. Las conclusiones del estudio fueron que, en promedio, los hombres retuvieron información del comprador hacia el vendedor (la pareja de ancianos), cuando supieron que se iba a transformar la concepción original de la vivienda; todo con el objetivo de cerrar la venta.
Si bien otros estudios, como el SINS (self-reported inappropriate negotiation strategies), que mide la predisposición de una persona a cometer actos que violan los principios éticos, en diferentes negociaciones, también señalan a los hombres como los más proclives a hacerlo; es necesario comentar que no debemos generalizar, pues hay de todo en este mundo y no es de sorprendernos que muchas mujeres se presten a cometer actos no éticos, pero al final del día conozco mucho más hombres deshonestos que mujeres, eso en mi particular experiencia.
Creo que nos gusta señalar los errores de otras personas, viendo la madera en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro, por eso nos hace falta mirarnos directamente al espejo y “desnudarnos” bajo los principios éticos y morales o ponernos abajo de “la espada de Damocles” para realmente determinar si estamos navegando contra corriente o con la corriente, según sea el caso; buscando la verdad, esa que promete darnos la libertad añorada.
