Rodrigo Soto Moreno
Desde tiempos remotos el hombre ha soñado con derrotar a la muerte, tal vez desde que tuvo conciencia de su propia existencia y de que algún día moriría. El ser humano en esa lucha de vivir o morir ha conseguido solamente aumentar su esperanza, y en algunas ocasiones calidad, de vida. Esto debido a los grandes avances en materia de medicina, así como también el desarrollo biotecnológico en materia alimentaria para luchar en contra de las predicciones de Malthus, en cuanto a la explosión demográfica y la cantidad de alimentos disponibles.
Es así que los avances en materia científica médica y biotecnología alimentaria han creado una ilusión al ser humano, de que algún día se podría vencer a la muerte celular programada o apoptosis y tocar el santo grial para evitar morir, en el último grito de la humanidad por querer asemejarse a los dioses, tratando de ser inmortales como ellos.
Sin embargo, ese postrero objetivo se ha convertido en una barrera infranqueable para los seres humanos, pues a pesar de haber logrado aumentar su longevidad, procurando tener calidad de vida, siempre la muerte surge sonriente para llevarnos, previniéndonos de que debemos llevar un óbolo (moneda griega de plata cuyo valor era una sexta parte de un dracma, según Wikipedia, que actualmente ese dracma fue sustituido por el euro) para pagarle al Caronte (barquero de Hades cuya tarea era guiar a las sombras errantes para cruzar al otro lado del río Aqueronte, que dividía el mundo de los vivos y de los muertos, según Wikipedia, para no vagar 100 años por las riberas al no tener el dinero correspondiente).
Al respecto me gustaría compartir lo que leí en el artículo del biogerontólogo (biología del envejecimiento) David Gems, titulado “Aging: To Treat, or Not to Treat?” publicado en American Scientist. En ese escrito se trata el tema relacionado acerca de conocer si la vejez es cierta enfermedad o no, además de las opciones que se tienen para detener el proceso de envejecimiento, siempre con calidad de vida, en lo que parece convertirse en una tarea similar a la Sísifo, que en la mitología griega, fue obligado en el infierno a empujar una piedra enorme cuesta arriba, para que al llegar a la cima esa mis piedra rodara hacia abajo y tuviera que empezar con esa tarea de nuevo.
Según Gems, los biólogos se refieren a la senescencia como el incremento en la fragilidad y riesgo de enfermedad y muerte derivados con el envejecimiento. Además, la senescencia es el proceso que involucra la disfunción y deterioro de los niveles moleculares, celulares y fisiológicos. Un punto muy importante que nos menciona Gems, es que el envejecimiento, desde el punto de vista evolutivo parece no tener ningún propósito, es decir no contribuye a la adaptación evolutiva.
Para este estudioso del avance de la edad, el envejecimiento es entonces un multifactor de enfermedad genética y difiere de otras enfermedades genéticas, en el sentido de que todos la heredamos, siendo un padecimiento muy especial. De esta forma, al considerar el envejecimiento como una enfermedad, se nos abre la posibilidad de poder tratarla como tal o soñar con aliviar al cuerpo de la misma.
Por tales razones, David Gems, nos habla que uno de los más grandes descubrimientos en biología es que ha sido posible desacelerar el envejecimiento en animales dentro del laboratorio. Particularmente en uno de nuestros grandes conocidos, como es el nematodo Caenorhabditis elegans (C. elegans). De acuerdo a Gems, estos seres envejecen y mueren en períodos de dos a tres semanas, sin embargo desde 1980, el genetista Michael Klass descubrió que al modificar ciertos genes de este organismo, se podía alentar su envejecimiento, teniendo como resultado que esta especie de gusanos pudiera vivir más tiempo y manteniendo niveles saludables. Lo asombroso, es que investigaciones en la Universidad de Arkansas se ha logrado aumentar hasta 10 veces la esperanza de vida del C. elegans.
La brillante explicación de Gems es que muchos genes del envejecimiento están asociados con una red de nutrientes sensibles de señalización que incluye la insulina como factor de crecimiento (IGF-1) y de la proteína intracelular llamada TOR. Pero al amortiguar la señal que esta red transmite, se retrasa el crecimiento, aumenta la resistencia al estrés y aumenta la esperanza de vida del individuo en cuestión.
Otro punto muy interesante, del que nos habla Gems, es que también al controlar la cantidad de alimento que se ingiere (dieta balanceada), tiene relación directa en la salud posterior e incrementa la esperanza de vida en diversos mamíferos, particularmente en los roedores y algunos monos. Situación que seguramente se debe trasladar hacia los seres humanos, pues el sobrepeso y la obesidad están ligados con diversos padecimientos como la diabetes y otras enfermedades cardiovasculares que causan la muerte.
Las investigaciones giran ahora en torno a crear drogas o medicamentos que puedan atacar las vías de nutrientes sensibles que regulan el envejecimiento (como en la proteína TOR) y que también parecen mediar la restricción alimenticia en el envejecimiento.
En la actualidad las investigaciones continúan su curso y se trabaja arduamente sobre esa utopía, pero lo que hasta el momento se ha logrado es que solamente se difieren las enfermedades, apareciendo después y llevándonos a esa oscura incertidumbre de la muerte. Es por ello que hasta la fecha el Caronte sigue con mucho trabajo cruzando las almas por el río Aqueronte, buscando el óbolo para cobrar el viaje y que no tengamos que esperar cien años atrapados para que ese barquero se apiade de nosotros y nos cruce sin cobrar.

