Obesidad de información…

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Nos encontramos expuestos, en todo momento y en todo lugar, a los bombardeos de la información que recibimos a cada segundo. Con el simple hecho de pensar en todo lo que escuchamos, vemos y leemos, podría parecer suficiente para que nuestro cerebro se mantuviese ocupado procesando lo que entra a través de los sentidos.

Para darnos una breve idea de lo que absorbemos, hemos comentando que el flujo de datos en bits y bytes es impresionante, pues como lo comenta Mitchell Kapor: “tomar información de internet, es como tomar un trago de agua del hidrante de incendio”. Tan solo la revista The Economist señala que las personas, en promedio, leemos 10 MB de información diaria, escuchamos 400 MB de datos al día y vemos 1 MB de datos cada segundo.

Por otro lado en un artículo escrito por Paul Reber, titulado: “What is the memory capacity of the human brain?” publicado en Scientific American, se nos dice que si las neuronas fueran únicamente capaces de almacenar solamente una memoria, tendríamos solamente unos cuantos gigabytes de espacio. Pero, según Reber, las neuronas trabajan en redes y de forma simultánea para poder incrementar la capacidad de memoria de almacenamiento. Para este autor la cantidad de bytes que podemos guardar es de aproximadamente 2.5 petabytes, que equivalen a 1 millón de gigabytes. Pero lo más sorprendente, es cuando Reber, ofrece un ejemplo de lo anterior: “si usáramos el cerebro como videograbadora para los programas de un canal de televisión, podríamos grabar 3 millones de horas de programas o lo que es lo mismo, tendríamos que dejar prendido el televisor de forma constante durante 300 años para acabarnos nuestra capacidad de almacenamiento”.

Después de meditar un poco acerca de los datos en párrafos anteriores, me resulta claro que si bien es cierto que tenemos gran capacidad de almacenaje y tal vez de reciclaje de información, también es correcto pensar que mucho del bombardeo de información es basura, pues solamente va a ocupar espacio en nuestro cerebro y nos va a provocar saturación del mismo, similar a lo que sucede con depósito de grasa dañina para el organismo, causando una especie de obesidad de información.

Con el simple hecho de prender la televisión, acudir a una tienda de conveniencia o pasearnos por alguna tienda de revistas, seremos testigos fehacientes de la abundancia de programas o lecturas frívolas, sensacionalistas, chismes de la farándula y toda clase de temas que solamente interesan a quienes no han estimulado su “músculo” cerebral.

Si queremos en verdad evolucionar como sociedad, deberíamos aspirar a tener un mínimo de conciencia crítica para poder discernir entre lo que puede ser información útil para mi futuro y el de los míos, así como las notas o programas que solamente deben robarnos unos minutos de atención para pasar a cosas más provechosas y no caer en la peligrosa procrastinación. Con esto no quiero decir que debemos de olvidarnos de toda actividad lúdica, claro que no, pues es necesario relajarnos con cosas placenteras donde el cerebro no tenga que computar en demasía para disfrutar de los reflejos inteligentes, sanos y creativos de una sonrisa.

Mi punto central es que, a pesar de contar con una tasa de procesamiento y almacenamiento neuronal muy poderoso, dentro de nuestra gran herramienta guía que es el cerebro, no podemos confiarnos y caer en lo una ceguera relativa, siendo presas fáciles para ser mercado del “opio del pueblo” y permitir que se nos manipule con los datos que recibimos, pues estaríamos viviendo en una especie de analfabetismo funcional, al no poder contrarrestar los embates informativos que buscan modificar mi comportamiento. En forma de analogía, en la actualidad existe una corriente clara en los seres humanos para cuidar su alimentación física, para no caer en el temido sobrepeso u obesidad, en este sentido propondría tener cuidado en la alimentación de datos que recibimos para no caer en la mencionada obesidad de información.

Teniendo una correcta minería de datos, podemos evitar nublar nuestro razonamiento y dejarnos llevar por una emoción para tomar una decisión, o peor aun, ir como borregos siguiendo una tendencia de masas sin llevar a cabo un exhaustivo análisis de lo que estoy decidiendo. En algunas ocasiones hay que ser como el salmón y nadar cuesta arriba, pero por no necedad, sino por convicción propia al estilo de Jack Nicholson en la película “Kick the bucket” cuando dice: “en mi experiencia, el 99% de la población casi siempre está mal”…

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