La supervivencia del más sexy o atractivo

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Como lo hemos dicho, nos desenvolvemos en una compleja coreografía social y dentro del tenor de la evolución y particularmente en la supervivencia del más sexy o atractivo, es común pensar que nos referimos a la belleza externa de una persona, a lo que burdamente vemos con nuestros ojos.

Pero no necesariamente, es decir, de acuerdo al biólogo evolucionista Geoffrey Miller, los seres humanos demandamos, aparte de los rasgos de belleza física, buscamos en nuestra contraparte  “inteligencia creativa”.

Para Miller está claro que de igual forma que algunos animales como el canario que canta, el pavo real que exhibe su frondosa cola multicolor, el borrego cimarrón muestra sus poderosos cuernos y los usa con otros machos en batalla, todos con el fin de atraer a su pareja. También el ser humano realiza despliegues creativos de inteligencia y como ejemplo de ellos tenemos el lenguaje, el arte, el sentido del humor, nuestra ideología como despliegues de cortejo para conseguir a nuestra “media naranja”.

Entrando en algunos ejemplos claros, tenemos que Miller nos dice que el hombre desarrolló el lenguaje para poder comunicarse con sus semejantes y así subsistir; pero el complejo sistema de vocabulario y construcción de oraciones fue modificándose para convertirse en un elemento de interacción social, de modo que los hombres más cultos se exhibían ante las mujeres para mostrar su inteligencia y capacidad de construir el discurso, mismo que resultó cautivador para las damas.

Otro aspecto que entra en el ritual de la atracción sexual es la música. Geoffrey Miller nos pone de ejemplo cómo la complicada composición matemática musical de los seres humanos se asemeja a las señales acústicas que emiten las ballenas, los pájaros y los gibones como señal de cortejo. Para los biólogos evolutivos, la música es precisamente un sistema que permite a los individuos mostrarse como coordinados y virtuosos, para el caso de los bailarines y músicos, característica sexual atractiva, que los prueba como sujetos con altas probabilidades de ser seleccionados sexualmente por el sexo opuesto.

Si analizamos todo lo anterior de forma breve y sintética, imaginemos todo lo que sucede desde que nos levantamos hasta que volvemos a regresar a la casa. Para mi gusto usamos diferentes plumas (o pieles) y máscaras para caminar en la sociedad. Simplemente pensemos en toda la parafernalia ritual a la que estamos sujetos para salir a la calle.

Es decir, al inicio del día, es muy probable que nos demos un baño, busquemos la ropa adecuada para la situación social en que vamos a actuar, nos ponemos talco, perfume, colonia, spray, desodorante, entre muchos otros productos para maquillar ciertos aspectos que pueden parecer poco atractivos para nuestra contraparte o pueden ser sinónimo de rechazo social o queremos destacarlos para sobresalir. En resumidas cuentas, para caminar en la jungla social, requerimos someternos a un complejo ritual de maquillaje y combinación de vestimenta para ser aceptados.

En mi opinión, a pesar de tener belleza física, siempre los individuos tratan o tratamos de incorporar el aspecto del maquillaje de plumas y máscaras, con nuestra ropa, nuestros perfumes, nuestros autos, al igual que con inteligencia creativa con la forma en que bailamos, cantamos o exhibimos nuestra conocimiento y nos hacemos candidatos idóneos para nuestra contraparte o simplemente nos ayuda a caminar en nuestra ruta evolutiva dentro de la coreografía social.

Para cerrar esta colaboración, en todo desde mi perspectiva todos usamos plumas y máscaras para desenvolvernos en sociedad, situación que tal vez nos hace preguntarnos si tenemos dentro de nosotros un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde o que tal vez nos gustaría tener un cuadro de Dorian Gray en la casa para nunca envejecer y mostrar siempre nuestra jovialidad juvenil. Es claro entonces que lo que puede ser atractivo y bello para los ojos, en donde aparentemente la emoción domina a la razón en la atracción sexual, a largo plazo impera la inteligencia creativa del individuo sobre la aparente belleza subjetiva.

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