Parece que todavía podemos escuchar y ver a Michael Douglas, en su papel de Gordon Gekko, de la película Wall Street: “El punto, señoras y señores, es que la codicia, por falta de una palabra mejor, es buena. La codicia es correcta. La codicia funciona. La codicia clarifica, atraviesa, y captura la esencia del espíritu evolucionista. La codicia, en todas sus manifestaciones, la codicia por la vida, por dinero, por amor, por el conocimiento, ha marcado el incremento en la alza de la humanidad, y la codicia, marquen mis palabras, no sólo salvará Teldar Paper, sino también el malfuncionamiento de otra empresa llamada Estados Unidos de América. Gracias”.
Esas palabras de Douglas, como Gekko, pronunciadas en la cinta de 1987, resultan inquietantes y proféticas, porque no nos extraña que mucho del comportamiento de empresas, gobiernos y sociedades muestren que gran parte de su código se centra en lo descrito en ese breve discurso. Sobre todo aquellas organizaciones que fomentaron la crisis de 2008, mientras el gobierno se tapaba los ojos.
Aunado a todo esto, leí un artículo publicado en Wired, de Brandon Keim, titulado: “Greed Isn’t Good: Wealth Could Make People Unethical”, en donde según ciertos estudios publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences, los individuos que tienen un status socioeconómico alto, son más propensos a tener comportamientos faltos de ética.
De acuerdo a lo que nos dice Keim, cuando la riqueza y el status de un individuo se incrementan o sube, en el escalafón socioeconómico, también aumenta su tendencia a ser falto de ética. Por su parte el psicólogo Paul Piff, de la Universidad de California en Berkeley, nos relata que cuando una persona se encuentra en posiciones privilegiadas en la sociedad, tiene un impacto psicológico en aislarse de los demás y tener poca percepción del impacto de su comportamiento hacia otros.
Para sustentar lo anterior, Piff y su grupo de investigadores, trabajaron en 4 diferentes experimentos. En el primero de ellos monitorearon el tráfico en un cruce de cuatro intersecciones, en relación a la propensión a dar el paso a otros automovilistas y transeúntes, obteniendo como resultado que los individuos que manejaron de forma más agresiva, evitando dar el paso, fueron los que tenían un nivel socioeconómico alto, siendo dos veces más propensos a tener este comportamiento que aquellos de menor nivel socioeconómico.
En el segundo experimento, los investigadores les presentaron, a un grupo de 105 estudiantes de Berkeley, la siguiente situación: “Recibir cambio de un billete de 20 dólares, cuando realmente pagaron con un billete de 10 dólares”. De igual forma, los estudiantes que eran de menor nivel socioeconómico fueron más honestos que su contraparte de alto nivel socioeconómico.
En el tercer experimento, se solicitó a las personas que pretendieran un rol de rico versus otro de menor estatus o pobre, para posteriormente ofrecerles un recipiente con dulces que después sería ofrecido a unos niños en un laboratorio y estudio contiguo. Nuevamente los que pretendieron ser ricos, tomaron en promedio más dulces que los que eran de menor clase o pobres.
Para el cuarto experimento, se les pidió a 108 individuos que asumieran un rol de gerentes, para negociar un contrato con un aplicante, que pedía seguridad de empleo y un contrato de 2 años como mínimo. Mientras que a los gerentes se les daba un bono si negociaban un contrato con un sueldo bajo, a sabiendas de que el trabajo iba a durar solamente 6 meses. Curiosamente mientras el gerente en cuestión tenía mayor ingreso, mayor era su propensión a mentir sobre la duración del trabajo, al igual que justificaban la avaricia o codicia en diferentes encuestas que se les aplicaron.
En el quinto experimento, se tuvo a 195 adultos para participar en el juego de una computadora, con la posibilidad de ganar un certificado de 50 dólares. El juego se trataba de tirar un dado y sumar el resultado, mientras más alto, más oportunidades tenían de ganar. Pero los participantes no sabían que la computadora siempre iba a dar un resultado final de 12. De forma increíble, los resultados arrojaron que las personas de mayor nivel socioeconómico reportaron resultados de 15 o superiores.
Después de ver someramente los experimentos anteriores, es aparentemente claro que los seres humanos, al entrar en el mercado económico, dejamos fuera las normas sociales y lesionamos la equidad con el fin de sobrevivir en la selva de asfalto y maximizar nuestras ganancias, bajo el sustento de la avaricia o codicia, a veces perdiéndonos en la enfermedad del poder del dinero. Lo anterior es sustentado por el investigador Piff, quien dice que los resultados señalan que el comportamiento poco ético de los individuos es motivado por la codicia, logrando que las personas seamos menos empáticas con nuestros semejantes, aislando a las personas de sus acciones y reduciendo su necesidad de relaciones sociales, todo creando una nueva subcultura de avaricia y necesidad desmedida de dinero. Por otro lado el psicólogo evolutivo Vladas Griskevicius, de la Universidad de Minnesota, está claro que las personas que se comportan de forma poco ética no son porque se encuentren al filo del abismo de la necesidad, sino porque se sienten con derecho a serlo y quieren de esa forma salir adelante. Además, dice Griskevicius, que gracias a este tipo de estudios se entiende un poco más la psicología de las personas que roban, mienten y engañan.
Pienso que mientras sigamos premiando a las personas que mienten, roban y engañan, o mientras exista la gran impunidad hacia este tipo de comportamientos faltos o con poca ética, seguiremos viendo que nuestra evolución se regirá a este tipo de inteligencias maquiavélicas, olvidando que el dinero es un medio y no un fin. Por ello debemos buscar premiar a los individuos que buscan trabajar con ética, promoviendo la supervivencia del más justo.
