La desfachatez de una sonrisa…

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En cierta ocasión conversando con mi gran amigo e ilustre historiador regiomontano, el licenciado Juan Roberto Zavala, me platicó en relación a cierto texto en el Código de Hammurabi (elaborado aproximadamente en el 1772 a.C.), en donde se especificaba que si una casa se colapsaba y causaba la muerte de su dueño, entonces al constructor de la vivienda se le debería dar muerte.

Lo anterior causó revuelo en mi mente, pues claramente se ejemplificaba un estilo de justicia en las primeras culturas pobladoras del planeta y aunque un poco fuerte, me pareció adecuado. Curiosamente me encuentro con el mismo texto en un artículo titulado: “More Skin in the Game in 2013” de Nassim Nicholas Taleb, en donde este interesante escritor inicia argumentando el tradicional esquema de que un banquero o gerente corporativo reciba bonos por su buen desempeño, pero nunca lo contrario, es decir una penalización por su mal desempeño, pudiendo ser esta monetaria. Además aunado a esto, los mismos ejecutivos mencionados, como lo dice Taleb, tienen incentivos para enterrar los riesgos en las colas de la distribución (normal) o desde otra perspectiva diferir o aplazar la explosión inminente del producto o servicio que ofrecen al consumidor.

Es decir, aquí hablamos de la clara falta de compromiso en la relación que se establece en el “libre” mercado de transacciones cotidianas y de cualquier bolsa de valores, entre el vendedor y el comprador. Por su parte, para Nassim Nicholas Taleb es simple, pues como se dijo en esas leyes de Babilonia, la justicia debe ser: “ojo por ojo” o sencillamente como lo recuerda el mismo Taleb, seguir la regla de oro en materia de ética: “trata a los demás como te gustaría que te tratarán a ti”.

Pero volviendo a la descripción del primer párrafo en esta pequeña colaboración y retomando el caso de la casa que se derrumba, Taleb nos explica que para los antiguos estaba claro que el constructor tiene mayor conocimiento del riesgo de la vivienda cimentada que el cliente adquiriente y por ende puede ocultar esas fuentes de fragilidad con el fin de obtener o maximizar su ganancia. En pocas palabras para Nicholas Taleb existe un gran número de personas que viven bajo la motivación monetaria de “verse bien” en lugar de realmente hacer el bien, tratando de conquistar al cliente con un traje o vestimenta impecable, un buen peinado, zapatos bien lustrados, entre otras características, así como con la desfachatez de una sonrisa, con tal de vender su producto o servicio, incluso sabiendo que el mismo no cuenta con la calidad mencionada y que existe amplia probabilidad de riesgo al adquirirlo.

Todos somos propensos a ser presas del riesgo y la fragilidad de una inversión, pero si el vendedor, como sucede casi siempre, tiene esa información maliciosa del producto o servicio y la oculta, entonces debe ser penalizado por ello.

Al final la frase que puede englobar todo lo aquí descrito es la tradicional: “put your money where your mouth is”, es decir respaldar lo que se dice con la boca con algo más tangible, en este caso dinero o también como un querido amigo, Andrés Pascual, me dijo: “¿quieres saber quién es tu amigo de verdad?…entonces préstale dinero y veremos si te paga”. Mi mal consejo, es que si quieren mucho a un amigo, no le presten dinero y consérvenlo como tal…

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