Ojalá pudiéramos detectar a algunos Kevin…

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En pasada plática con mi hermano, quien es mi asesor para recomendaciones de libros, tuve la oportunidad de escuchar que había visto una película titulada: “We need to talk about Kevin”, de la que me decía que estaba muy cruda y fuerte en el contenido que proponía.

Lo anterior, como es normal en ciertos casos, causó una especie de revuelo e interés por ver la película y formar mis propios comentarios y conclusiones de la misma. Al ver el reparto de actores y encontrarme con el nombre de la actriz Tilda Swinton, así como el de John C. Reilly, asumí que no iba a ser la tradicional película de Hollywood, pero al iniciar, avanzar y posteriormente terminar de verla, supe que mis sospechas eran bien fundadas. No es una película común y corriente, que despertó desesperación y angustia en mi persona, al observar la forma en que se desenvuelve el personaje principal, como un auténtico gen egoísta, así como la actitud de los facilitadores de su código de ADN.

Haciendo un poco de investigación, dentro de Wikipedia, leí que la película es una adaptación de la novela del novelista norteamericano Lionel Shriver, en donde se trata de un niño problemático llamado obviamente Kevin, en donde conforme avanza la cinta, podemos ver claramente que presenta trastornos psicológicos y comportamientos con tendencia a la sociopatía. Pero no solo eso, sino que pareciese como si Kevin tuvieran una propensión a ser sociópata, desde su nacimiento, abordando el tema de que la maldad o mejor dicho, la violencia, pueden encontrarse impresas en nuestra genética.

Todos hemos sido abordados por algún ataque de ira y que derive en cierto despliegue de violencia, en cierto nivel claro. Aunque no dudo que muchos de nosotros presentemos casos muchos más agudos, en donde incluso podemos ver como la escena se nubla y nos transportamos a túneles oscuros y siniestros donde somos dueños de lo que ahí ocurre y podemos claramente vislumbrar a nuestro objetivo de violencia sembrado en el suelo, con una mancha muy reconocida, dando lugar a la escena tradicional de la victoria que solamente dentro de la mente de Hannibal Lecter sería percibida como exitosa y excitante, simplemente por haber experimentado esa descarga de dopamina similar a lo que se obtiene de una droga. Pero pienso, que la mayoría, somos seres civiles que vivimos bajo el influjo de las “buenas” normas sociales y no llegamos a tanto.

Sin embargo, todo lo relacionado a la película y el tema en general me ayudó a recordar lo que en cierto momento escribí en 2006, dentro de la revista Ciencia, Conocimiento, Tecnología, en relación a la violencia y que se titulaba: “¿A quién culpar?: Los genes versus el contexto social”. El escrito mezcla la ciencia ficción, de la reciente película en ese momento de Spielberg titulada: “Minority Report”, en donde se puede predecir a futuros criminales, antes de que cometan su crimen, así como estudios sobre la genética de la violencia ligada a cierta enzima.

Según estudios de Kings College, en Londres en el 2006, guiados por la profesora Terrie Moffitt, existe un gen ligado a la enzima monoaminooxidasa A (MAOA). Ésta se encuentra ligada a diferentes aspectos del comportamiento humano, incluyendo la agresión. Es decir, esta enzima analizada ayuda a suprimir la cantidad de excitación que se genera en nuestro cerebro por el exceso de dopamina, serotonina y la norepinefrina (perteneciente a la familia de la dopamina).

El estudio descrito en forma general analizó a 500 hombres monitoreados desde su nacimiento y hasta la “madurez cerebral” de los 20 años, así como sus tendencias sociales supuestamente trazadas.

Los resultados arrojaron que el 12 por ciento del grupo que obtuvo bajos niveles de MAOA, ligado esto al maltrato y abuso infantil, eran propensos a incurrir en el comportamiento antisocial, al igual que cometer crímenes de alto grado y violentos. Incluso, el 44 por ciento de ellos fue responsable de ese tipo de delitos graves.

En contraparte, es conveniente mencionar que los individuos que tuvieron altos niveles de la enzima MAOA, asociado con maltrato y abuso infantil, fueron menos propensos a desarrollar comportamiento antisocial y mucho menos a cometer crímenes.

Para la profesora Moffitt, los resultados del experimento pueden explicar la forma en que los genes actúan en nuestra personalidad, cómo nos pueden hacer más o menos pro civiles a desarrollar cierto tipo de comportamiento.

Es cierto diría el doctor Steven Pinker, psicólogo social del MIT, que los genes tienen cabida, pero mucho tiene que ver la influencia del medio ambiente para que se disparen ciertas variables y den origen a un hombre iracundo. Para este profesor universitario, la mente se va construyendo entre genes y memes; es decir, como un cuaderno en blanco, que se va llenando de letras conforme tenemos experiencias a lo largo, ancho y alto de nuestra vida y a la carga genética que heredamos. Es precisamente en ese bajar y subir de la rueda de la fortuna de lo que vivimos lo que nos puede marcar y determinar para ser un Stalin o un Gandhi.

Volviendo a la película antes mencionada, a mi parecer el caso de Kevin, así como el de otros Kevin reales, la parte genética es crucial para analizarla y determinar la propensión a la violencia, con el objetivo de prevenir a la sociedad de que esos “lobos” con piel de oveja se encuentren deambulando libremente en su comunidad y que lesionen física o psicológicamente o causen la muerte de otros individuos. Sería entonces conveniente, realizar alguna especie de prueba que determine la presencia de bajos niveles de MAOA en personas que muestren síntomas de violencia, agresividad, así como aversión a relacionarse con otras personas de su comunidad con el fin de detectar posibles Kevin.

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