En alguna ocasión, al ir viajando hacia la casa de mi bisabuela en Coatepec, Veracruz, mi Madre y yo encontramos mucho tráfico a unos pocos kilómetros antes de llegar al mencionado pueblo (que ahora es mágico, que según Wikipedia es un programa desarrollado por la Secretaría de Turismo (Sectur) de México en el 2001, en conjunto con diversas instancias gubernamentales y gobiernos estatales y municipales, y reconoce a quienes habitan estas ciudades y el trabajo que han desarrollado para proteger y guardar su riqueza cultural, este destino debe de resaltar su valor turístico para mantener su permanencia en las localidades que participan en el programa).
Pero volviendo al relato inicial, fuimos avanzando lentamente en el automóvil, hasta que de pronto nos percatamos que el motivo de tanta complicación era que estaban trabajando para ampliar la carretera, que antiguamente solamente era de dos carriles, uno de ida y otro de venida con solamente una línea continua o punteada, según fuera el caso para permanecer en el carril en forma de fila india, o en su defecto tener la opción de rebasar los otros autos, invadiendo el sentido contrario, con bastante pericia y precaución del piloto en cuestión.
Retomando el punto al que iba, comprendía la importancia de tener una mejor carretera para quienes íbamos de Xalapa a Coatepec o viceversa, sobre todo si existía una garantía de mejor seguridad en el traslado y la disminución de accidentes, pero no entendía el por qué estaban haciendo lo que mis ojos miraban en ese instante por la venta del auto de mi Madre. La escena constaba de máquinas de construcción derribando árboles, o más bien sacando sus bocas a la superficie, pues haciendo alusión a la novela “La plaza del Diamante”, de Mercè Rodoreda, realmente lo que vemos de los árboles son sus patas verdes y floreadas, pues su boca se encuentra en sus raíces sumergidas en la tierra para alimentarse y beber agua.
Me pareció entonces injusto, cruel y lastimoso que la “urbanización” del hombre pasara por encima de la naturaleza, pues era irónico. Simplemente debemos pensar que cada ser del reino plantae juega un papel esencial en el proceso de respiración humano. Además nunca me ha parecido justo atacar a un ser vivo, que no se puede mover y menos a ellos que estuvieron primero que nosotros en el planeta. Sentí una tristeza interior, que no expresé con lágrimas, para tratar de aliviarla y odié a quienes hubieran enviado esa orden para amancillar a esos pobres y dejarlos con la boca fuera de la tierra y algunos de ellos con sus patas empezando a mostrar claros síntomas de muerte.
Siguiendo en este tenor, el punto que quiero resaltar es que raramente consideramos como nuestros “caminos de cemento” (selva de asfalto) influyen de forma, casi siempre, negativa sobre las “rutas verdes” (selva tradicional), lesionando también a los ya malgastados pulmones del planeta y por ende poniendo en riesgo la calidad del aire para nosotros mismos y para todas las otras especies animales que habitan en el planeta.
En otro punto, que nos sirve para poner un ejemplo, en cuanto al consumo del papel, encontré un artículo en The Economist titulado: “I’m a lumberjack”, donde se analiza la cantidad de papel que una persona consume, en promedio, en un año. En este ejercicio de la prestigiosa revista inglesa, se habla de la cantidad de árboles que un individuo consume al año en diferentes países, tomando en consideración que cada unidad de árbol fue de 12 metros en promedio. Los resultados se muestran a continuación:
En Rusia una persona consume 1.21 árboles al año
En Brasil una persona consume 1.29 árboles al año
En México cada uno de nosotros consume 1.69 árboles al año
En China una persona consume 1.81 árboles al año
En Irlanda una persona consume 2.21 árboles al año
En Portugal una persona consume 2.87 árboles al año
En España una persona consume 3.74 árboles al año
En Francia una persona consume 4.18 árboles al año
En Inglaterra una persona consume 4.48 árboles al año
En Canadá una persona consume 4.89 árboles al año
En Corea del Sur una persona consume 5.18 árboles al año
En los Países Bajos una persona consume 5.24 árboles al año
En Suiza una persona consume 5.37 árboles al año
En Dinamarca una persona consume 5.54 árboles al año
En los Estados Unidos una persona consume 5.57 árboles al año
En Japón una persona consume 5.83 árboles al año
En Alemania una persona consume 6.35 árboles al año
En Austria una persona consume 6.83 árboles al año
En Finlandia una persona consume 7.28 árboles al año
En Bélgica una persona consume 8.51 árboles al año
Esos son algunos datos, para mi gusto impactantes y que espero que nos hagan reflexionar en cuanto a la cantidad de papel que usamos y por ende la cantidad de árboles que matamos. Me gustaría, por este medio, invitar a que utilicemos menos papel, sobre todo con la nueva generación de dispositivos móviles y electrónicos que ayudan a que muchas oficinas pudieran funcionar “sin papel”, enviando sus datos por email y que los leyéramos en nuestro iPad, Kindle, entre otros. Vale la pena hacer un pequeño esfuerzo, pues se ven mejor los árboles con sus patas verdes y floreadas, así como sus bocas sumergidas en la tierra que sintetizados en hojas de papel…

