En la otra colaboración relacionada hemos dado un primer avance sobre el tema de la emergencia o surgimiento, en donde hablamos de cómo sistemas simples se puede organizar en sistemas complejos, al igual que sucede en organismos unicelulares que evolucionan en seres pluricelulares en un increíble proceso de auto organización.
Dentro de este tenor también inferimos que nosotros somos sistemas complejos que emergimos entre el orden y el caos, evolucionando gracias a la enorme red neuronal que contenemos en nuestro cerebro.
Siguiendo así, sabemos que el éxito aparente que hemos tenido ha ido de la mano con el conocimiento adquirido. Es decir, cada uno de nosotros en el constante encuentro con la naturaleza, con la sociedad y por ende con nuestros semejantes, hemos absorbido información.
Misma que como lo dice Steven Johnson, ayuda a que nuestro cerebro pueda precomputar análisis, almacenando los mismos, para utilizarlos como referencias futuras.
Gracias a esos datos precargados en nuestro cerebro, es como reaccionamos ante cierta situación, pues consultamos en nuestra base de datos lo que compete actuar y así lo hacemos.
Un ejemplo de todo esto son precisamente nuestros genes egoístas, aludiendo a lo dicho por Richard Dawkins. En donde claramente podemos observar el comportamiento de absorción de datos, procesamiento y almacenado de la misma, para actuar de x o y forma ante x o y situación.
En mi caso particular, mis genes egoístas se encuentran dentro de Ena Camila, quien se formó a partir de la carga genética de dos individuos (Yael y yo) y cuyo producto es un ser, que aparte de provocar una relación de oxitocina de sobreprotección, también observo de forma clara su estrategia de experimentar con la información que el mundo le provee.
Es así que Ena Camila ha ido evolucionando, no sólo en su aspecto fisiológico, sino también en su carga de bits y bytes dentro de su cerebro, estimulando sus conexiones neuronales con el simple objetivo de aprender y sobrevivir.
Entonces, de igual forma, en que la fisionomía de Ena Camila ira cambiando y no será la misma de ayer, también su composición de información cerebral y conocimiento será diferente de un momento a otro.
Lo mismo sucedió con cada uno de nosotros, aunque no lo recordemos. Llegamos al mundo con datos genéticos precargados y fuimos amasando datos relevantes, o algunos no, bajo una premisa de sobrevivir en la jungla de asfalto que es la civilización actual.
Desde este punto de vista y retomando lo que dijo el filósofo griego Heráclito, “En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”.
Pero volviendo a la parte de nuestro surgimiento como sistema complejo, nuestra autoorganización genética de antemano sabe que en determinado momento vamos a dejar de existir, en lo que se ha denominado una muerte celular programada, o apoptosis.
Cada uno de nosotros tiene una especie de “interruptor” que de pronto le dice a las células que se apaguen y aunque nosotros nos sintamos en el mejor de nuestros días, la programación celular precargada en nuestro ADN dice lo contrario y dejamos de interactuar con nuestro medio ambiente.
Por lo tanto, pienso, que es indispensable experimentar y permanecer en constante contacto e intercambio con la naturaleza, con la sociedad y con otros seres humanos, para enriquecer la rica mezcla de conocimiento que poseemos.
Para ir cerrando la colaboración, sabemos que como sistemas complejos emergentes, tenemos de cierta forma contadas nuestras interacciones e iteraciones con el mundo que percibimos con nuestros diferentes sentidos, por ello es vital no solamente preocuparnos por el paso de los años en el cuerpo, que es inevitable, sino aprovechar el flujo de datos y conocimiento que se procesa en nuestras neuronas, digiriendo el mismo para sacarle los nutrientes provechosos, con el fin de heredarlos de forma extrasomática a mis genes egoístas, en mi caso Ena Camila.
Algún día, en cierto momento, cualquiera de nosotros va a colapsarse. Pero tal vez, una forma de “engañar” a la muerte, es que una parte de nosotros brinque y pase a otro ser, en este caso los hijos.
Démosles, a nuestros hijos, uno de los mejores regalos, el saber, el conocimiento, porque si bien es cierto que parte de nuestra apariencia física vive en ellos, que parte de nuestra inmortalidad de sabiduría viva con ellos, como con Ena Camila.
