Rodrigo Soto Moreno
Hace muchos años, cuando cursaba mis materias de la carrera profesional, recuerdo haber escuchado que sin las ventas un negocio no puede crecer, prosperar, fructificar, expandirse, entre otras cosas, pues una empresa con fines de lucro, lleva implícito uno de sus propósitos primordiales.
Sin embargo, tal parece que hemos sido testigos de una prostitución de las ventas y ahora los encargados de las mismas quieren vender un producto o servicio a toda costa, sin importar los medios o la forma para hacerlo, para conseguir unos pesos. Es decir, la clave se centra en el cierre de la venta, aunque en el mismo se le mienta al consumidor, en el aparente libre mercado.
Aquí recuerdo la escena de la película El Lobo de Wall Street, donde Jordan Belfort, interpretado por Leonardo Dicaprio, nos dice que la estrategia sería “mover el dinero del bolsillo del cliente, a tu bolsillo”, sin tener en cuenta la ética en los negocios. Otro punto muy interesante de la misma película, es cuando el propio Belfort dice que él puede tener un grupo de vendedores hambrientos, sin estudios o experiencia, mismos que con un guion infalible, los puede convertir en vendedores estrella y hacer el cierre, como se ejemplifica en la cinta cinematográfica.
En este tenor, hablamos de las mentiras de las ventas, con el obvio ingrediente de individuos fraudulentos que se encargan de ofrecer productos y servicios que no solamente no cumplen las expectativas del cliente, sino que están muy por debajo del desempeño prometido. Nos referimos entonces a que es más importante la venta en sí, que el producto o el cliente.
Entonces es claro que se nos olvida que dentro de una competencia perfecta utópica y parafraseando a Ayn Rand, los competidores leales y el libre mercado, sacarían a los jugadores falsos o tramposos, como nos lo ha demostrado la teoría de juegos y el equilibrio de Nash, aludiendo a aquellas organizaciones o individuos que ponen el bienestar personal sobre el colectivo.
Resulta entonces curioso que el objetivo de algunas estrategias de venta, sea el embelesar con mentiras al cliente, con el fin de recibir dinero para colocar mi producto o servicio. Por lo que no nos resulta extraño que algunos individuos vivan a expensas dela mentira, de la connivencia. Esto sumado a que la aplicación de la ley en el país, es laxa y sosa y por ello impera la impunidad.
Es decir pareciera que la ley o aplicación de la ley, dentro de México, protege a los criminales, a los mentirosos, a los tramposos, en lugar de la supuesta víctima o afectado. Similar a lo que hace un “violator”, personaje de “Spawn”, quien se dedica a mentirle constantemente al personaje principal, es decir, de forma antagónica trata a toda costa de crear caos en la mente del héroe y buscando, como sucede en la vida real con ciertos personajes de la política, que se sienten desesperados por adquirir su “hueso”. Es así que vivimos rodeados de charlatanes con traje que constantemente nos mienten para lograr engañarnos y que caigamos en sus redes de mentiras.
Otro aspecto muy interesante, es que estos pillos o villanos, resultan casi siempre ser muy agradables y atractivos a primera vista, dando veracidad a las tiras cómicas, cuando nos damos cuenta que no existe malo o antagonista que sea antipático.
En este contexto y después de haber sido vapuleado por diferentes relaciones personales, profesionales y de negocios, por amigos, conocidos, familiares y otros individuos, que se han cruzado en mi camino; resulta normal que esboce una frugal y fingida sonrisa, sinónimo de que mi imaginación anda trabajando y elucubrando alguna solución fantástica para esta clase de situaciones, como sería el solicitar ayuda a la Reina de Corazones, personaje de Alicia en el país de las maravillas, del escritor Lewis Carroll, para que con su tradicional grito: “¡que le corten la cabeza!”, pusiera en orden a estos malosos.
Hablamos de un país en donde pareciera que la palabra ha perdido su valor simbólico de honor y de honestidad, y ahora nos encontramos con personajes que con la desfachatez de una sonrisa, nos embarcan a sus encomiendas truculentas, contando con ventaja por una aplicación de la ley que no funciona en este país.
Pienso que tal vez los viejos tiempos eran mejores y para muestra un pequeño ejemplo, en relación a cierto contexto del Código de Hammurabi (1772 a.C.), en donde se especificaba que si una casa se colapsaba y causaba la muerte de su dueño, entonces al constructor de la vivienda se le debería dar la muerte. Este castigo pudiera parecer excesivo, pero nos basamos en la premisa de que se requieren castigos ejemplares para corregir delitos ejemplares.
Además no olvidemos, como lo dice Nassim Nicholas Taleb, dentro de su escrito “More skin in the game 2013”, en donde el tradicional esquema es que un banquero o gerente corporativo reciba bonos por su desempeño, de forma monetaria casi siempre; pero nunca se les castiga cuando tienen un pobre desempeño o peor aún, cuando tienen incentivos, como sucede en los corredores de bolsa, para enterrar los riesgos de cierta inversión en las colas de una distribución, o desde otra perspectiva, diferir o aplazar la explosión inminente del producto o servicio que ofrecen al consumidor.
Claro que es cierto que todos somos propensos a ser presas del riesgo y fragilidad de una inversión, pero si el vendedor, corredor, constructor, arquitecto, abogado, médico, etcétera, como suele suceder, tienen información privilegiada y maliciosa de cierto producto o servicio, y la ocultan, entonces deben ser penalizados por ello.
La última decisión la tiene usted, pero si seguimos permitiendo que los charlatanes nos dominen y no se les castiga, seguirán prevaleciendo y no podremos transformar este país, porque estaremos invadidos por una evolución liderada por memes, recordando a Richard Dawkins, embusteros y que con artimañas se siembran, sobretodo, en la mente de los jóvenes, como sucede en Xalapa, donde los individuos buscan un puesto de gobierno para enriquecerse y no para servir al pueblo.
De todo lo aquí descrito concluyo que debemos abrirnos camino filosofando a martillazos, parafraseando a Nietzsche, con la razón, con ideas creativas, innovadoras, ligadas al mercado y olvidar la premisa que el gobierno nos debe solucionar todo y también el que agarremos un “hueso” para hacer dinero a expensas del pueblo. La meritocracia debe imperar sobre la apellidocracia.
