No quiero ver tu descuento…quiero ver tu huella de carbono.

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Rodrigo Soto Moreno

Caminaba despacio por el pasillo 4 del supermercado, mientras una amplia gama de productos se le presentaban a sus ojos y trataban de que con su precio y otras promociones, lograran llevar a la compra a Camila y los adquiriera para llevarlos a casa, pero el asunto económico no pasaba precisamente por su mente en esos momentos.

Tomando los productos con su mano, Camila, sabía exactamente lo que buscaba en ellos y no eran todos esos extras en gramos de obsequio por adquirir “x” o “y” marca. Sino que lo que Camila verificaba eran las “huellas de carbono” en las etiquetas.

El gran interés de Camila radicaba entonces en saber la cantidad (particularmente en gramos) de las emisiones de dióxido de carbono ligadas con la fabricación y el transporte del producto en cuestión.

Es decir, para lograr que Camila comprara no bastaba con darle un descuento, ofrecerle más contenido, obsequiarle un dos por uno, facilitarle  cupones de descuento para su siguiente compra o que acumulase puntos para canjearlos por artículos de la tienda. Pero no, eso funcionaba con los clientes tradicionales; lo que ella quería era ver en una etiqueta, por ejemplo de queso, la cantidad en gramos de dióxido de carbono que se utilizó para fabricar ese queso en particular, sumando también los costos de logística y transportación desde el lugar de producción hasta su destino en el estante del supermercado para que los consumidores, como ella, lo seleccionaran siempre y cuando presentara bajos índices de CO2.

Ante este nuevo despertar en la conciencia humana por el cuidado del planeta, diversas organizaciones están requiriendo a las empresas que pongan en sus etiquetas su huella de carbono, que no es otra cosa que la emisión de dióxido de carbono por su producción, manufactura y transporte hasta llegar al consumidor final.

La idea se sustenta bajo dos premisas, la primera es que los consumidores van a preferir aquellos productos que tengan una baja huella de carbono y por otro lado las empresas van a trabajar en aquellas áreas de oportunidad que tengan, para disminuir sus emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, para ser elegidas por los consumidores. Al cerrar el esquema, contamos con un círculo virtuoso en donde se cuida el medio ambiente y tratamos así de regresar a estar en simbiosis con el planeta.

Este esquema ya está generando resultados, pues en artículo en The Economist titulado “Following the footprints”, se nos habla del caso de Inglaterra, quien es pionero en utilizar la huella de carbono en sus productos y derivado de lo anterior nueve de cada diez consumidores compraron productos con esa leyenda en sus etiquetas, sobre todo aquellos con bajas tasas, dando un total de ventas de alrededor de los 3,200 millones de dólares, superando las ventas de los productos orgánicos que tuvieron 2,400 millones de dólares.

La tendencia es positiva y se pretende que muchos más productos británicos cuenten con la especificación de sus emisiones de CO2 a la atmósfera en las etiquetas, por ejemplo Harry Morrison de la consultora Carbon Trust que es financiada por el gobierno inglés señala que actualmente existen alrededor de 5,000 productos con su huella de carbono especificada, mismos que van desde materiales para la construcción hasta productos farmacéuticos.

Como ejemplo, el mismo artículo mencionado, nos habla acerca de uno de los primeros productos en que se trabajó para identificar sus emisiones, es decir las papas fritas con cebolla de la marca Walkers, cuya dueña es PepsiCo, describiendo que cuenta una huella de carbono de 75 gramos por paquete. Esto incluye las emisiones ligadas a cultivar las papas, convertirlas en frituras, empacarlas, transportarlas hacia las tiendas, hasta la disposición de la basura de la envoltura cuando se consumen.

Otro punto importante a considerar, es que la huella de carbono no toma solamente las emisiones de dióxido de carbono, sino que incluye el óxido nitroso de tierras y por supuesto las emisiones de metano de los animales, que los trasladan a equivalencia de emisiones de carbono, en donde 1 gramo de metano equivale a 21 gramos de dióxido de carbono en cuanto a su efecto en el calentamiento global.

Otro ejemplo que parece importante mencionar, explicado en el escrito en The Economist, es en relación a estudios hechos para Levi Strauss, en sus pantalones de mezclilla. En donde se identificó que el 57% de su huella de carbono estaba ligada a que las prendas se lavaran con agua caliente y se secaran en una secadora doméstica. Pero al lavar los pantalones en agua fría y secarlos en un tendedero, las emisiones de dióxido de carbono disminuyeron en un 90%.

La idea detrás de todo lo explicado, es que los consumidores como Camila, busquen no sólo las proteínas, las grasas y demás valores nutricionales en la etiqueta del producto, al igual que los descuentos y promociones asociadas al mismo, sino que también se dejen seducir por las bajas tasas de emisiones de dióxido de carbono y de esa forma lograr que las empresas trabajen en reducir las emisiones que emanan sus procesos, con el fin de mantener la lealtad de sus consumidores. Así como educar a los consumidores que al comprar cierto producto deben seguir ciertas recomendaciones para evitar incrementar las emisiones de CO2, como en el caso de los pantalones de mezclilla de Levi, que conviene más lavarlos con agua fría y secarlos al ambiente.

Ojalá que en nuestro país se empiece a trabajar dentro de este tema, pues considero que de esa forma estaríamos realmente contribuyendo al cuidado del medio ambiente, haciendo que empresas y consumidores cooperen en ello.

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