Rodrigo Soto Moreno
Al escribir estas líneas pienso que parece imposible detener el paso de lo que llamamos tiempo, aunque los recientes descubrimientos de la velocidad de los neutrinos, pueden transformar nuestra concepción de espacio – tiempo y revolucionar la percepción que tenemos de ese continuo estado en el que nos desenvolvemos.
Sin embargo es también interesante que al estar sentado enfrente a esta computadora, existió una línea de tiempo, que hasta el momento no se ha roto y que después de un sinnúmero de combinaciones y situaciones, heme aquí razonando y transcribiendo lo que surge de los disparos neuronales de mis conexiones cerebrales. Pero todo esto lleva un costo implícito.
Derivado de todo lo anterior, razono que el resultado que vemos en el espejo, sufrió una serie de modificaciones de una rica diversidad genética de cada uno de mis antepasados y que el proceso evolutivo no se detiene, sino que al estar sometidos al estrés de vivir y al impostergable paso del tiempo, el que vemos hoy en el reflejo, no será el mismo que veamos mañana. Incluso esa sonrisa con dientes blancos perfectamente cuidados y alineados, tuvo un costo para unos, a pesar de provenir de la misma línea evolutiva.
Resulta normal saber de personas, o incluso nosotros mismos, que han tenido que ser sometidos a delicados, desgastantes, caros y molestos procedimientos dentales para mantener esa sonrisa alegre, cautivadora, coqueta, frívola, maquiavélica, entre muchas otras.
Hablamos aquí que la línea de tiempo, en el continuo espacio – tiempo, de la evolución de la especie humana se ha determinado recientemente que el tener los dientes chuecos se puede remontar a la época en que surgió la agricultura, que según algunos historiadores puede ser hace aproximadamente unos 10,000 años.
De acuerdo al artículo de Michael Balter, titulado “Blame your crooked teeth on early farmers” y publicado en Science Now, resulta interesante saber que según diversas investigaciones, se demuestra que la quijada humana se modificó y es por ello que se tuvo menos espacio para los dientes, ocasionando que éstos se enchuecaran, dando como resultado en palabras de Balter: “que muchos de nosotros hayamos tenido que terminar en la silla del ortodoncista”.
Balter nos expone que con la transformación del ser humano de nómada a sedentario y el dejar de ser cazadores, para ahora cultivar el campo para obtener alimento, hizo que nuestra dieta se transformara, pues en ese momento cambiamos el alimento cárnico de mayor dificultad para morder y digerir, por aquellos más suaves y con menor tiempo para masticarse e ingerirse.
Llevando esto al terreno de la experimentación científica, el antropólogo Noreen von Cramon Taubadel de la Universidad de Kent en el Reino Unido, analizó a 322 cráneos y 295 quijadas, obtenidas de diferentes museos, obteniendo muestras representativas de 11 poblaciones. Los resultados arrojaron que los cazadores sedentarios tenían quijadas más largas y anchas, mientras que los agricultores mostraban quijadas más angostas y cortas. Esto le dio evidencia a von Cramon Taubadel para argumentar que existía una correlación con el tamaño de una quijada y el estilo de vida de cada individuo de la antigüedad.
La conclusión de von Cramon Taudabel, publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences, señala que cuando la población realizó la transición de la caza a la agricultura, es decir con la domesticación de plantas y animales, el procesamiento de los alimentos y el masticar éstos de forma más fácil, alteró la forma de la quijada humana, haciéndola corta y menos robusta que nuestros antepasados, derivado de esto se concluye también que quedó poco espacio para los dientes y por ende, algunas familias, heredaron los dientes chuecos o dignos de ser tratados por la ortodoncia. Lo mismo aplica en animales que consumen alimentos fáciles de masticar, al tener también quijadas pequeñas y cortas.
Así que la próxima vez que nos observemos al espejo y esbocemos una sonrisa, sería conveniente analizar si la misma es auténtica, proveniente de un linaje de dientes perfectos o si la misma ya sufrió una modificación tecnológica , gracias a los conocimientos de un ortodoncista. Cualquiera que sea la respuesta, seguimos evolucionando y nos seguimos transformando y continuamos viajando en esa línea de espacio – tiempo que nuestros antepasados mantuvieron y que ahora nos corresponde a nosotros prolongar con al surgimiento de nuestros “genes egoístas”, que vienen a ser nuestras réplicas.
